El mensaje final
considera que la “globalización, secularización y nuevos escenarios de la
sociedad, migraciones, incluso con las dificultades y sufrimientos que
conllevan, deben ser oportunidad de evangelización”. “No se trata de encontrar
nuevas estrategias como si el Evangelio hubiera que difundirlo como un producto
de mercado, sino de redescubrir los modos con los que las personas se acercan a
Jesús”.
Ramón Antonio Pérez
Ciudad del Vaticano, 26 octubre
2012.- La Oficina de Prensa de la
Santa Sede presentó la tarde del miércoles el Mensaje final de la XIII Asamblea
General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (7 al 28 de octubre de 2012), con
el tema: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.
El
Cardenal Giuseppe Betori, arzobispo de Florencia (Italia), y presidente de la Comisión
para el Mensaje, fue uno de los encargados de dar a conocer el documento junto
a los arzobispos Pierre-Marie Carré, de Montpellier (Francia), secretario
especial y el vicepresidente, Luis Antonio G. Tagle, de Manila (Filipinas).
Los
padres sinodales aseguran en el documento que el reto de la nueva
evangelización es para todas las regiones del mundo, “tanto las de antigua como las de
reciente evangelización” y consideran que la clave es el encuentro
personal con Jesús.
También
asignaron tareas específicas para cada continente. América Latina fue invitada “a
vivir la misión permanente para hacer frente a los desafíos del presente como
la pobreza, la violencia, también en las nuevas condiciones de pluralismo
religioso”.
Se
ofrece a continuación una síntesis del texto:
“Al
inicio del documento los obispos recuerdan el pasaje evangélico de Juan que
narra el encuentro de Jesús con la samaritana en el pozo: es la imagen del
hombre contemporáneo con una ánfora vacía, que tiene sed y nostalgia de Dios, y
hacia el que la Iglesia debe dirigirse para hacerle presente al Señor. Y como
la samaritana, quien encuentra a Jesús no puede hacer otra cosa sino
convertirse en testigo del anuncio de salvación y esperanza del Evangelio”.
Mirando
de una manera más concreta al contexto de la nueva evangelización, el Sínodo
recuerda, por tanto, la necesidad de reavivar la fe que corre el riesgo de
oscurecerse en los contextos culturales actuales, también frente al
debilitamiento de la fe en muchos bautizados. El encuentro con el Señor, que
revela a Dios como amor, sucede sólo en la Iglesia como forma de comunidad
acogedora y experiencia de comunión; desde aquí, entonces, los cristianos pasan
a ser sus testigos en otros lugares”.
“Sin
embargo, la Iglesia afirma que para evangelizar hay que estar, ante todo,
evangelizados y lanza un llamada - empezando por ella misma - a la conversión,
porque la debilidad de los discípulos de Jesús pesan sobre la credibilidad de
la misión. Conscientes del hecho de que el Señor es la guía de la historia y
que, por tanto, el mal no tendrá la última palabra, los obispos invitan a los
cristianos a vencer el miedo con la fe y a mirar el mundo con sereno coraje
porque, aunque éste está lleno de contradicciones y retos, sigue siendo el
mundo que Dios ama. Por consiguiente, nada de pesimismo: globalización,
secularización y nuevos escenarios de la sociedad, migraciones, incluso con las
dificultades y sufrimientos que conllevan, deben ser oportunidad de
evangelización. Porque no se trata de encontrar nuevas estrategias como si el
Evangelio hubiera que difundirlo como un producto de mercado, sino de
redescubrir los modos con los que las personas se acercan a Jesús”.
“El
mensaje mira a la familia como lugar natural de la evangelización e insiste en
que debe ser sostenida por la Iglesia, la política y la sociedad. Dentro de la
familia, se resalta el papel especial de las mujeres y se recuerda la situación
dolorosa de los divorciados y vueltos a casar: aunque se reconfirma la
disciplina sobre al acceso a los sacramentos, se insiste en que no están
abandonados por el Señor y que la Iglesia es la casa que acoge a todos. El
mensaje cita también la vida consagrada, testimonio del sentido ultraterrenal
de la existencia humana, y las parroquias como centros de evangelización;
recuerda la importancia de la formación permanente para los sacerdotes y los
religiosos e invita a los laicos (movimientos y nuevas realidades eclesiales) a
evangelizar permaneciendo en comunión con la Iglesia. La nueva evangelización
acoge favorablemente la cooperación con las otras Iglesias y comunidades
eclesiales, también ellas movidas por el mismo espíritu de anuncio del
Evangelio. Se presta particular atención a los jóvenes, en una perspectiva de
escucha y de diálogo para recuperar, y no mortificar, su entusiasmo”.
“A
continuación, el mensaje mira al diálogo de distintas maneras: con la cultura,
que necesita una nueva alianza entre fe y razón; con la educación; con la
ciencia que cuando no encierra al hombre en el materialismo se convierte en una
aliada de la humanización de la vida; con el arte; con el mundo de la economía
y el trabajo; con los enfermos y los que sufren; con la política, a la cual se
pide un compromiso desinteresado y transparente del bien común; con las otras
religiones. En particular, el Sínodo insiste en que el diálogo interreligioso
contribuye a la paz, rechaza el fundamentalismo y denuncia la violencia contra los
creyentes. El mensaje recuerda las posibilidades que ofrecen el Año de la Fe,
la memoria del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica. Por
último, indica dos expresiones de la vida de fe, especialmente significativas
para la nueva evangelización: la contemplación, donde el silencio permite
acoger mejor la Palabra de Dios, y el servicio a los pobres, para reconocer a
Cristo en sus rostros”.
“En
la última parte, el mensaje mira a las Iglesias de las distintas regiones del
mundo y a cada una de ellas les dirige palabras de aliento para el anuncio del
Evangelio: a las Iglesias de Oriente les desea que puedan practicar la fe en
condiciones de paz y de libertad religiosa; a la Iglesia de África le pide que
desarrolla la evangelización en el encuentro con las antiguas y las nuevas
culturas, haciendo después un llamamiento a los gobiernos para que cesen los
conflictos y la violencia. Los cristianos de América del Norte, que viven en
una cultura con muchas expresiones lejanas del Evangelio, deben mirar a la
conversión, a ser abiertos para acoger a los emigrantes y refugiados. Se invita a América Latina a vivir la
misión permanente para hacer frente a los desafíos del presente como la
pobreza, la violencia, también en las nuevas condiciones de pluralismo
religioso. La Iglesia en Asia, aun cuando es una pequeña minoría a menudo
relegada al margen de la sociedad y perseguida, es animada y exhortada a
mantenerse firme en la fe. Europa, marcada por una secularización también
agresiva y herida por regímenes pasados, ha creado sin embargo una cultura
humanística capaz de dar rostro a la dignidad de la persona y a la construcción
del bien común; las dificultades del presente no deben por tanto abatir a los
cristianos europeos, sino que deben ser percibidas como un reto. A Oceanía se
le pide que sienta de nuevo el compromiso de anunciar el Evangelio. El mensaje
se cierra encomendándose a María, Estrella de la Nueva Evangelización”.
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