XLVIII JORNADA MUNDIAL DE
LAS COMUNICACIONES SOCIALES
"En la primera parte del mensaje el Papa apunta reflexiones válidas para
los que no tienen una opción religiosa en la vida, pero que de igual manera,
están llamados a percibir o sienten la profunda valencia humana en el mundo de
la comunicación” dijo Monseñor Celli.
Ramón Antonio Pérez
@GuardianCatolic
Con Información de VIS
Ciudad del Vaticano, 24 enero de 2014.- El arzobispo Claudio Maria
Celli, Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales y la
profesora Chiara Giaccardi, de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán (Italia), presentaron en la
Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Mensaje del Santo Padre para la XLVIII
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales titulado “Comunicación
al servicio de una auténtica cultura del encuentro”.
“En el mensaje -ha explicado
el arzobispo Celli- emerge claramente la imagen de una Iglesia que quiere
comunicar, que quiere dialogar con el hombre y la mujer de hoy, consciente del
papel que le ha sido confiado en este contexto. El Papa ha reiterado muchas
veces el tema de la cultura del encuentro invitando a la Iglesia y a sus
miembros a confrontarse con algunas dimensiones y exigencias propias de esa
cultura.
Resaltó que “el mensaje
adquiere colores y frecuencias más profundas cuando se dirige a los discípulos
del Señor y es muy sugestiva la referencia a la parábola del buen samaritano
para ayudarnos a comprender la comunicación en términos de proximidad… Desde
esta perspectiva se plantea para todos nosotros, que intentamos ser discípulos
del Señor, un reto: el de descubrir que la red digital 'puede ser un lugar rico
de humanidad, no una red de hilos sin personas'”.
El Presidente del Pontificio
Consejo para las Comunicaciones Sociales ha subrayado que el mensaje es
“eminentemente franciscano” porque se entrevé una profunda sintonía entre la
imagen de la Iglesia que el Papa está trazando y el mundo de la comunicación.
“Es innegable que hablar de
cultura del encuentro es prestar atención al otro y la Iglesia no puede
sustraerse a la necesidad de 'acompañar, de ir más allá de la mera escucha; una
Iglesia que acompaña el camino poniéndose en camino con la gente'. Hay una
trilogía que resuena ampliamente en estos textos: cercanía, proximidad,
encuentro...Si la cultura del encuentro es atención y proximidad al ser humano
en aquello que es lo concreto de su singladura cotidiana, debe ser capaz, con
un diálogo respetuoso, de llevar al hombre y a la mujer de hoy al encuentro con
Cristo”.
"La Comunicación es una Conquista Humana"
En su intervención la
profesora Giaccardi ha observado que partiendo de la dimensión fundamental del
encuentro, el Papa ofrece en el documento al menos tres indicaciones claras
para interpretar el mundo contemporáneo donde los medios de comunicación, sobre
todo los digitales son casi omnipresentes.
“En primer lugar -ha dicho-
la comunicación es, en definitiva, una conquista humana más que tecnológica. La
tecnología puede facilitar u obstaculizar pero no nos determina....Si prevalece
lo antropológico sobre lo tecnológico, hay que rechazar cualquier determinismo:
la red no nos hace más sociables o más solos. No la utilicemos, pues, como
chivo expiatorio de responsabilidades que, en cambio, son nuestras. En segundo
lugar, entender la comunicación en términos de proximidad; decir que la
comunicación no es, sobre todo, transmisión de contenidos, sino reducción de
distancias es una pequeña revolución copernicana... Comprender la comunicación
como proximidad y no como transmisión (que puede tener lugar a distancia),
repercute profundamente en la educación, en la instrucción, en la
catequesis....En tercer lugar, cuando la palabra y la vida están en sintonía
profunda, el comunicador es creíble. El testimonio, o sea, la palabra encarnada
lleva calor y belleza a todas las rutas, incluidas las digitales”.
Por último, Giaccardi
citando la imagen del buen samaritano a la que el Papa recurre en el mensaje
como “parábola del comunicador”, ha recordado que el samaritano “no es un
técnico ni un especialista” y que “no bastan el saber ni el prestigio social
para hacernos capaces de comunicar, ni tanto menos humanos: es una advertencia
para la “iglesia de los funcionarios, pero también para los periodistas e
intelectuales y su mundo que, desde luego no es inmune a la referencia a sí
mismo”.
“Los periodistas pero
también los académicos - ha concluido- tienen que decidir de que parte estar:
el mundo está herido y se puede mostrar 'por derecho de crónica' esas heridas
bajo el pretexto de la neutralidad y la objetividad, pasando inmediatamente a
otra cosa. También se puede ser como bandoleros que distorsionan la realidad y
no se preocupan de las consecuencias de sus acciones y palabras, con tal de
sacar provecho. O se puede ser como el samaritano que mira con benevolencia al
herido... intenta ayudarlo como puede y llama a los demás una cadena contagiosa
sobre la base de su testimonio”
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MENSAJE DEL PAPA
PARA LA 48 JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES
SOCIALES
Ciudad del Vaticano, 23
enero 2014.- “Comunicación al servicio de una auténtica cultura del
encuentro” es el título del Mensaje del Papa Francisco para la XLVIII Jornada
Mundial de las Comunicaciones Sociales, única jornada mundial establecida por
el Concilio Vaticano II (Inter Mirifica, 1963), que se celebra el domingo
anterior a la fiesta de Pentecostés (el 1 de junio en el 2014).
El mensaje está fechado el
24 de enero, festividad de San Francisco de Sales, patrono de los
comunicadores. Ofrecemos a continuación el texto integral del documento:
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“Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro”
“Hoy vivimos en un mundo que
se va haciendo cada vez más "pequeño"; por lo tanto, parece que
debería ser más fácil estar cerca los unos de los otros. El desarrollo de los
transportes y de las tecnologías de la comunicación nos acerca, conectándonos
mejor, y la globalización nos hace interdependientes. Sin embargo, en la
humanidad aún quedan divisiones, a veces muy marcadas. A nivel global vemos la
escandalosa distancia entre el lujo de los más ricos y la miseria de los más
pobres. A menudo basta caminar por una ciudad para ver el contraste entre la
gente que vive en las aceras y la luz resplandeciente de las tiendas. Nos hemos
acostumbrado tanto a ello que ya no nos llama la atención. El mundo sufre
numerosas formas de exclusión, marginación y pobreza; así como de conflictos en
los que se mezclan causas económicas, políticas, ideológicas y también,
desgraciadamente, religiosas.
En este mundo, los medios de
comunicación pueden ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los
otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que
nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para
todos. Comunicar bien nos ayuda a conocernos mejor entre nosotros, a estar más
unidos. Los muros que nos dividen solamente se pueden superar si estamos
dispuestos a escuchar y a aprender los unos de los otros. Necesitamos resolver
las diferencias mediante formas de diálogo que nos permitan crecer en la
comprensión y el respeto. La cultura del encuentro requiere que estemos dispuestos
no sólo a dar, sino también a recibir de los otros. Los medios de comunicación
pueden ayudarnos en esta tarea, especialmente hoy, cuando las redes de la
comunicación humana han alcanzado niveles de desarrollo inauditos. En
particular, Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de
solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios.
Sin embargo, también existen
aspectos problemáticos: la velocidad con la que se suceden las informaciones
supera nuestra capacidad de reflexión y de juicio, y no permite una expresión
mesurada y correcta de uno mismo. La variedad de las opiniones expresadas puede
ser percibida como una riqueza, pero también es posible encerrarse en una
esfera hecha de informaciones que sólo correspondan a nuestras expectativas e
ideas, o incluso a determinados intereses políticos y económicos. El mundo de
la comunicación puede ayudarnos a crecer o, por el contrario, a desorientarnos.
El deseo de conexión digital puede terminar por aislarnos de nuestro prójimo, de
las personas que tenemos al lado. Sin olvidar que quienes no acceden a estos
medios de comunicación social –por tantos motivos-, corren el riesgo de quedar
excluidos.
Estos límites son reales,
pero no justifican un rechazo de los medios de comunicación social; más bien
nos recuerdan que la comunicación es, en definitiva, una conquista más humana
que tecnológica. Entonces, ¿qué es lo que nos ayuda a crecer en humanidad y en
comprensión recíproca en el mundo digital? Por ejemplo, tenemos que recuperar
un cierto sentido de lentitud y de calma. Esto requiere tiempo y capacidad de
guardar silencio para escuchar. Necesitamos ser pacientes si queremos entender
a quien es distinto de nosotros: la persona se expresa con plenitud no cuando
se ve simplemente tolerada, sino cuando percibe que es verdaderamente acogida.
Si tenemos el genuino deseo de escuchar a los otros, entonces aprenderemos a
mirar el mundo con ojos distintos y a apreciar la experiencia humana tal y como
se manifiesta en las distintas culturas y tradiciones. Pero también sabremos
apreciar mejor los grandes valores inspirados desde el cristianismo, por
ejemplo, la visión del hombre como persona, el matrimonio y la familia, la
distinción entre la esfera religiosa y la esfera política, los principios de
solidaridad y subsidiaridad, entre otros.
Entonces, ¿cómo se puede
poner la comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro? Para
nosotros, discípulos del Señor, ¿qué significa encontrar una persona según el
Evangelio? ¿Es posible, aun a pesar de nuestros límites y pecados, estar
verdaderamente cerca los unos de los otros? Estas preguntas se resumen en la
que un escriba, es decir un comunicador, le dirigió un día a Jesús:
"¿Quién es mi prójimo?" . La pregunta nos ayuda a entender la comunicación
en términos de proximidad. Podríamos traducirla así: ¿cómo se manifiesta la
"proximidad" en el uso de los medios de comunicación y en el nuevo
ambiente creado por la tecnología digital? Descubro una respuesta en la
parábola del buen samaritano, que es también una parábola del comunicador. En
efecto, quien comunica se hace prójimo, cercano. El buen samaritano no sólo se
acerca, sino que se hace cargo del hombre medio muerto que encuentra al borde
del camino. Jesús invierte la perspectiva: no se trata de reconocer al otro
como mi semejante, sino de ser capaz de hacerme semejante al otro. Comunicar
significa, por tanto, tomar conciencia de que somos humanos, hijos de Dios. Me
gusta definir este poder de la comunicación como "proximidad".
Cuando la comunicación tiene
como objetivo preponderante inducir al consumo o a la manipulación de las
personas, nos encontramos ante una agresión violenta como la que sufrió el
hombre apaleado por los bandidos y abandonado al borde del camino, como leemos
en la parábola. El levita y el sacerdote no ven en él a su prójimo, sino a un
extraño de quien es mejor alejarse. En aquel tiempo, lo que les condicionaba
eran las leyes de la purificación ritual. Hoy corremos el riesgo de que algunos
medios nos condicionen hasta el punto de hacernos ignorar a nuestro prójimo
real.
No basta pasar por las
"calles" digitales, es decir simplemente estar conectados: es
necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. No podemos
vivir solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados.
Necesitamos ternura. Las estrategias comunicativas no garantizan la belleza, la
bondad y la verdad de la comunicación. El mundo de los medios de comunicación
no puede ser ajeno de la preocupación por la humanidad, sino que está llamado a
expresar también ternura. La red digital puede ser un lugar rico en humanidad:
no una red de cables, sino de personas humanas. La neutralidad de los medios de
comunicación es aparente: sólo quien comunica poniéndose en juego a sí mismo
puede representar un punto de referencia. El compromiso personal es la raíz
misma de la fiabilidad de un comunicador. Precisamente por eso el testimonio
cristiano, gracias a la red, puede alcanzar las periferias existenciales.
Lo repito a menudo: entre
una Iglesia accidentada por salir a la calle y una Iglesia enferma de
autoreferencialidad, prefiero sin duda la primera. Y las calles del mundo son
el lugar donde la gente vive, donde es accesible efectiva y afectivamente.
Entre estas calles también se encuentran las digitales, pobladas de humanidad,
a menudo herida: hombres y mujeres que buscan una salvación o una esperanza.
Gracias también a las redes, el mensaje cristiano puede viajar "hasta los
confines de la tierra". Abrir las puertas de las iglesias significa
abrirlas asimismo en el mundo digital, tanto para que la gente entre, en
cualquier condición de vida en la que se encuentre, como para que el Evangelio
pueda cruzar el umbral del templo y salir al encuentro de todos.
Estamos llamados a dar
testimonio de una Iglesia que sea la casa de todos. ¿Somos capaces de comunicar
este rostro de la Iglesia? La comunicación contribuye a dar forma a la vocación
misionera de toda la Iglesia; y las redes sociales son hoy uno de los lugares
donde vivir esta vocación redescubriendo la belleza de la fe, la belleza del
encuentro con Cristo. También en el contexto de la comunicación sirve una
Iglesia que logre llevar calor y encender los corazones.
No se ofrece un testimonio
cristiano bombardeando mensajes religiosos, sino con la voluntad de donarse a
los demás "a través de la disponibilidad para responder pacientemente y
con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de búsqueda de la verdad y
del sentido de la existencia humana.
Pensemos en el episodio de
los discípulos de Emaús. Es necesario saber entrar en diálogo con los hombres y
las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y
poder ofrecerles el Evangelio, es decir Jesucristo, Dios hecho hombre, muerto y
resucitado para liberarnos del pecado y de la muerte. Este desafío requiere
profundidad, atención a la vida, sensibilidad espiritual. Dialogar significa
estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, acoger su punto de
vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las propias ideas y
tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas.
Que la imagen del buen
samaritano que venda las heridas del hombre apaleado, versando sobre ellas
aceite y vino, nos sirva como guía. Que nuestra comunicación sea aceite
perfumado para el dolor y vino bueno para la alegría. Que nuestra luminosidad
no provenga de trucos o efectos especiales, sino de acercarnos, con amor y con
ternura, a quien encontramos herido en el camino. No tengan miedo de hacerse ciudadanos
del mundo digital. El interés y la presencia de la Iglesia en el mundo de la
comunicación son importantes para dialogar con el hombre de hoy y llevarlo al
encuentro con Cristo: una Iglesia que acompaña en el camino sabe ponerse en
camino con todos. En este contexto, la revolución de los medios de comunicación
y de la información constituye un desafío grande y apasionante que requiere
energías renovadas y una imaginación nueva para transmitir a los demás la
belleza de Dios”
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