¿Jesucristo es el gran ausente en el documento del “sinodalismo” aprobado por el Vaticano?

Las dudas persisten, pese a que el Cardenal Grech indica en la Presentación del Documento, que “la Iglesia está al servicio de su misión, y cualquier cambio en la vida de la Iglesia tiene como finalidad hacerla más capaz de anunciar el Reino de Dios y de testimoniar el Evangelio del Señor a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”

Ramón Antonio Pérez | El Guardián Católico
Publicado el 8 de julio de 2025

El lunes 7 de julio de 2025, el Vaticano anunció a través de la Secretaría del Sínodo las conclusiones del documento titulado “Pistas para la fase de implementación del sínodo”. 

Este informe, sin embargo, ha dejado en el aire varios temas que han suscitado interés y acalorados debates entre sectores progresistas y tradicionales de la Iglesia, tales como la creación de diaconisas y cuestiones doctrinales controvertidas y la inclusión de la comunidad LGBT, entre otros tópicos. 

Se espera que estos asuntos que están siendo trabajados por las comisiones respectivas, sean presentados posiblemente a finales de año. Será el Papa León XIV, a pesar de darle la aprobación a esta primera parte, tome una decisión sobre esos temas según sus funciones de resguardar la Sagrada Palabra, la Tradición Apostólica y el Magisterio de la Iglesia.

A pesar de que la información de la aprobación de este contenido parcial de lo discutido en le Sínodo proviene de fuentes oficiales, los análisis iniciales de medios más críticos con la línea progresista de la Iglesia, han llamado la atención sobre un aspecto significativo: “en un texto supuestamente pastoral, el nombre de Jesucristo aparece únicamente en fórmulas retóricas”, señala Infovaticana el 8 de julio de 2025. Esta observación sugiere una posible desconexión entre la intención pastoral del documento y su contenido, generando un debate sobre la dirección futura de la Iglesia.

El documento de 24 páginas merece ser leído con mesura, guía y oración, para entender qué quiere decir el Cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo, cuando expone que “la Iglesia está al servicio de su misión, y cualquier cambio en la vida de la Iglesia tiene como finalidad hacerla más capaz de anunciar el Reino de Dios y de testimoniar el Evangelio del Señor a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”.

Además, Infovaticana indica que no existe una llamada clara al arrepentimiento, ni a la santidad, ni a la fidelidad al Evangelio. Se dice, sí, que «el Espíritu sigue inspirando a su Pueblo una unidad que es armonía en las diferencias», pero el centro de la fe parece sustituido por una fe en el proceso mismo.

De ser así, esto sería una contradicción con el mandato de Jesucristo de ir por todo el mundo y hacer discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que Él les había mandado, según se lee en los Evangelios de Mateo 28, 19-20 y Marcos 16, 15.

Todavía, más. Si sobre esta tarea o misión fundamental de la Iglesia existe alguna duda, San Juan Pablo II también la recuerda en la encíclica Redemptoris missio: “La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está todavía muy lejana de su cumplimiento. Al término del segundo milenio de su venida, una mirada de conjunto a la humanidad demuestra que tal misión está todavía en los inicios y que tenemos que empeñarnos con todas las fuerzas en su servicio”.

Más adelante Jun Pablo II, agrega:

No obstante, debido también a los cambios modernos y a la difusión de nuevas concepciones teológicas, algunos se preguntan: ¿Es válida aún la misión entre los no cristianos? ¿No ha sido sustituida quizás por el diálogo interreligioso? ¿No es un objetivo suficiente la promoción humana? El respeto de la conciencia y de la libertad ¿no excluye toda propuesta de conversión? ¿No puede uno salvarse en cualquier religión? ¿Para qué, entonces, la misión?.

A continuación la nota completa de Infovaticana:

La Secretaría del Sínodo afirma que este es un «camino espiritual» y que «no basta con estructuras y normas», pero termina proponiendo, precisamente, más estructuras y más normas: nuevos equipos, nuevos órganos de participación, nuevas fases, nuevas herramientas digitales. Se planifican incluso celebraciones como el «Jubileo de los Equipos Sinodales» (24-26 de octubre de 2025).

Con un extenso documento, la Secretaría General del Sínodo ha presentado este lunes 7 de julio las Pistas para la fase de implementación del Sínodo, una guía para continuar el proceso iniciado en 2021 y que culminará, si se cumplen los plazos, en una nueva Asamblea Eclesial en octubre de 2028. El texto ha sido aprobado por el nuevo Papa León XIV, quien anima a seguir construyendo «una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, dialoga, siempre abierta a acoger (…) a todos aquellos que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, nuestro diálogo y nuestro amor».

Omisiones clamorosas

Llama la atención que en todo el documento no hay una sola línea sobre la crisis vocacional que asola buena parte de Europa y América. Ni una mención al derrumbe de la práctica sacramental, al abandono del sacramento de la confesión o al crecimiento de la confusión y la indiferencia doctrinal. Tampoco aparece la palabra «liturgia», pese a que la lex orandi —la forma en que la Iglesia reza— está en muchos lugares degradada hasta el absurdo.

La Eucaristía, centro de la vida cristiana, queda diluida en una nebulosa de expresiones genéricas como «cultura del encuentro» o «comunión misionera». En su lugar, se repite hasta la saciedad el término “sinodalidad” —más de 200 veces—, presentado como una suerte de panacea eclesial. Según el documento, «la sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia» y «el camino sinodal es, de hecho, poner en práctica lo que el Concilio enseñó».

Un calendario, pero sin propósito claro

El documento traza una planificación minuciosa: entre junio de 2025 y diciembre de 2026, implementación en diócesis; en 2027, asambleas de evaluación a nivel nacional y continental; y en 2028, una gran Asamblea Eclesial en Roma. «Cada Iglesia local podrá practicar la sinodalidad en su pastoral ordinaria», se afirma.

Se anima a los obispos a «promover dinámicas de discernimiento», a los equipos sinodales a «experimentar nuevas formas de escucha» y a las conferencias episcopales a «ofrecer momentos de reflexión compartida».

Pero, ¿para qué? El documento se cuida de entrar en temas sustantivos, y mucho menos de enfrentar los escándalos que empañan la credibilidad eclesial. Ni una palabra sobre el modo opaco y sin garantías jurídicas en que todavía se gestionan los casos de abusos. Se habla de «transparencia», pero solo como «cultura» o «valor», nunca como exigencia concreta.

Silencio ante la persecución real

Mientras se invocan nuevas «estructuras participativas» para «intercambiar dones» y «escuchar al Pueblo de Dios en toda su diversidad», no hay una sola referencia a la sangre derramada por mártires cristianos en Nigeria, Siria o la India.

En su lugar, se prioriza la «inclusión de los que han permanecido al margen», animando a las Iglesias locales a encontrar «herramientas de escucha adecuadas» en universidades, prisiones, redes digitales y «otros entornos periféricos».

La gran ausencia: Cristo

Llama poderosamente la atención que, en un texto supuestamente pastoral, el nombre de Jesucristo aparezca solo en fórmulas retóricas. No hay una llamada clara al arrepentimiento, ni a la santidad, ni a la fidelidad al Evangelio.

Se dice, sí, que «el Espíritu sigue inspirando a su Pueblo una unidad que es armonía en las diferencias», pero el centro de la fe parece sustituido por una fe en el proceso mismo.

La Secretaría del Sínodo afirma que este es un «camino espiritual» y que «no basta con estructuras y normas», pero termina proponiendo, precisamente, más estructuras y más normas: nuevos equipos, nuevos órganos de participación, nuevas fases, nuevas herramientas digitales. Se planifican incluso celebraciones como el «Jubileo de los Equipos Sinodales» (24-26 de octubre de 2025).

Conclusión

Estamos ante otro documento que elude los problemas graves y concretos que afectan a la Iglesia universal. No se habla del colapso doctrinal de muchas catequesis, del avance de la ideología agendista en ámbitos eclesiales, ni de la inmensa presencia de clérigos homosexuales con atracción hacia menores —una realidad que sigue siendo tabú. Se prefiere celebrar “la diversidad”, “la escucha” y “la creatividad misionera” en un tono indefinido e infantil.

Con la publicación de este documento en el boletín oficial de 7 de julio, el Vaticano ha optado por dar continuidad a un camino que parece no tener destino. Se nos invita a caminar juntos, pero no se dice hacia dónde. Porque sin la cruz de Cristo en el horizonte, el sinodalismo corre el riesgo de convertirse en lo que ya venía siendo, una peregrinación circular: mucha reunión, mucho proceso, y ninguna salvación.



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