A
pesar del arrepentimiento, funcionarios del gobierno de Maduro, siguen llamando
“traidores a la Patria” a quienes retornan sospechosos de estar contagiados del
COVID-19, como ocurre en el albergue fronterizo de Santa María de Guana, en el
estado Zulia
Ramón Antonio Pérez |
Jul 22, 2020
“Pido perdón a los venezolanos humildes que
no tienen otra opción de entrar al país y lo hacen por las trochas. Reconozco
que fui muy duro. Si usted no tuvo otra alternativa, debe ser responsable”,
expresó el padre Numa Molina, durante la eucaristía que presidió el pasado 19
de julio, por el canal Venezolana de Televisión (VTV), en el que con
frecuencia celebra y transmite la misa dominical.
El acto de
arrepentimiento del religioso jesuita, al que se le vincula con el gobierno de
Nicolás Maduro, se produjo luego de recibir duros cuestionamientos producto de
una publicación que hizo el miércoles 15 en Twitter, cuando catalogó de
“bioterrorista” a las personas que regresan a Venezuela por las “trochas”, en
la frontera con Colombia. Entre quienes lo cuestionaron estuvo el provincial de
la Compañía de Jesús en Venezuela.
“Ya he
pedido perdón por eso que dije, pero yo no estoy en contra de los pobres; los
pobres me llevaron al seminario”, dijo Molina en una nota divulgada por
la oficialista agencia venezolana de noticias. “Me indigna que me ofendan al pobre,
que me traten mal al pobre (…) Ustedes conocen mi lucha por la justicia. Por
lo tanto, no crean que yo dije esto porque estoy de un bando o de otro, yo siempre
estaré del lado del pobre”.
El acto de
arrepentimiento no fue criticado como el tuit que generó la petición de perdón;
no obstante, tampoco impidió que la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), arremetiera
el lunes 20 de julio, contra más 200 venezolanos que se encuentran confinados en
la Misión Santa María de Guana (región de La Goajira en el estado Zulia), a donde
fueron llevados desde el 24 de junio, presuntamente contagiados de la COVID-19.
“Mi hijo sufre de epilepsia y estoy retenida con sus
medicamentos”
Mariana Pérez, una
mujer de 34 años de edad -a quien se le llamará así para proteger su identidad-
intercambió una serie de mensajes de voz, videos y fotografías con Aleteia,
denunciando que 213 personas, entre ellos 28 niños y dos mujeres embarazadas, fueron
llevadas hasta el antiguo internado ubicado en la Goajira Venezolana, para
pasar una primera etapa de cuarentena cuando retornaron desde Colombia.
mariana vive en
Caracas y partió a comienzos de año para el país cafetalero, buscando empleo y poder
comprar los medicamentos al mayor de sus hijos que sufre de epilepsia.
“Tengo
cuatro hijos y regresé a Venezuela para buscar a dos que están en Caracas, el
varón con epilepsia. Los otros dos me los cuidan en Colombia. Pero ahora me
encuentro retenida injustamente mientras mi hijo necesita sus medicamentos”.
“Desde Colombia llegamos sin el virus”
Describió que el
24 de junio llegó a “La Raya”, el paso de la frontera colombo-venezolana, donde
junto a los demás emigrantes venezolanos, le hicieron una prueba rápida para
verificar si tenían el virus. “Gracias a Dios, todos salimos negativos”,
dijo. Luego, en la medianoche, los trasladan en un camión de la GNB a Venezuela.
“Supuestamente
nos llevarían a un refugio debidamente acondicionado para ser observados y
pasar la cuarentena. Pero en lugar de llevarnos por la carretera nos trasladaron
por las trochas hasta Guana (aproximadamente
a 120 kilómetros de Maracaibo, estado Zulia),
donde llegamos a las cinco y media de la
mañana”.
“Aquí, supuestamente, íbamos a estar 21 días”.
Al pasar los primeros ocho días, les hicieron una segunda prueba rápida,
apareciendo tres casos positivos. “A esas personas las tienen encerradas desde
hace más de 15 días en un cuarto; no les dan medicamentos y se están
despareciendo de lo flaco que se encuentran”, indicó con preocupación.
“Aproximadamente a
los 15 de días de llegar a este refugio se nos hizo una tercera prueba, esta
vez del PCR, pero el militar encargado del resguardo, nos amenazaba desde
entonces con dejarnos más tiempo en cuarentena”. Después de tanto esperar, “este
lunes 20 de julio, el oficial anunció que habían detectado 49 personas
contagiadas d COVID-19”.
Como era de
esperarse, la información desató el descontento entre los migrantes no
contagiados, ya que ese día tenían previsto salir del refugio con destinos a
sus estados y ciudades de origen. La GNB desató una brutal represión afectando
a niños y adultos.
“Un joven resultó
con las costillas fracturadas de tanto recibir patadas de los guardias
nacionales”, indicó Mariana. Su voz se escuchaba ronca y cansada. “Es consecuencia
de las bombas lacrimógenas arrojadas por la Guardia Nacional. Ahora,
el resto de las más de las personas no contagiadas, debemos cumplir una nueva
cuarentena”, expresó.
“Nos dicen traidores a la Patria”
“Permanecer
en este lugar es inhumano, aquí no hay las mínimas condiciones sanitarias para
nadie, mucho menos para enfrentar la pandemia”, dijo Gladys Landaeta,
otra venezolana que sin estar contagiada debe permanecer en el refugio de
Guana. Ella se quejó de la manera despectiva con que son tratadas por el gobierno.
“Es una manera de demostrar que no nos quieren en el país por haber salido a luchar por la tranquilidad, la estabilidad y el bienestar de nuestra familia”.
Manifestó que
en Guana “uno de los militares nos dice a cada rato: ‘ustedes son traidores a la
Patria. No merecen ser llamados venezolanos ni entrar a Venezuela’. La verdad
es que tenemos derecho de entrar y salir de nuestro país las veces que podamos
hacerlo”.
Igualmente, denunció
que, durante el lapso de permanencia en el refugio, el agua para beber la
reciben de un pozo estancado y putrefacto, mientras en la comida han encontrado
moscas y gusanos. “Yo dure cuatro días con una amibiasis. A otros les ha dado
diarrea, vómitos y dolor de cabeza. Todo es producto de las malas condiciones
sanitarias”, añadió.
“Gracias a Dios
algunos de los que estamos acá, hemos podido darles a las personas afectadas, o
recibir según sea el caso, parte de los medicamentos que compramos en Colombia y
que estaban destinados para nuestros familiares en Venezuela. Es que en este
refugio no hay ni siquiera una pastillita para el dolor de cabeza”.
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