Los católicos venezolanos
no participamos de misas en latín y según los ritos “tradicionalistas” desde
hace más de treinta o cuarenta años. Al menos, quien esto escribe, no recuerda
haber participado en celebración eucarística alguna en la que se cumpliera la
forma extraordinaria. En Venezuela, al igual que en buena parte de los países
de América Latina, la celebración de la Santa Misa en lengua española siempre
fue un buen argumento para aceptar los vientos de cambio que trajo el Concilio
Vaticano II.
Ramón
Antonio Pérez
Caracas,
15 de mayo de 2011
Los tiempos cambian, pero
los contenidos de la fe en Jesucristo son los mismos y la razón la misma:
la salvación del hombre. Después de muchos momentos de tensión, de
duras discusiones, suspensiones y ciertas divisiones por posturas radicales,
hoy, prácticas aprendidas en la era post conciliar muy bien se pueden dar la
mano con aquellas que habían quedado para creyentes enmarcados dentro de lo que
se denomina el rito tridentino.
De allí que debe ser interesante,
todo lo que de ahora en adelante suceda dentro de la Fe Católica si con
amplitud se ponen en práctica las indicaciones de la Instrucción Universae Ecclesiae, que
el viernes 13 de mayo, dio a conocer la Santa Sede.
Son varias las indicaciones, pero un aspecto a tomar en cuenta debe ser el refuerzo de la enseñanza del latín y facilitar la práctica del “nuevo rito” para que, ciertamente, se convierta en una opción de la predicación del Mensaje de Jesucristo y la Salvación que trajo al hombre, que a fin de cuentas es lo que realmente importa.
Aspectos generales del Congreso sobre Summorum Pontificum en Roma.Fotos cortesía de www.rinascimentosacro.org
Desde la referida fecha
comenzó en Roma el Congreso sobre Summorum Pontificum, durante el cual una de
las conferencias estuvo a cargo del secretario de la Pontificia Comisión
Ecclesia Dei, Monseñor Guido Pozzo, quien ha explicado el significado del nuevo
documento. Además, con la ayuda de blogueros y de las agencias católicas, poco
a poco, los que llegamos a la Fe “desde Juan Pablo II para acá”, vamos
entendiendo que se trata de no seguir con barreras entre católicos
“tradicionalistas” o “progresistas”, sino que todos somos cristianos, y el
reconocimiento a este rito tridentino de parte de parte del Papa Benedicto XVI
es un paso importante para la Unidad dentro de la propia Iglesia Católica.
De igual manera, el Sacramento Fundamental de nuestra fe: la EUCARISTÍA, debe seguir dándonos las fuerzas para comprender todo el misterio de la Salvación que nos trajo Nuestro Señor Jesucristo, no para un grupito sino para todo el mundo.
Desconozco si
actualmente en Venezuela hay templos o sacerdotes practicantes del rito
“tradicionalista”, porque me gustaría participar y de esta manera tener un
mejor conocimiento sobre este asunto. En tal sentido creo que es importante
fomentar un gran esfuerzo de formación para los sacerdotes, religiosos y laicos
de manera que se facilite dentro de esta renovación litúrgica la
belleza del arte, los cantos sacros, el silencio, la comunión arrodillada y
directa de manos del sacerdote, entre otros, como han descritos quienes conocen
este rito.
A continuación, la
exposición de Monseñor Guido Pozzo para comprender este nuevo aspecto entre
quienes somos recién llegados a la Fe en nuestro Señor y en nuestra Iglesia
Católica:
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La Constitución
litúrgica Sacrosanctum Concilium del concilio Vaticano II
afirma que “la Iglesia, en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la
comunidad, no pretende imponer, ni siquiera en la Liturgia, una rígida
uniformidad” (n. 37). No se les escapa a muchos que actualmente está en juego
la fe, por lo que es necesario que las legítimas variedades de formas rituales
deban reencontrar la unidad esencial del culto católico.
El Papa Benedicto XVI lo
recordó seriamente:
“En nuestro tiempo, en
el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una
llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de
todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a
Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo
rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en
Jesucristo crucificado y resucitado” (Carta a los obispos con ocasión
del levantamiento de la excomunión a los cuatro obispos consagrados por el
arzobispo Lefebvre, 10 de marzo de 2009).
El beato Juan Pablo II
afirmaba a su vez que “la sagrada liturgia expresa y celebra la única fe
profesada por todos y, dado que constituye la herencia de toda la Iglesia, no
puede ser determinada por las Iglesias locales aisladas de la Iglesia
universal” (Encíclica Ecclesia de Eucaristia, n. 51) y que “la
liturgia nunca es propiedad privada de alguien, ni del celebrante ni de la
comunidad en que se celebran los Misterios” (n. 52).
En la constitución
litúrgica se afirma, además:
“el sacrosanto Concilio,
ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la Santa Madre Iglesia
atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y
quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios” (n. 4).
La estima por las formas
rituales es el presupuesto de la obra de revisión que, de tanto en tanto, se
vuelve necesaria. Ahora bien, las dos formas, ordinaria y extraordinaria, de la
liturgia romana son un ejemplo de recíproco incremento y enriquecimiento. Quien
piensa y actúa en forma contraria socava la unidad del rito romano que debe ser
fuertemente salvaguardada, no desarrolla una auténtica actividad pastoral ni
una correcta renovación litúrgica, sino que priva a los fieles de su patrimonio
y de su herencia, a la que tienen derecho.
En continuidad con el
magisterio de sus predecesores, Benedicto XVI promulgó en el 2007 el motu
proprioSummorum Pontificum, con el cual hizo más accesible para la
Iglesia universal la riqueza de la liturgia romana, y ahora dio mandato a la
Pontificia Comisión Ecclesia Dei para publicar la
instrucción Universae Ecclesiae con el fin de favorecer
correctamente su aplicación.
En la introducción del
documento se afirma:
“Con tal motu proprio el
Sumo Pontífice Benedicto XVI ha promulgado una ley universal para la Iglesia”
(n. 2). Esto significa que no se trata de un indulto, ni de una ley para grupos
particulares, sino de una ley para toda la Iglesia, que, dada la materia, es
también una “ley especial” que “deroga aquellas medidas legislativas inherentes
a los ritos sagrados, promulgadas a partir de 1962, que sean incompatibles con
las rúbricas de los libros litúrgicos vigentes en 1962” (n. 28).
Debe ser recordada aquí
la regla de oro patrística, de la que depende la comunión católica: “cada
Iglesia particular debe concordar con la Iglesia universal, no solo en cuanto a
la doctrina de la fe y a los signos sacramentales, sino también respecto a los
usos universalmente aceptados de la ininterrumpida tradición apostólica, que
deben observarse no solo para evitar errores, sino también para transmitir la
integridad de la fe, para que la ley de la oración de la Iglesia corresponda a
su ley de fe” (n.3).
El célebre principio lex
orandi-lex credendi, referido en este número, está en la base de la
restauración de la forma extraordinaria: no ha cambiado la doctrina católica de
la Misa en el rito romano, porque liturgia y doctrina son inseparables. Puede
haber, en una y otra forma del rito romano, acentuaciones, énfasis, expresiones
más marcadas de algunos aspectos respecto a otros, pero esto no afecta la
unidad sustancial de la liturgia.
La liturgia ha sido y es, en la disciplina de la
Iglesia, materia reservada al Papa, mientras que los ordinarios y las
conferencias episcopales tienen algunas competencias delegadas, especificadas
en el derecho canónico. Además, la instrucción reafirma que hay ahora “dos
formas de la Liturgia Romana, definidas respectivamente ordinaria y
extraordinaria: son dos usos del único Rito romano (…) Ambas formas son
expresión de la misma lex orandi de la Iglesia. Por su uso venerable y antiguo,
la forma extraordinaria debe conservarse con el honor debido” (n. 6).
El número siguiente
refiere un pasaje clave de la carta del Santo Padre a los obispos, que acompaña
el motu proprio: “No hay ninguna contradicción entre una y otra edición del
Missale Romanum. En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso, pero
ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también
para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente
totalmente prohibido o incluso perjudicial” (n. 7).
La instrucción, en línea
con el motu proprio, no concierne sólo a cuantos desean continuar celebrando la
Misa de del mismo modo en que la Iglesia lo ha hecho sustancialmente desde hace
siglos; el Papa quiere ayudar a todos los católicos a vivir la verdad de la
liturgia para que, conociendo y participando en la antigua forma romana de
celebración, comprendan que la constitución Sacrosanctum Concilium quería
reforma la liturgia en continuidad con la tradición.
1 Comentarios
Lamentablemente no he podido vivenciar la Santa Misa Tridentina, siento que en estos momentos nos urge tanto como Iglesia rescatar nuestra tradición... Estoy muy triste... y 😭😭😭
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