Ramón Antonio Pérez | Sep 22, 2020
A 15 años del nombramiento del Cardenal Jorge Urosa Savino al frente de la Arquidiócesis de Caracas, el purpurado revela detalles inéditos de aquella designación hecha por el papa Juan Pablo II, en diciembre de 2004; y ratificada por Benedicto XVI, el 19 de septiembre de 2005.
“Chávez me veía como un adversario político”, relata el cardenal Jorge Urosa Savino, al recordar algunos episodios ocurridos hace 15 años y hasta ahora no conocidos, acerca de su nombramiento como el XV arzobispo de Caracas por parte del Papa Juan Pablo II, el 13 de diciembre el 2004, y luego ratificado por Benedicto XVI, el 19 de septiembre de 2005.
Este nombramiento, sin embargo, fue vetado durante casi un año por el entonces presidente de Venezuela Hugo Rafael Chávez Frías, dice el documento del Cardenal Urosa.
Razona que esto ocurrió “debido a declaraciones mías publicadas en El Nacional el 26 de octubre del 1998, criticando la violencia verbal que él (Chávez) utilizaba en la campaña electoral. Y por haberme opuesto también a la convocatoria a la Constituyente”, asegura el ahora arzobispo emérito de Caracas.
“De hecho, en su alocución a nosotros los Obispos en la visita que como Presidente electo él dispensara el domingo 10 de enero de 1999 a la Conferencia Episcopal en nuestra Asamblea Ordinaria, fui el único Obispo atacado por él, y dos veces”, agrega.
De manera que el camino no fue fácil para la aceptación del entonces arzobispo de Valencia, como titular de la Arquidiócesis de Caracas, por parte del gobierno de Chávez.
Ese proceso fue largo, debido a la importancia de la sede caraqueña, y al cuidado que la Santa Sede pone en designar un nuevo Obispo, especialmente de una Arquidiócesis como Caracas, la más poblada y compleja de Venezuela, escribe.
Explica que en el Convenio entre la Santa Sede y el Estado Venezolano suscrito en 1963 y ratificado en 1964, el presidente de la república puede vetar el nombramiento de un obispo designado por el Papa. Chávez hizo uso de ese veto entre diciembre de 2004 y septiembre de 2005, cuando reconoció el nombramiento hecho por el Vaticano.
“Ha sido la única vez en 57 años de vigencia del Convenio hasta hoy que se procedía de esa manera abusiva. No había objeciones de carácter político general que lo justificaran”, escribe Urosa, trayendo a la memoria lo ocurrido con el cardenal José Humberto Quintero, quien tuvo que esperar hasta siete meses para que su designación también en Caracas, fuese aceptada por el presidente Rómulo Betancourt, en 1960.
Sostiene que la posición de Chávez Frías en el año 2005, fue “vencida finalmente por la Santa Sede, sin claudicar y sin súplicas indebidas”. A decir del Purpurado: la Iglesia hizo valer su autoridad, independencia, libertad y atribuciones, y fui legítimamente nombrado Arzobispo de mi querida ciudad natal e Iglesia de bautismo.
Se agrega documento íntegro, elaborado por el cardenal Jorge Urosa Savino.
NOMBRAMIENTO DEL CARDENAL JORGE UROSA SAVINO COMO ARZOBISPO DE CARACAS
CRÓNICA
INTRODUCCIÓN
“POR
LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SEDE APOSTÓLICA”
Esta frase
encabeza muchos decretos y cartas pastorales de los Obispos. Ella indica con
sencillez y firmeza que la autoridad del Obispo diocesano proviene de Dios y
del Papa. No de poderes u autoridades humanas. Esto es verdad en los
nombramientos episcopales efectuados por la Santa Sede. Y, sin duda en el cargo
que el Papa San Juan Pablo II en diciembre de 2004 y, finalmente Benedicto XVI
el 19 de septiembre de 2005 - ahora hace exactamente 15 años - me designaron para
servir a Dios y a la Iglesia como Arzobispo de Caracas.
El presente relato
documenta para la posteridad cómo, a pesar de la oposición del Presidente Hugo Chávez
Frías en el año 2005, vencida finalmente por la Santa Sede, sin claudicar y sin
suplicas indebidas, la Iglesia hizo valer su autoridad, independencia, libertad
y atribuciones, y fui legítimamente nombrado Arzobispo de mi querida ciudad
natal e Iglesia de bautismo. Fue un proceso enojoso y difícil pero exitoso.
Algo parecido sufrió también Mons. José Humberto Quintero, cuyo nombramiento como
Arzobispo de Caracas fue decidido por San Juan XXIII en octubre de 1959, pero
no se pudo concretar exitosamente sino en julio de 1960.
1- EL
NOMBRAMIENTO
La Arquidiócesis
de Caracas había quedado vacante, es decir, sin Arzobispo residencial, desde la
noche del 6 de julio de 2003, cuando el bondadoso y sufrido Cardenal Ignacio
Velasco, luego de padecer una grave enfermedad durante más de dos años, entregó
su alma a Dios. A partir de su muerte, y para llevar las riendas de la Iglesia
caraqueña, fue designado Administrador Apostólico “ad nutum Sanctae Sedis” -
que significa a voluntad de la Santa Sede-,
con las facultades propias de Arzobispo residencial, S.E. Mons. Nicolás
Bermúdez Villamizar, quien para ese entonces era Obispo Auxiliar de Caracas.
Luego de las
solemnes exequias del querido Cardenal Velasco comenzó el proceso de búsqueda
de su sucesor. Ese proceso fue largo, debido a la importancia de la sede caraqueña,
y al cuidado que la Santa Sede pone en designar un nuevo Obispo, especialmente
de una Arquidiócesis como Caracas, la más poblada y compleja de Venezuela.
Durante ese tiempo
se tejieron muchas conjeturas y especulaciones sobre quién sería el nuevo pastor de la grey capitalina. Meses
más tarde, hacia fines del año 2004, es decir, casi año y medio después de la
sensible muerte del Cardenal Velasco, la Santa Sede llegó a una decisión.
En efecto. Hace un
poco más de 15 años, el miércoles 15 de diciembre del año 2004 estaba yo en mi
oficina de Arzobispo de Valencia cuando, hacia las 11 de la mañana mi
secretaria, la Srta. Rosario Clemente Lange, de gratísima memoria, me entregó
un sobre de una empresa de correo expreso. Al ver que era una entrega especial
de la Nunciatura Apostólica me preocupé sobremanera, pues los rumores de que yo
iba sería trasladado a Caracas eran cada vez más fuertes. Entré al lugar donde
se encontraban los archivos de la Iglesia de Valencia, y abrí y leí el
documento. Se trataba de una carta del Excmo. Mons. André Dupuy, a la sazón
Nuncio Apostólico de Su Santidad en Venezuela, fechada el lunes 13 de diciembre
de 2004, en la cual me notificaba escuetamente que el Santo Padre Juan Pablo II
me había nombrado Arzobispo de Caracas. Y que esa decisión debía yo guardarla
en secreto, hasta su publicación oficial.
Por supuesto quedé
sobrecogido de temor, puesto que, por haber sido sacerdote y luego Obispo
Auxiliar en Caracas durante casi ocho años, de septiembre de 1982 a mayo de
1990, sabía lo difícil que es pastorear la compleja Arquidiócesis capitalina.
Sin embargo, me sobrepuse, poniéndome en las manos de Dios, y acogiendo con
amor sus designios para mi futuro.
Una nota simpática.
Al final de esa mañana fui a un evento en el Diario Noti-tarde, prestigioso
periódico carabobeño. Ellos, con motivo de las fiestas navideñas siempre me
invitaban a compartir un desayuno o almuerzo durante el cual hacían una
entrevista muy importante para dos páginas completas, el famoso “Desayuno en la
Redacción”. Durante ese encuentro, con la carta del Nuncio en el bolsillo del
paltó, recibí de parte de una excelente periodista, la Licda. Leonor Mendoza,
una pregunta sobre la posibilidad de ser nombrado Arzobispo de Caracas. Con
sencillez y claridad dije que eso estaba en estudio, que había varios
candidatos, y que debíamos esperar lo que decidiera el Papa. Y que yo me sentía
muy bien y feliz como Arzobispo de Valencia.
Esa tarde, ya en
mi casa, redacté la carta en la cual manifestaba a Mons. Dupuy mi aceptación
del nombramiento realizado por el Papa Juan Pablo II. Al día siguiente la envié
a la Nunciatura por correo especial. Mons. Dupuy viajó a Francia el 17 de
diciembre, pues su padre estaba muy enfermo. Mons. Joseph Spiteri, entonces secretario
de la Nunciatura en Caracas y actualmente Nuncio en el Líbano, me informaría
luego que la notificación oficial al Gobierno Nacional del Presidente Chávez
fue realizada el día 20 de diciembre.
2 -EL VETO DE CHÁVEZ.
La notificación de
un nombramiento episcopal al Gobierno la hace siempre la Nunciatura debido no
solamente a la normal cortesía, sino al hecho de que por el Convenio entre la
Santa Sede y el Estado Venezolano suscrito en 1963 y ratificado en 1964, el
Presidente de la República tiene el privilegio de poder vetar el nombramiento
de un Obispo designado por el Papa.
Ese privilegio es
una rémora del indebido poder que tenía la Corona Española de nombrar los Obispos
de sus territorios, el cual fue abusivamente asumido unilateralmente en el
llamado Patronato Eclesiástico por el Estado venezolano en la época republicana.
Gracias a Dios, el Convenio de 1963 eliminó esa facultad, pero lamentablemente
dejó al Gobierno el derecho de vetar algún candidato que considerara inconveniente.
A continuación, la cláusula señalada:
“Art. VI. - Antes de proceder al nombramiento de un
Arzobispo u Obispo diocesano, o de un Prelado Nullius, o de sus Coadjutores con
derecho a sucesión, Ia Santa Sede participará el nombre del candidato al
Presidente de Ia República, a fin de que éste manifieste si tiene objeciones de
carácter político general que oponer al nombramiento. En caso de existir
objeciones de tal naturaleza, la Santa Sede indicará el nombre de otro
candidato para los mismos fines”.
Este veto fue muy
bien precisado y regulado en las conversaciones entre el Gobierno y la
Nunciatura previas a la firma del Convenio: no se puede ejercer por cualquier
razón de carácter político partidista, o por simpatía del gobierno de turno
hacia otro candidato, sino exclusivamente por “objeciones de carácter político general”. Estos son términos
técnicos de derecho internacional que indican serias razones de Estado, como que un obispo presentado y ya nombrado por
el Papa representara una amenaza a la
soberanía nacional o a la unidad o la independencia de la República.
Volvamos a los
hechos. Mons. Dupuy regresó a Venezuela después de Navidad, y nos encontramos
en dos ocasiones en enero. El 7 de enero no había respuesta todavía. En nuestro
segundo encuentro, el 12 de enero, me indicó que, aunque no había respuesta
oficial, ya él sabía que el Gobierno no estaba de acuerdo con mi nombramiento,
y que no contestarían al respecto, aunque tampoco lo rechazarían. Luego, Mons.
Dupuy viajó de nuevo a Francia por la enfermedad de su padre.
Trascurrido un mes
de la notificación oficial al Gobierno, el 21 de enero me entrevisté en la
Nunciatura con Mons. Spiteri, el Secretario, quien amablemente me dijo haber hablado
telefónicamente con Dupuy en Francia, el cual estaba muy preocupado por la
falta de respuesta del Gobierno. No obtuve más información. El 25 de enero
telefoneé a Mons. Spiteri, quien me dijo: “la cosa está complicada”. Ante la inquietante
frase, esa misma tarde viajé de nuevo a Caracas. En nuestro nuevo encuentro, él
me informó que el Presidente había vetado mi nombramiento, pero que la Santa
Sede buscaría convencerlos y haría gestiones para que lo acepten. Esa mala noticia
le había sido comunicada el 21 de enero, luego de mi visita en la Nunciatura.
De manera que,
lamentablemente, por el artículo VI del Convenio entre el Estado Venezolano y
la Santa Sede, el Presidente de la República pudo vetar el nombramiento
decidido y presentado por el Papa. Eso fue lo que hizo Chávez, yendo así contra
una decisión del Papa Juan Pablo II. Ha sido la única vez en 57 años de vigencia
del Convenio hasta hoy que se procedía de esa manera abusiva. No había objeciones
de carácter político general que lo justificaran.
Una observación: Realmente
yo no esperaba que eso pasara, pero, aunque no lo apruebo, me lo explico, pues
Chávez me veía como un adversario político. Esto debido a declaraciones mías
publicadas en El Nacional el 26 de octubre del 1998, criticando la violencia verbal
que él utilizaba en la campaña electoral. Y por haberme opuesto también a la convocatoria
a la Constituyente. De hecho, en su alocución a nosotros los Obispos en la
visita que como Presidente electo él dispensara el domingo 10 de enero de 1999 a
la Conferencia Episcopal en nuestra Asamblea Ordinaria, fui el único Obispo atacado
por él, y dos veces. Al final del encuentro abordé al Presidente Chávez y,
cortés y serenamente, pero con firmeza, le indiqué que yo estaba completamente
a favor de la justicia social y del bien del pueblo, pero en contra de la
violencia. El me respondió cortésmente y abrevió la conversación. Tres años más
tarde, el 12 abril de 2002, yo declaré cuestionando sus actuaciones debido a
los muertos en el centro de Caracas y frente a Miraflores el 11 de abril.
3 -GESTIONES DE LA SANTA SEDE
De manera que en
enero de 2005 estaba bloqueado el nombramiento pontificio. Mons. Dupuy regresó
a principios de febrero, esperanzado en una gestión de la Santa Sede que estaba
en marcha para lograr la aceptación de mi nombramiento. El Secretario de
Estado, Cardenal Angelo Sodano y Mons. Leonardo Sandri, Sustituto de la
Secretaria, el mismo 24 de enero a través de la Nunciatura habían solicitado a
S.E. Mons. Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal, que tenía acceso a Chávez,
intervenir para lograr que aprobara el nombramiento ya realizado. Mientras
tanto ya había algunos rumores sobre el asunto entre el clero de Caracas.
Luego, el 24 de febrero se supo el traslado del Nuncio Dupuy a otro destino.
En marzo no hubo
mayores movimientos, salvo la ratificación de la firme posición del Vaticano de
mantener el nombramiento ya hecho por el Papa Juan Pablo II, y la puesta en
marcha en Venezuela de la gestión interna para obtener la aceptación
presidencial.
El Santo Padre
Juan Pablo II, que venía muy enfermo desde hacía varios meses, falleció
santamente el 2 de abril de 2005, y la provisión de la sede arzobispal de
Caracas seguía en suspenso por el veto presidencial. Días después, en el Cónclave
posterior, el 19 de abril fue electo Obispo de Roma, Sumo Pontífice y sucesor
de Pedro, el Cardenal Joseph Ratzinger, hasta entonces Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, quien asumió el nombre de Benedicto XVI.
Posteriormente, el nuevo Papa ratificó el nombramiento ya hecho por Juan Pablo
II para la Arquidiócesis de Caracas. En la Santa Sede habían también considerado
que, en caso de seguir el bloqueo del Gobierno, se procedería a nombrarme
Administrador Apostólico, es decir, con autoridad temporal y provisional para
gobernar pastoralmente la Arquidiócesis, pero sin el cargo o título permanente
de Arzobispo.
MONS. BERLOCO, NUEVO NUNCIO.- Pocas semanas más tarde el Nuncio Dupuy partió definitivamente del país, y el 16 de mayo llegó a Caracas el nuevo Nuncio, Mons. Giacinto Berloco con la prioritaria misión de resolver el problema de la sucesión de la sede arzobispal de Caracas. El 26 de mayo tuve con Mons. Berloco una larga y grata entrevista, para ponerlo al tanto de los acontecimientos de los últimos meses desde mi punto de vista. Entre otras cosas le referí un caso parecido al del actual rechazo de un nombramiento ya hecho por el Papa por parte del gobierno: el caso del Cardenal José Humberto Quintero.
Cuando el 30 de
septiembre de 1959 ocurrió la trágica muerte del insigne Arzobispo de Caracas
Rafael Arias Blanco, Mons. Quintero, a la sazón Arzobispo Coadjutor de Mérida,
se encontraba en Roma. Allí, en octubre de 1959, fue personalmente notificado
por el Papa San Juan XXIII de su voluntad de nombrarlo Arzobispo de Caracas. Pero
esa decisión pontificia no fue aceptada por el Presidente de entonces, Rómulo
Betancourt. Sin embargo, luego de siete meses de trámites, encuentros y
diligencias por parte de la Santa Sede y la Nunciatura, por una parte, y del
Gobierno y algunos otros políticos por la otra, en julio de 1960 Betancourt
aceptó la voluntad del Papa, y Mons. Quintero pudo asumir su oficio como
Arzobispo de Caracas el 8 de octubre de 1960. Ahora, en 2005 se daba un
conflicto semejante. En nuestro encuentro, el Nuncio Berloco fue muy
comprensivo y se manifestó dispuesto a trabajar para resolver el problema.
Mientras tanto,
crecía entre el clero y los medios de comunicación el interés por conocer la
decisión del Papa sobre la sucesión arzobispal de Caracas. Una nota curiosa: en
una reunión de Obispos en Lima a fines del mes de mayo, un alto prelado comentó
a varios de los participantes, entre ellos tres obispos venezolanos, el nombre
del designado y el estado de la situación con el Gobierno nacional. De manera
que ya allí y entonces se divulgó la noticia entre algunos obispos, pero no
tuvo mayor difusión.
A todas estas, es
bueno tener presente que en mayo de 2005 había sido nombrado un nuevo Embajador
del Gobierno venezolano ante la Santa Sede, el Dr. Iván Rincón, antiguo
Presidente de Tribunal Supremo de Justicia. No había habido Embajador nuestro
ante el Vaticano desde hacía varios años. Esa designación coincidió con el
nombramiento del nuevo Nuncio, de manera que había nuevos actores en el
proceso. Y el Gobierno quería mejorar las relaciones con la Santa Sede.
En junio recibí una
carta muy amable del Cardenal Juan Bautista Re, Prefecto de la Congregación para
los Obispos, en la cual me ratificaba como nuevo Arzobispo de Caracas, me
alentaba a esperar con calma, y expresaba su confianza de que el asunto se
resolvería positivamente para la Iglesia. Ya en junio comenzaron a aparecer algunos
comentarios de prensa sobre el asunto, pero como diversas hipótesis nada más.
4- NUEVAS PERSPECTIVAS
Los días 11 y 12
de julio fueron muy importantes para este proceso. El Nuncio Berloco, acompañado
por Mons. Spiteri, fue recibido por el Presidente Chávez en Miraflores el 11 de
julio por la noche para presentar sus credenciales. Chávez estuvo acompañado por
el Dr. Alí Rodríguez Araque, Ministro de Relaciones Exteriores. Mons. Berloco
me relató que planteó a Chávez la necesidad de la aprobación del nombramiento presentado
por el Papa Juan Pablo II y ratificado por el Papa Benedicto, y así se lo solicitó.
Chávez mantuvo su negativa, y manifestó cierto disgusto la tercera vez que
Mons. Berloco le planteó el asunto.
Esto me lo
comunicó el Nuncio Berloco el 12 de julio en horas de la tarde en la
Nunciatura, donde me convocó para darme noticias. Todos los Obispos habíamos
estado esos días en Caracas, en la Asamblea General de la Conferencia Episcopal
que se realiza a principios de Julio de cada año. Pues bien: luego de
informarme del fracaso de su gestión el 11 de julio por la noche, procedió de
inmediato a darme la buena noticia de un cambio radical de la situación el día
12 de julio por la mañana. Muy temprano lo había llamado por teléfono Mons.
Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal, quien le pidió una audiencia urgente
esa misma mañana. Reunidos en la Nunciatura, Mons. Moronta contó al Nuncio
haber recibido una llamada telefónica del Canciller Rodríguez Araque,
pidiéndole una reunión importante.
En el tempranero
encuentro del 12 de julio con el Obispo de San Cristóbal, el Canciller
Rodríguez en compañía de la Licda. Mari Pili Hernández, entonces Vicecanciller
para Europa, le comunicó algo muy relevante. Luego de haberse retirado Mons.
Berloco del despacho presidencial el 11 de julio por la noche, y estando a
solas con el Presidente Chávez, el Canciller, hombre experimentado en cosas
políticas, le indicó la conveniencia de reconsiderar el asunto, para no abrir
un frente de batalla contra el Vaticano cuando ya había problemas con los
Estados Unidos. Chávez acogió la sugerencia de Rodríguez y le encargó hacer las
investigaciones y consultas necesarias para encontrar una solución.
Habiendo, pues, informado
a Mons. Moronta ese desarrollo y la nueva actitud y disposición del Presidente
Chávez de reconsiderar el veto, el Ministro Rodríguez le solicitó su opinión
sobre la decisión del Papa, que Mons. Moronta apoyó decididamente. A
continuación, el Canciller le pidió que fuera el interlocutor de la Iglesia con
el Gobierno sobre este asunto. Informado por Moronta de la nueva y favorable
situación, Mons. Berloco manifestó su beneplácito.
De manera que hubo
un cambio radical. De la negativa recibida el 11 por la noche, se pasó el 12
por la mañana a una actitud de reconsideración del veto al prelado ya nombrado para
el cargo de Arzobispo de Caracas. Dos actos de un mismo drama. Esa misma tarde
Mons. Moronta recibió una llamada del Gobierno indicándole que el día 19 de
julio Chávez lo recibiría para hablar sobre el problema planteado.
5- CULMINACIÓN DEL PROCESO
El día 13 de julio,
autorizado por el Señor Nuncio, me reuní en Maracay con Mons. Hernán Sánchez Porras,
q.e.p.d., Obispo castrense de Venezuela, para hablar sobre el asunto. Este me
refirió que esa misma mañana, en un acto militar en Maracay, el Presidente le
había tocado el tema, y le comentó que estaba dispuesto a llegar a una
solución, a un consenso con la Santa Sede. Por la tarde llamé por teléfono a
Mons. Spiteri y le comuniqué lo que me dijo Mons. Sánchez Porras. Las
perspectivas estaban mejorando.
El día 21 de julio,
finalmente, luego de varios meses de espera y de citas frustradas, Mons.
Moronta fue recibido por Chávez. En ese encuentro, con gran nobleza y espíritu
eclesial Mons. Moronta indicó al Presidente la necesidad de aprobar la decisión
del Papa. Este le manifestó que estaba en buena disposición para aceptar el nombramiento
de Mons. Urosa, y que quería reunirse de nuevo con Mons. Berloco, el Nuncio
Apostólico.
En las semanas
siguientes continuaron los contactos y la reconsideración del veto por parte
del Gobierno. El nuevo Embajador de Venezuela ante la Santa Sede, Dr. Iván
Rincón, presentó sus credenciales al Papa Benedicto XVI el jueves 25 de agosto.
En el discurso pronunciado en esa importante audiencia, el Santo Padre reivindicó
“la libertad de la Iglesia para cumplir
su misión, nombrar sus pastores, y dirigir a sus fieles”. Y en una reunión posterior,
tanto el Cardenal Sodano, Secretario de Estado, como el Sustituto de la
Secretaría de Estado, el hoy Cardenal Leonardo Sandri, indicaron al Embajador
venezolano la necesidad de la aceptación del nombramiento presentado.
Por otra parte, en
esas semanas hubo en Caracas algunas poco relevantes expresiones de rechazo al
posible nombramiento por parte de un grupo de personas que conocieron o sospecharon
la posibilidad de aceptación por Chávez del Arzobispo ya nombrado por el Papa.
Esta protesta fue débil y anónima, y sólo consistió en algunos volantes contra
mí distribuidos en las afueras de varios centros eclesiásticos.
Finalmente, el 12 de septiembre por la mañana, el
Presidente recibió de nuevo a Mons. Berloco para manifestarle su aceptación de
mi nombramiento como nuevo Arzobispo de Caracas, realizado por el Papa Juan
Pablo II en diciembre de 2004, y luego ratificado por Benedicto XVI luego de su
elección en abril de 2005. El Nuncio me informó telefónicamente esa misma tarde y, de común acuerdo, convinimos
en sugerir la fecha de publicación del nombramiento en L’ Osservatore Romano para
el lunes 19 de septiembre. Y así se hizo.
CONCLUSIÓN
Una aclaratoria muy
importante: debo hacer constar que mientras no se resolvió el problema, es
decir, hasta más allá del lunes 19 de septiembre de 2005, fecha en que fue
publicado mi nombramiento, no tuve contacto alguno con Chávez. En efecto, desde
el 15 de diciembre de 2004, cuando recibí la carta del Nuncio Dupuy
notificándome que el Papa Juan Pablo II me había nombrado Arzobispo de Caracas,
hasta el 12 de septiembre de 2005, cuando Chávez finalmente manifestó al Nuncio
Berloco que aceptaba dicho nombramiento, no tuve contacto con el Presidente, ni
personalmente, ni por teléfono ni por escrito. Esto es necesario decirlo
claramente para desmentir la falsa especie difundida muchos años más tarde por
el mismo Chávez, de que yo habría ido a
Miraflores a implorarle que aceptara mi nombramiento. ¡Falso de toda
falsedad!
Sólo cuando ya oficial
y públicamente fui nombrado Arzobispo, y en vísperas del acto de mi instalación
como tal el 5 de noviembre en la
Catedral de Caracas, recibí la invitación de Chávez a un encuentro oficial. Como
un gesto de cortesía y para buscar armonía en las relaciones entre la Iglesia y
el Estado, me entrevisté con Chávez por iniciativa suya en la noche del martes 1 de noviembre de 2005. No
antes, y mucho menos para suplicar lo
que por derecho eclesiástico ya me correspondía.
Sin duda, la
negativa del Presidente a aceptar el nombramiento ya formalmente decidido y
notificado por Juan Pablo II fue algo muy desagradable. Me consolaba el hecho
de que algo parecido también lo había padecido el insigne Cardenal José
Humberto Quintero desde fines del año 1959 hasta julio de 1960. Y me alentaba
la firmeza de la Santa Sede en sostener la decisión del Papa San Juan Pablo II
y del Papa Benedicto XVI. Sentí el apoyo de muchos eclesiásticos importantes, y
tuve un nuevo aprendizaje de paciencia y de confianza en Dios.
Todo fue
felizmente superado gracias al Señor y a la firme decisión de la Santa Sede de
defender nuestra libertad eclesial para realizar y cumplir nuestra misión, para
nombrar nuestros pastores, y dirigir a los fieles por el camino de Cristo, que
es el camino de la felicidad y de la salvación eterna.
La fuerza de la Iglesia
y la autoridad de los Obispos no vienen de los poderes temporales, sino de la Gracia
de Dios y de la Sede Apostólica.
Caracas, 19 de
septiembre de 2020
CARDENAL
JORGE UROSA SAVINO,
ARZOBISPO EMÉRITO DE CARACAS
3 Comentarios
Sin duda un genial reportaje
ResponderEliminarEs así las fuerzas del infierno no podrán con la fuerza del Espíritu Santo presente en nuestra madre Iglesia
ResponderEliminarExcelente artículo
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