“Compartir la gracia del Bautismo crea un lazo indisoluble entre
nosotros los cristianos”, dijo el papa Francisco en la audiencia general de
este miércoles 20 de enero de 2016 en el aula Pablo VI del Vaticano.
“Esta experiencia de gracia crea un vínculo indisoluble entre los
bautizados, de modo que nos consideremos realmente hermanos y miembros de un
solo pueblo de Dios”, animó.
Después de hablar en otras ocasiones del ‘ecumenismo de la sangre’
para unir a los cristianos alrededor de los miles de ‘hermanos’ perseguidos por
su fe, el Pontífice ahondó en el tema del Bautismo como ‘gracia común’ para
exhortar por la unidad de católicos, protestantes y ortodoxos.
La ocasión es también significativa debido a la celebración por
parte de la Iglesia de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos del
18 al 25 de enero. Por ello, citó la primera carta de san Pedro que centra esta
oración.
Del mismo modo, aseguró: “todos nosotros, durante esta Semana de
Oración, estamos llamados a redescubrir nuestro bautismo, y a hacerlo juntos
todos los cristianos, católicos, protestantes y ortodoxos, dejando atrás lo que
nos divide”.
“Compartir el Bautismo significa que todos somos pecadores y que
necesitamos la salvación que Dios nos ofrece”, explicó.
Al inicio de la catequesis recordó que el Concilio Vaticano II
apoya esta alianza a través del “vínculo sacramental de la unidad” que existe
entre los que por medio de Dios “han sido regenerados”.
Un ecumenismo concreto – según Francisco – de unidad cristiana que
pasa a través de la realización de las obras de Misericordia (corporales y
espirituales) en el contexto del Año Santo del Jubileo de la Misericordia
abierto en diciembre 2015 y que concluye en noviembre 2016.
Así, invitó a los cristianos a “transmitir a los otros la misericordia
recibida, empezando por los pobres y abandonados”.
“Nadie está excluido de la misericordia de Dios” recordó.
En ocasión del Ángelus del domingo
10 de enero, el
papa Francisco había reiterado a los fieles de recordar y celebrar el día de su
Bautismo porque es el signo del ‘renacimiento como hijos de Dios’.
Al final, saludó a los numerosos fieles de América Latina y España
congregados en el aula Pablo VI.
—Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hemos escuchado el texto bíblico que este año guía la reflexión en
la Semana de Oración por la unidad de los cristianos, que va del 18 al 25 de
enero. Esta cita de la Primera Lectura de San Pedro ha sido elegida por un
grupo ecuménico de Letonia, encargado por el Consejo Ecuménico de las Iglesias
y por el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos.
En el centro de la catedral luterana de Riga hay una fuente
bautismal que se remonta al siglo XII, en la época en la que Letonia fue
evangelizada por san Mainardo. Esta fuente es el signo elocuente del origen de
la fe reconocida por todos los cristianos de Letonia, católicos, luteranos y
ortodoxos. Este origen es nuestro común Bautismo. El Concilio Vaticano II
afirma que “el Bautismo constituye el vínculo sacramental de la unidad que
existe entre los que por medio de él han sido regenerados” (Unitatis
redintegratio, 22).
La Primera Epístola de Pedro se dirige a la primera generación de
cristianos para que sean conscientes del don recibido con el Bautismo y de las
exigencias que este comporta. También nosotros, en esta Semana de oración,
estamos invitados a redescubrir esto, y a hacerlo juntos yendo más allá de
nuestras divisiones.
Antes que nada, compartir el Bautismo significa que todos somos
pecadores y que necesitamos ser salvados, redimidos, liberados del mal. Y este
es el aspecto negativo, que la Primera Epístola de Pedro llama “tinieblas”
cuando dice: “(Dios) os ha llamado fuera de las tinieblas para conduciros a su
luz maravillosa”. Esta es la experiencia de la muerte, que Cristo ha hecho
propia, y que se simboliza en el Bautismo, al ser sumergidos en el agua de la
que se emerge, símbolo de la resurrección a una nueva vida en Cristo.
Cuando nosotros, los cristianos, decimos que compartimos un solo
Bautismo, afirmando que todos nosotros, católicos, protestantes y ortodoxos,
compartimos la experiencia del ser llamados de las tinieblas impías y
alienantes, al encuentro con el Dios vivo, lleno de misericordia. Todos,
desgraciadamente, tenemos experiencia del egoísmo que genera división,
cerrazón, desprecio. Volver a partir del Bautismo significa reencontrar la
fuente de la misericordia, fuente de esperanza para todos, porque nadie está
excluido de la misericordia de Dios.
El compartir esta gracia crea un vínculo indisoluble entre
nosotros los cristianos, porque, en virtud del Bautismo, podemos considerarnos
todos realmente hermanos. Somos realmente el pueblo santo de Dios, también
incluso cuando a causa de nuestros pecados, no somos un pueblo verdaderamente
unido. La misericordia de Dios, que obra en el Bautismo, es más fuerte que
nuestras divisiones.
En la medida en la que acogemos la gracia de la misericordia,
somos capaces de integrarnos plenamente en el pueblo de Dios, y somos capaces
de anunciar a todos sus obras maravillosas, partiendo precisamente de un
sencillo testimonio de unidad fraterna. Nosotros, los cristianos, podemos
anuncia a todos la fuerza del Evangelio comprometiéndonos a compartir las obras
de misericordia corporales y espirituales. Este es un testimonio concreto de
unidad.
En conclusión, queridos hermanos y hermanas, todos nosotros, por
la gracia del Bautismo, hemos obtenido la misericordia de Dios y hemos sido
acogidos en su pueblo. Todos, católicos, ortodoxos y protestantes, formamos un
sacerdocio real y una nación santa. Esto significa que hemos recibido una
misión común, que es la de transmitir la misericordia recibida a los demás,
partiendo de los más pobres y abandonados. Durante esta Semana de Oración,
recemos para que todos nosotros, los discípulos de Cristo, encontremos la forma
de colaborar juntos para llevar la misericordia del Padre a todos los rincones
de la tierra.
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