Ramón Antonio Pérez /
@GuardianCatolic
Caracas, 25 de agosto de 2015.- “Quiero anunciar que como parte de las medidas para
restablecer el orden y la paz, he decidido activar un estado de excepción
constitucional en los municipios fronterizos”, dijo Nicolás Maduro la noche del
pasado 21 de agosto, tal vez a conciencia de que los verdaderos afectados no
eran los enemigos citados en sus argumentos, sino los ciudadanos que transitan
o habitan en la frontera entre Venezuela y Colombia.
Al estado de excepción se
sumó el cierre por tiempo indefinido de la frontera en San Antonio del Táchira,
y que en un principio duró 72 horas tras el ataque sufrido por tres militares
venezolanos. La medida excepcional está prevista durar 60 días prorrogables y
afecta los municipios Bolívar, Ureña, Junín, Capacho Libertad y Capacho
Independencia. Es dirigida por el gobernador del Táchira José Gregorio Vielma
Mora.
El cierre también contempla
la activación del plan de seguridad denominado OLP (Operación para la
Liberación del Pueblo) en la zona fronteriza para combatir el contrabando
ejecutado por supuestos paramilitares en la zona.
La experiencia de la Hermana Blanca Griselis
Entre los afectados estaba la religiosa venezolana Blanca Griselis Velásquez (Hermanas del Ángel de la Guarda), a quien le tocó vivir las primeras horas de este drama que ahora se profundiza en la frontera colombo-venezolana, según contó de tal experiencia.
Cuando se tomó esta decisión
no se pensó que estamos en época de vacaciones y que son muchas las familias
que por largos años han venido a Venezuela y son colombo–venezolanas, lamentó
la religiosa.
"Hay padres y madres
colombianos con hijos venezolanos, y hay padres y madres venezolanos con hijos
colombianos. Hay quienes tienen la doble nacionalidad. Hay quienes viven del
lado venezolano y estudian del lado colombiano, hay quienes viven del lado
colombiano y estudian del lado venezolano", explicó.
Blanca Griselis se pregunta
si son nuevos los problemas fronterizos: “¿Es nuevo, el contrabando, la
matraca, la corrupción, la guerrilla, los paramilitares? Puede que por diversas
razones se hayan agudizado los problemas, pero no se puede tomar una decisión
tan arbitraria sin tomar en cuenta las consecuencias que trae, y he allí el
drama”.
Según la religiosa, desde
antes de las 4 de la mañana había gente en la valla de alambre en el puente que
divide a los dos países. “Los soldados que estaban sólo decían “no sabemos,
tienen que esperar”, y la espera era tan larga, que se agolparon más de 500
personas”, contó.
“Había un gran número de
mujeres, embarazadas, madres con sus niños menores de edad, personas enfermas,
ancianos” que a pleno sol esperaban y “nadie decía nada”, recordó.
“Aquí no valía el llanto de
las madres, el llanto de los niños, la tristeza de los ancianos, aquí sólo
valía una decisión que no ha medido consecuencias, porque se ha dejado llevar
de la rabia y de la ira”, acotó la religiosa.
Las preguntas nuevamente se
agolparon en la cabeza de la Hermana Griselis: “¿Rabia contra quién? ¿Contra un
pueblo? ¿Quiénes podemos llamarnos de raza pura? ¿Quiénes no tenemos en
nuestros ancestros personas de otras nacionalidades? ¿Cómo no dolerme ante las
personas que pasaban frente a nosotros como deportados?”.
¿Cómo pasamos la frontera?
Blanca Griselis narró que a fuerza de presión las autoridades venezolanas pasaron dos buses “para traer hermanos colombianos deportados, todos los que estábamos allí pasamos la valla y nos fuimos con nuestros equipajes caminando”.
Y prosiguió: “Fuimos presionando
y llegamos hasta la otra valla, donde un flamante aviso dice: Bienvenido a la
República Bolivariana de Venezuela”. Había más de 300 personas, y no les quedó
sino decir que había que organizarse para “dar la salida”.
Comentó que mientras
estuvieron del lado colombiano “varias personas y autoridades nos ofrecieron
agua, pan, y hasta sopa para algunas madres con sus hijos”.
Cuando llegaron a San
Antonio del Táchira encontraron “un pueblo adolorido, con todo su comercio
cerrado, con la gente llena de temor”. Señaló que en ese lado de la frontera
también había personas “que al igual que nosotros, querían pasar para
Colombia”; sin embargo, indicó: “a ellos nadie se atrevió a ofrecerles nada”.
"Si perdimos los
vuelos, las conexiones, a nadie le importó, si no tenías dinero para llegar a
San Cristóbal no era problema de nadie -protestó-. Nos llevaron hasta una calle
y allí cada quien que resolviera.
"Uno de los problemas
que le pregunté al personal de migración fue el sello de pasaporte de entrada
de Venezuela, porque al salir había sellado la salida -relató-. Me dijeron:
"No sé señora, porque todo el personal está en esta situación de
emergencia y no está la oficina abierta", así que me vine sin sellar la entrada
al país".
"Al final llegué junto
a muchas personas a San Cristóbal y finalmente a Caracas, hoy a las 12 del
mediodía. Agradezco a Dios y a mi ángel de la Guarda que me cuidaron y nos
cuidaron en el camino", comentó finalmente la Hermana Blanca Griselis.
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