Después de pasar tres semanas en Roma,
donde participó en el Sínodo de la Familia, el cardenal Jorge Urosa Savino
asegura que la Iglesia Católica debe mejorar su atención a “las familias con
problemas”, sin modificar los postulados sobre su constitución
EMILY AVENDAÑO
EAVENDANO@EL-NACIONAL.COM
EAVENDANO@EL-NACIONAL.COM
Muchas
expectativas hubo alrededor del Sínodo de los Obispos sobre la Familia 2015,
que finalizó el domingo pasado. Por más
de 20 días 270 obispos y sacerdotes del mundo se reunieron para estudiar los
retos que afronta la familia cristiana, sin que ocurrieran mayores
modificaciones en la doctrina sobre el matrimonio homosexual, la aceptación de
las parejas de hecho y en cuanto a que los divorciados vueltos a casar puedan
recibir la comunión.
Las
intenciones del papa Francisco de poner en debate los nuevos desafíos de la
familia y abrir la Iglesia a los temas contemporáneos se estrelló con una
mayoría conservadora. En ese grupo se cuenta el cardenal Jorge Urosa Savino,
arzobispo de Caracas, quien en su intervención aseguró que “amoldarse al mundo
es una tentación que amenaza la familia”. El documento final, luego de tres
semanas de debate, no asoma reformas.
La
reunión no estuvo exenta de polémicas. El 3 de octubre –un día antes de que
comenzara el encuentro–, el prelado polaco Krzysztof Charamsa se declaró
homosexual y presentó su pareja a los medios. Además, durante las reuniones se
filtró una carta firmada por 13 cardenales –4 de ellos se retractaron– en la
que se hacían algunas observaciones al Instrumentum Laboris, documento que
establecía los procedimientos que seguirían para debatir durante en el Sínodo.
El cardenal Urosa Savino, figuraba entre los firmantes: “Hubo unos cambios que
se dieron en cuanto a los tiempos para las intervenciones en las sesiones
generales y la comisión redactora. Fueron elementos que se conocieron muy
tardíamente; eso nos movió a hacer una carta al papa, muy respetuosa, sin ningún
afán de polémica, simplemente planteando esas preocupaciones y no pasó de allí.
No tuvo ninguna trascendencia, ni fue un problema en el Sínodo”. De vuelta a
Caracas hace un balance del encuentro.
—¿Se admitió el planteamiento de
los 13 cardenales que firmaron la carta?
—Los
directores del Sínodo explicaron bien lo que querían hacer y los que firmamos
la carta estuvimos de acuerdo.
—¿Cómo se gestó esa iniciativa?
—Eso
no tuvo mayor importancia. No tuvo trascendencia.
—¿En qué mesa de trabajo
participó usted? ¿Cuáles fueron sus propuestas?
—Teníamos
2 tipos de reuniones. Una general, en la que participaban 270 miembros del
Sínodo, más un grupo grande de invitados; y sesiones de grupos menores, por
idioma. Tuvimos un documento que se llamó Instrumento de Trabajo, con 140
puntos y todos los grupos tratamos los mismos temas: la situación actual de la
familia, la familia para el cristiano y la misión de la familia en el mundo
moderno. Mi propuesta insistía en la importancia del matrimonio como
institución que contribuye a la unidad y permanencia de la familia; la
religiosidad de la familia, que necesita acercarse a Dios porque hay muchos
factores en su contra: el relativismo moral, la falta de compromiso, el
incremento de los divorcios. Otro aspecto fue la necesidad de que obispos,
sacerdotes y religiosos trabajemos más de cerca y con un mensaje positivo para
la familia.
—En su opinión, ¿cuáles fueron
los resultados más importantes?
—Todo
el documento es importante –consta de 94 puntos–. Se propone a la familia como
el núcleo fundamental de la sociedad y de la Iglesia. Insiste en la solidez, en
la unidad del matrimonio, en su indisolubilidad, y en el apoyo que el Estado
debe prestar a la familia, a través de políticas de empleo y vivienda.
—¿Cambió en algo la doctrina de
la Iglesia?
—No.
Un aspecto que se tocó es lo de la paternidad responsable. Se subrayó la
vigencia de la encíclica Humanae Vitae, del papa Pablo VI, en cuanto a que las
familias deben responsablemente engendrar los hijos que puedan, de acuerdo con
la iluminación de su conciencia y teniendo en cuenta las enseñanzas de la
Iglesia. Otro punto importante fue el de una actitud muy positiva hacia quienes
contrajeron matrimonio eclesiástico y por algún motivo se divorciaron y luego
contrajeron un matrimonio civil. A esas personas hay que tratarlas con mucho
respeto y ayudarlas a que se sientan miembros de la Iglesia. Ellos no están
excomulgados y, por supuesto, pueden participar en muchas actividades. Sin
embargo, en el documento final no quedó nada sobre la posibilidad de que los
divorciados y vueltos a casar puedan recibir la sagrada comunión, ese tema fue
dejado fuera por el Sínodo y se espera que el papa Francisco lo toque en un
documento que él redactará en el futuro.
—¿Cómo la Iglesia venezolana llevará
esto a la práctica?
—Ese
es un gran reto. Tenemos que trabajar duro, sobre todo en la preparación de los
jóvenes para el matrimonio, para que vayan con una visión cristiana, actitud de
fe, madurez personal y tengan un matrimonio verdaderamente feliz.
—En la práctica hay muchos tipos
de familia, ¿qué hará la Iglesia para adaptarse a esta realidad y cómo pueden
incorporarlos a la fe católica?
—No
es que la Iglesia se va a adaptar, sino que va a tratar de ayudarlas a salir
adelante desde el punto de vista cristiano. Por ejemplo, si hay un papá y una
mamá que no están casados por la Iglesia, los ayudaremos a que comprendan la
grandeza del matrimonio eclesiástico. No estamos de acuerdo con familias en las
que hay dos hombres papás y dos mujeres mamás. Un niño tiene derecho a tener su
papá y su mamá.
—¿Qué reformas habría que hacer
para mejorar la institución?
—Nuestra
mayor cercanía con la familia. La doctrina sobre el matrimonio, la familia o la
eucaristía no cambia. Lo que tenemos que mejorar es nuestro acercamiento,
nuestra atención, especialmente con las familias que tienen problemas.
—Hubo mucho interés en el tema de
las uniones homosexuales, ¿esto fue motivo de debate?
—No.
Sobre las uniones homosexuales se mantiene la doctrina de la Iglesia tradicional.
Nosotros no aceptamos esas uniones ni siquiera como análogas al matrimonio,
pero hay que respetar a las personas que están en esa situación o tienen esa
tendencia. Eso simplemente se reafirmó sin ninguna polémica.
—¿Cuál es su postura sobre estos
temas?
—Eso
no está de acuerdo con la doctrina de la Iglesia. Dios creó al ser humano
hombre y mujer y ciertamente la sexualidad está hecha para vivirla entre el
hombre y la mujer. Esa es la doctrina natural, de la Iglesia y es la que
nosotros sostenemos y la que yo aplico también.
—La impresión general es que el
papa Francisco está muy abierto a estos puntos, ¿la Iglesia está preparada para
asumirlos a corto o mediano plazo?
—No
va a cambiar la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad y no va a
cambiar sobre el acceso a la comunión de los divorciados y vueltos a casar. Lo
que cambia es la actitud, la acogida, el espíritu de cercanía.
—Durante el Sínodo un sacerdote
se declaró homosexual, ¿eso perturbó las discusiones?
—Eso
fue un hecho lamentable, vergonzoso, bochornoso y muy triste; pero solo afecta
a esa persona que actuó de una manera muy desvergonzada y no afectó en lo absoluto
el trabajo del Sínodo.
“El papa está muy preocupado por Venezuela”
Al Sínodo de la Familia
asistieron, además del cardenal Jorge Urosa, monseñor Diego Padrón Sánchez y el
arzobispo de Mérida, Baltazar Porras. Urosa explicó que la representación de la
Conferencia Episcopal Venezolana se reunió el 1º de octubre con el papa
Francisco. Abordaron temas referidos a la Iglesia, los obispos, la situación
del país y presos políticos. “El papa está muy bien informado y se siente muy
preocupado por Venezuela. Ora y hace votos porque todo eso pueda mejorar
sustancialmente”. Urosa señaló que durante su estadía en Roma muchos se
mostraron interesados por lo que ocurre: “Se conoce el problema terrible de la
devaluación del bolívar, la escasez de alimentos, la falta de medicinas. La
gente está sumamente preocupada y muy solidaria con el pueblo de Venezuela”.
Agregó que los obispos del país se reunirán esta semana para pronunciarse sobre
las elecciones parlamentarias.
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