“¡No más balas!” clama en La Vega, un conglomerado de barrios en Caracas, donde inició el 16 de junio la Novena al Sagrado Corazón de Jesús pidiendo el cese de la violencia. Durante 25 años Alfredo Infante ha trabajado en zonas de conflicto armado y dramas sociales como Angola y la frontera de Colombia y Venezuela
Ramón Antonio Pérez - Aleteia Venezuela
publicado el 20/06/21
El fuego cruzado entre bandas
delictivas por el “control de la zona”; o entre éstas y los cuerpos de
seguridad del Estado, ha sido “el pan nuestro de cada día” en La Vega, un
conglomerado de barrios al suroeste de Caracas. En los últimos meses, tomar
precauciones y resguardarse, son normas que rigen no solo para evitar la
pandemia del coronavirus, también son las medidas preventivas en medio de
balaceras.
La razón es primordial: las “balas perdidas” de estos enfrentamientos han dejado a varios vecinos muertos o heridos. Los disparos atraviesan las endebles paredes y techos.
Producto de estos conflictos, el 8
de enero de 2021, las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) arremetió y se
produjo la masacre de La Vega. Fueron asesinadas 23 personas, entre ellas 3
adolescentes de 16 y 17 años, sin vínculos con bandas delictivas.
La excusa del cuerpo de seguridad
fue un supuesto enfrentamiento con una de las bandas que quiere controlar la
comunidad. Sin embargo, de esto solo hablan los familiares de las víctimas, la
organización no gubernamental PROVEA y la propia iglesia que hace vida en la zona, que la
consideran una violación de los derechos humanos.
Novena por la paz y el cese de la
violencia
La Vega (Parte Alta) fue fundada como parroquia
eclesiástica en septiembre de 2010 con el nombre de “San Alberto Hurtado”, una
división de la parroquia “Santo Cristo” que funciona en la parte baja del mismo conglomerado. El
cardenal Jorge Urosa Savino, asignó esta “zona de misión” a los padres jesuitas
que tenían muchos años realizando su trabajo en el lugar.
No cuenta con un templo y sus
celebraciones ocurren en la cancha deportiva, en alguna de las calles o escuelas.
En ocasiones durante las actividades religiosas se escuchan disparos. Aunque
lejanos no dejan de atemorizar a los fieles que toman previsiones.
Desde el año 2015 el jesuita Alfredo
Infante está a cargo de esta comunidad parroquial que este año 2021, con la
beatificación del médico venezolano, la parroquia pasó a
llamarse “San Alberto Hurtado y José Gregorio Hernández”. Dos hombres dedicados
al servicio de los más necesitados. Al ser contactado por Aleteia para conocer
la realidad que los envuelve, el padre Alfredo habló del ejemplo de los
patronos de esta parroquia.
“Alberto
Hurtado y José Gregorio, se consagraron al Sagrado Corazón de Jesús, dedicaron
sus vidas a los más pobres y desamparados de su tiempo, y tuvieron una
incidencia social importante desde la fe”.
Comentó que, desde el 16 de junio,
realizan una Novena al Sagrado Corazón de Jesús con los contenidos
fundamentados en las diversas problemáticas de la comunidad. “Oremos
juntos por nuestras parroquias para que cese la violencia y pronto veamos el
amanecer para nuestro país”, escribió por mensajería de texto y redes sociales.
“Comenzamos
con el tema de la violencia y la necesidad de ser constructores de la paz.
Luego vendrá el tema de la salud que también es un tipo de violencia en
Venezuela. El tercer día será dedicado a la amistad con Jesús, una amistad que
no es intimista, sino que nos lanza a reconocernos hermanos y a construir
fraternidad”, explicó.
Cada día la oración se adaptará al
tema propuesto. La primera se vinculó a la violencia:
“Señor
Jesús, Príncipe de la Paz, nos consagramos a tu Sagrado Corazón para que nos
des de beber de tu Sabiduría, y así tener la fuerza para no sucumbir ante el
miedo, y trabajar por la construcción de la paz en nuestra familia y la
comunidad. Báñanos con tu bendita sangre, cuídanos y protégenos del mal. Amén”.
Soñar en medio del conflicto
El padre Alfredo aseguró que una de
las actividades que realizó al llegar a La Vega, fue invitar a sus vecinos para
ver la película “La Vida es bella” (1988). La idea era comprender la alegría y
esperanza que despertaba en su hijo aquel hombre (Guido), a pesar de estar
confinado en un campo de concentración. “Así aprenderemos a emprender
sueños y buscar la manera de garantizar espacios para todos”, afirmó.
Desde entonces su trabajo ha estado
centrado en “crear la parroquia como una red de pequeñas comunidades que
son semillas del Reino de Jesús para ser promotoras de la paz, la convivencia
ciudadana y la cultura democrática”, dijo. “Esto es una manera de
formar iglesias vivas antes que templos de concreto”, añadió.
La experiencia los ha llevado a
generar alianzas con otras organizaciones civiles, y con las escuelas católicas
que hacen vida en la parroquia generando la red educativa san Alberto Hurtado,
a pesar de la realidad conflictiva y el drama social que los envuelve.
Otras iniciativas son las vinculadas
al tema de la alimentación para niños, ancianos y mujeres embarazadas. “Contamos
con cinco comedores en alianza con la ONG Alimenta la solidaridad,
destinados a la comunidad en la que participan las madres de cada sector en la
parroquia. También los comedores escolares en alianza con el Dividendo
Voluntario para la Comunidad. Con ello llegamos a un estimado de 2.200
niños”.
Entre otras iniciativas más
recientes, busca la contención de las condiciones paupérrimas en que viven los
educadores, algo para replicar en Venezuela.
“Estamos buscando las formas de garantizar el acceso a la salud, la alimentación y cómo superar las dificultades con el transporte que viven los docentes de nuestra red educativa. Sobre todo, el tema de la higiene mental de los educadores, tan importante ante tanta adversidad y empobrecimiento que están padeciendo”, expuso.
25 de años de sacerdote en zonas de
conflicto
Alfredo Infante cumplirá 25 años de
sacerdote el próximo 20 de julio ya que fue ordenado en la misma fecha del año
1996 por monseñor Ovidio Pérez Morales, en su nativo estado Zulia. Desde
temprano, su sacerdocio ha estado cercano a importantes dramas humanos.
Así entre 1996 y 1999 trabajó como misionero en Angola con el Servicio Jesuita de Refugiado, en Kazombo municipio de Moxico, en Angola. “Allí coordiné el proyecto pastoral y educativo, atendiendo a las comunidades y el retorno de refugiados”.
También ha sido rector del teologado
Pedro Arrupe de los jesuitas entre 1999 y 2004. En este lapso, además, fue
fundador y director del servicio de los jesuitas a los refugiados de Venezuela.
“Fuimos
testigos del inicio de los flujos de refugiados colombianos hacia Venezuela a
causa del conflicto armado en la frontera de Colombia”, expresó.
“El padre Arturo Sosa, para entonces
Provincial de Venezuela, me pide acompañar y asesorar a las parroquias de
frontera para una respuesta humanitaria”, comentó.
Aprender a estar en las manos de
Dios
Volviendo a su entorno de vida
pastoral consideró que “La Vega es una mina de humanidad”, donde existe mucho
talento entre los vecinos. “Lamentablemente se convive con un grupo
violento con poder de fuego, que se impone ante esta mayoría”.
Alfredo Infante confía en que la
esperanza seguirá siendo una manera de salir adelante. “No es fácil,
estamos en un contexto muy adverso, en un estado de guerra y de mucha
dificultad, pero ahí estamos haciendo una apuesta en favor de la gente”,
dijo.
“Por lo demás -dijo para concluir-
vivir el sacerdocio en medio de todo esto es, en primer lugar, estar en las
manos de Dios. Creo que no hay otra manera de vivir en este escenario sino en
una mística de los ojos abiertos; es decir, poner a hacer todo lo que uno puede
dar, pero sabiendo que nada depende de uno, sino que estamos en las manos de
Dios”.
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