Monseñor
Reinaldo Del Prette recordó que el Padre Santos, fue el autor de “Mi Catecismo”,
manual con el cual un sin número de católicos venezolanos y de otras nacionalidades, hicieron su catequesis para los
sacramentos de Iniciación cristiana
Ramón Antonio Pérez / @GuardianCatolic
Valencia, 15 de marzo de 2016.- “Un
agradecimiento profundo al padre Santos Lorenzana por su 43 años de servicio misionero
y pastoreo del rebaño” en tierras venezolanas, fueron las sentidas palabras
del arzobispo de Valencia, monseñor Reinaldo Del Prette, durante la despedida
al Operario Diocesano que partirá hacia España, luego de permanecer durante “50
años de entrega a la vida evangélica en
Venezuela”.
En efecto,
durante una eucaristía que fue concelebrada en la mañana de este 15 de marzo,
en el Seminario de Valencia, el clero rindió un homenaje de despedida a Santos
Lorenzana, que entre las variadas tareas cumplidas en esta iglesia, siempre
estuvo al servicio de los enfermos y del personal de salud, en el Hospital Central
de Valencia.
Con anterioridad, una entrevista
enviada a esta redacción por el padre Antonio Arocha, director de Presencia
Pastoral y del servicio de catequesis de la iglesia valencia, recordaba el
trabajo realizado por el insigne sacerdote que regresa a su nativa España. A continuación la entrevista:
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El Padre Santos Lorenzana, “el
puntico blanco” del Hospital Central de Valencia
El
Operario Diocesano, Santos Lorenzana, luego de 50 años de servicio misionero en
Venezuela regresa a su país natal, España.
Padre Antonio Arocha, Presencia Pastoral
El pasado jueves
10 de marzo, en horas de la tarde fuimos recibido cordialmente en la Villa
Mosén Sol de Valencia, o mejor conocida como la casa de cursillo en el sector
la Alegría por el Reverendo padre Santos Lorenzana, quien ya estaba listo para
responder a las preguntas que teníamos preparadas para esta histórica
entrevista, pues en unos días después de 50 años de presencia en Venezuela su
superior de la fraternidad de los padres operarios le ha pedido de regresar a
España, a una casa de retiro cerca de
Madrid. Lo recordarán los valencianos como el puntico blanco que a cualquier
hora se encontraba visitando los enfermos del Centro Hospitalario “Dr. Enrique
Tejera” de la ciudad de Valencia.
El Padre Santos
Lorenzana nació el año 1928, en un pueblito que se llama Villarroañe, rodeado
de ríos, el Esla y Bernesga, se encuentra a 12 kilómetros al sur de León en
España. Sus Padres eran muy humildes, labradores de la tierra. Don José y doña
Josefa tuvieron cinco hijos de los cuales el mayor es el sacerdote. Su mamá y
su papá nunca se opusieron a que entrara al seminario. Su mamá la recuerda con
carácter fuerte, y a su papá como un padre muy callado. Vivió la postguerra y
recuerda haber tocado las campanas para celebrar la llegada de Franco al poder.
¿Cómo nació su vocación sacerdotal?
Desde muy
jovencito crecí con la idea de ser sacerdote o fraile, ya que el ambiente de mi
casa era muy favorable. Recuerdo a un sacerdote, don Domingo, muy carismático
(lágrimas) y empezó a buscar por el pueblo a ver quién tenía vocación al
sacerdocio y yo pasé la prueba. Entonces entraron muchas vocaciones al
seminario, estamos hablando del año 1940, había una gran cantidad de vocaciones
para esa época, después de la victoria de Franco. En mi curso entraron 75
seminaristas al seminario menor. Era una época de muchas vocaciones, claro
muchas veces se mezclaba con el hambre, ya que había mucha necesidad y algunos
entraban al seminario menor para asegurar su comida.
¿Dónde realizó sus estudios con miras al sacerdocio?
Comencé en el
seminario de Burgos, que ese año que yo entré duró solo uno, ya que luego fue
trasladado el aspirantado a Salamanca y adaptado para acoger muchos jóvenes.
Recuerdo la historia del sacerdote Liberio, asesinado mártir, lo buscaron y le
aplicaron todos los tormentos de la pasión, lo arrastraron por las calles y al
final lo querían crucificar, pero decidieron fusilarlo y él pidió que fuera de
frente para poder bendecirlos. (Lágrimas) Nosotros oíamos eso, éramos jóvenes
seminaristas y entonces había un ambiente de martirio. Nunca tuvimos miedo. En
Salamanca estudié latín y humanidades íbamos a estudiar a la Universidad de
Salamanca, allí estudié la teología hasta el año 1952, que se celebraba el
trigésimo quinto Congreso Eucarístico de Barcelona, allí fuimos ordenados 820
sacerdotes de toda España y algunos de Portugal, era un acontecimiento
nacional, la ordenación era el acto más importante del congreso, eran 24
altares, cada obispo con su grupo, hubo una presencia masiva de fieles, dentro
del campo de futbol. Todos entonaban el himno del congreso eucarístico,
recuerdo un pedazo del coro: “Cristo en todas las almas y en el mundo la paz”
Tuve que recibir la dispensa canónica para poder recibir la ordenación
sacerdotal ya que no tenía la edad, me faltaban unos días para cumplir 24 años.
Mis padres por ser pobres no pudieron participar de la ordenación, realmente de
mi pueblo vino una sola persona en representación de todos.
¿Cuál fue su primer encargo pastoral, después de la
ordenación sacerdotal?
Estuve
trabajando en el seminario de Salamanca como formador, allí pasé mis primeros
años como sacerdote. Hasta que mis superiores decidieron enviarme a Venezuela.
¿Cómo fue la experiencia de los primeros años en
Venezuela?
Llegué a
Venezuela en Barco, el 10 de febrero de 1966. Me encontré con un país pujante,
con mucha alegría y entusiasmo, me recibieron en el Puerto de la Guaira, don
Hermógenes Castaño y otro sacerdote. Luego de unos días a Caracas, pasé a mi
destino. En autobús y en Chalana llegué a
la parroquia de San Buenaventura, de una parte de San Félix en una zona que se
llama el Roble, una parroquia inmensa, los límites eran los ríos. En el paso
Caruachi vi Guacamayas al aire libre, comiendo mangos. En esa zona di mucha
catequesis, realizando unas hojas multicopiadas, para enseñar lo esencial a los
niños que iban hacer la primera comunión. Muchas veces tenía que montarme en
las chalanitas para llegar hasta el sitio para encontrarme con algunos
habitantes y darle catequesis. En el Caroní me llamaba la atención ver hombres
con muchas heridas en las manos y en la cara y es que muchas veces heridos ya
que cuando entraban al rio eran agredidos por los Caribes. Era duro en aquella
comunidad dar catequesis debajo de un techo improvisado, muchas veces llevando
sol. En esa parroquia duré siete años.
Luego de esa experiencia misionera, lo trasladan a
Valencia
Si, de allí me
pasaron a Valencia, a la parroquia San Juan María Vianney, de vicario
parroquial, donde estuve 18 años. Como siempre exploré la parte más abandonada,
como por ejemplo en este caso me fui a la zona del Socorro y la Florida. Donde
dejé construidas las dos capillas. Esas construcciones me costaron mucho, tenía
que pedir dinero a la gente, comencé a visitar a muchas empresas. “No me vayan
a dar dos o cinco bolívares”, era casi mi lema diario y las personas me decían
que me conformara. También construimos la capilla de Colinas de Guacamaya. En
ese lugar celebraba la misa pero era particular que nadie estaba casado por la
Iglesia y entonces de un momento a otro santificamos los hogares. (Lágrimas)
Fueron experiencias inolvidables. En estos días me hicieron una bella
despedida.
Usted es el autor de un catecismo muy popular, ¿Cómo
nació esa idea?
El catecismo
nació por la idea de que el entonces obispo de Valencia, el Excmo. Mons. Luis
Eduardo Henríquez quería elaborar un catecismo, nombró una comisión presidida
por Mons. Eleazar Aguilar, a quién por cierto le gustaba mucho la
catequesis, y había que traer el
proyecto a la reunión del clero. Mons. Aguilar le presentó su catecismo al
obispo. Luego tuve la oportunidad de revisarlo y me di cuenta que tenía una
cantidad de defectos, por ejemplo no decía que el pecado era mortal, unas
definiciones de la misa incompletas. Yo le hice el comentario al obispo e
inmediatamente me nombró parte de la comisión e hice el catecismo. A algunos no
les gustó, porque estaba muy atrasado y me hizo la observación que no explicaba
los mandamientos. La primera edición salió en el 1976, tuve como referencia el catecismo
del Padre Gaspar Astete. Al obispo le gustó mucho y entonces me dio el permiso
para publicarlo. Todavía sigue publicándose. Los niños les encanta memorizar y
ese funcionaba bien. Luego fueron saliendo más y más catecismo. Primero los
paulinos y luego trípode. El problema de la catequesis de fondo depende del
catequista, ellos deben ayudar a los padres que deben enseñar a los niños, con
exigencias para la vida. En Venezuela no hay estadísticas de cuantos se
repartieron, hasta los buhoneros lo duplicaron sin permiso. También llegó a
Colombia, Panamá y Puerto Rico. Es un catecismo sencillo que llegó a la gente
sencilla. Luego de la publicación del catecismo de la Iglesia católica yo le
hice algunas adaptaciones a mi catecismo. También el segundo arzobispo de
Valencia, hoy Cardenal Urosa estuvo de acuerdo con mi catecismo.
Usted ha sido un sacerdote muy involucrado en las
actividades de la diócesis, inclusive con cargos de mucha responsabilidad.
Si, Mons.
Henríquez me nombró secretario del consejo presbiteral y luego el consejo de
consultores, por más de 25 años, duró hasta ahora que entregué a la curia todas
las actas. Conozco muy bien la Arquidiócesis, también fui secretario de visitas
de Monseñor Troconis. La arquidiócesis de valencia la vi siempre muy activa,
preocupada por sus sacerdotes, para que cumplan bien su trabajo. Cuando llegué
a Valencia vi una gran riqueza en las reuniones del clero, la celebración, la
fraternidad, las confesiones. (Lágrimas). Tuve contacto directo con el clero de
Valencia. Me llevo en el corazón a mis exalumnos, será para mí un problema no
tenerlos tan cerca. El clero a pesar de su diferencia, veo algunos muy
excelentes. Las relaciones con los cinco obispos en Valencia fueron muy
fraternas. Recuerdo una anécdota con Mons. Henríquez. Yo andaba pidiendo dinero
para la construcción de los templos y en una oportunidad me detuvo la policía y
me llevaron a la curia y allí estaba el arzobispo, pero el padre que estaba
allí dijo que si era sacerdote. Luego el arzobispo me llamó a su despacho y me
dio una carta para autorizarme a pedir el dinero. El cardenal Urosa, admiraba
mi trabajo en el hospital, siento que me apreciaba mucho. Con Mons. Nelson
Martínez trabajé en los sinodales, junto al actual arzobispo. En el año 1990,
Urosa visitó a la parroquia san Juan María Vianney y le dije dos frases de
Griego, y él me respondió desde hoy serás el profesor de Griego en el
seminario. Donde comencé en el año 1991. También fui profesor de latín y
últimamente del Sacramento de la penitencia.
Hay un servicio pastoral por el cual usted será
siempre recordado. ¿Cómo fue la experiencia con los enfermos?
Treinta años de
capellán del Hospital Central de Valencia y posteriormente la clínica de la
Viña. En el contacto con el hospital también pude ver muchos presos de Tocuyito
como pacientes en el hospital. Hubo muchos problemas siempre, sobre todo la
parte material. En algunos casos no había camillas y lo ponían en el suelo, yo
tenía que arrodillarme para administrarles los sacramentos. También cuando los
ascensores estaban dañados. Era terrible ver a un enfermo traslados por
escaleras. Últimamente vi la situación más crítica en el hospital, mucha
basura. Y después la saturación de personas. Lo más gratificante es ver que a
veces responde la gente. Una vez llegó un hombre herido como con cinco balas,
era santero, nunca lo negó, yo le pregunté para que tantos collares, el me
respondió para protegerme. Yo le dije ¿Y te protegió?…y al final milagrosamente
me los entregó. (Lágrimas) Era muy duro ser párroco y atender el hospital.
Usted ha sido un
sacerdote perseverante. ¿Cuál es la tentación más fuerte de un sacerdote?
Voy a cumplir el
31 de mayo 64 años de sacerdote. La tentación de la carne es la más fuerte del
sacerdote. El mundo está muy perdido y tiene que haber una lucha fuerte. El
sacerdocio mismo es lo más bello del sacerdocio, poder celebrar la misa. Si
vuelvo a nacer vuelvo a ser sacerdote y volvería a Venezuela. Porque es un país
es hermoso, siento mucho dejarlo. Venezuela se puede recuperar a pesar de todo
el desastre por la cantidad de riquezas, por ejemplo la explotación de las
minas de oro de cualquier manera. Me regreso a España dejando a Venezuela en
una crisis terrible. Bueno pues, me voy con una espina en el corazón que
Venezuela no se compone. (Lágrimas) Hay que pedirle a Dios, que se fije en
Venezuela.
¿Cuál sería su consejo al nuevo capellán del
hospital central?
Que atienda a
los enfermos y les dé la posibilidad de vivir el cristianismo, la gracia de Dios
en medio de la enfermedad.
Un mensaje a los
catequistas de la arquidiócesis de Valencia: Que cumplan su función de dar a
conocer a Cristo a los niños y a todos.
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