Caracas,
30 de marzo 2021.- “En Semana Santa la Iglesia, nosotros los cristianos,
celebramos con gran piedad y fervor “el misterio pascual”, es decir, los hechos
y actos maravillosos de Cristo que nos alcanzan la misericordia de Dios, el
perdón de los pecados y la redención”, dice el cardenal Jorge Liberato Urosa
Savino en sus reflexiones:
Pascua
de Resurrección
Cristo
triunfa sobre la muerte y el mal
Meditación de Semana Santa
Hoy,
Domingo de Ramos, iniciamos la Semana Santa. Al celebrar en estos días el
misterio pascual de Cristo, la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, su
pasión, muerte y gloriosa resurrección, estamos llamados a unirnos a Él.
Especialmente en medio-de y a pesar-de los sufrimientos, incomodidades,
penurias y angustias de esta nefasta pandemia. La meditación de los eventos que
marcaron la culminación de la vida y misión de Nuestro Señor nos llevarán a
amarlo cada vez más, a agradecerle, e imitarle, para unirnos con Él en su
triunfo pascual sobre la muerte el Domingo de resurrección.
En
Semana Santa la Iglesia, nosotros los cristianos, celebramos con gran piedad y
fervor “el misterio pascual”, es decir, los hechos y actos maravillosos de
Cristo que nos alcanzan la misericordia de Dios, el perdón de los pecados y la
redención. Y que nos permiten mirar siempre la vida, a pesar de los problemas,
a pesar de nuestras limitaciones y pecados, con serenidad, esperanza y paz.
Los
conmovedores eventos de nuestra redención nos sobrecogen por su dramatismo, por
la manifestación de la grandeza de Cristo, su valentía, serenidad, fortaleza,
su amor a su Padre celestial y su amor a nosotros sus hermanos, por quienes dio
la vida. Él, que es Dios, se encarna, se abaja hasta nuestra condición humana,
se hace semejante en todo a nosotros, menos en el pecado, y se somete incluso a
la muerte, y una muerte de cruz. Así lo describe San Pablo en el capítulo 2 de
su Carta a los Filipenses. Por eso Dios lo exaltó y lo glorificó, y le dio el
nombre que está sobre todo nombre, el de Señor, que es decir, Dios, para que
todos nosotros lo adoremos, lo amemos y tengamos los mismos sentimientos que él
tuvo. (Cfr. Fil 2,5-11)
En
estos días los oficios sagrados nos ponen en contacto con Jesús Nazareno, que
carga con la cruz para darnos ejemplo y esperanza; que el jueves santo se
entregó por nosotros en la Ultima Cena, representación simbólica de su muerte
al ofrecerse como el nuevo sacrificio pascual y como alimento para la vida
eterna; y, sobre todo el viernes santo, cuando conmemoramos su muerte redentora
en la cruz. En ellos estamos llamados a acoger en nuestros corazones con mayor
amor a Jesús Salvador. Y a imitarlo, en la entrega de nuestras vidas a Dios. A
llevar la cruz de todos los días. A dejar a un lado cualquier pecado, a ir por
el camino de la santidad y de la perfección cristiana, para alcanzar así
también, unidos a Cristo, el premio de la vida eterna.
Porque
la Semana Santa no es semana de tristeza. Ella comienza con la entrada gloriosa
de Cristo a Jerusalén, y culmina con su triunfo sobre el mal y sobre el pecado,
sobre el demonio y la muerte, con su gloriosa resurrección al amanecer del
domingo de gloria. La Pascua, la Semana Santa, es el triunfo de Nuestro Señor
Jesucristo sobre el demonio, el pecado, la muerte y el mal.
CONCLUSIÓN
Por
eso, aunque no podamos participar presencialmente en los oficios litúrgicos,
hagámoslo a través de los medios de comunicación, de las redes sociales, y con
nuestros misales o devocionarios.
Vivamos
intensamente estos días de religiosa meditación, e identifiquémonos con Jesús,
nuestro Divino Salvador, para llevar nuestras cruces diarias y así alcanzar
también la gloria de la resurrección. Imitemos a nuestra madre amorosa María
Santísima., la Dolorosa, que lo acompañó al pie de la cruz, para gozar con él
al abrazarlo ya resucitado el Domingo de Pascua.
Y
oremos más intensamente en nuestros hogares, personalmente y en familia, para
asimilar cada vez mejor, y vivir a fondo las grandes enseñanzas de la Pascua:
muerte y gloriosa resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Cardenal Jorge L. Urosa Savino
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