Durante
la Clausura el Año de la Misericordia, el obispo auxiliar de Caracas reflexionó
a viva voz, sobre cuatro ámbitos de la sociedad: la vida social; la familia;
los pobres y los últimos; y el dolor y la enfermedad
Ramón
Antonio Pérez // @GuardianCatolic
Caracas, 14 NOVIEMBRE 2016
“En
cualquier situación de la vida, no debemos olvidar que no dejaremos jamás de
ser hijos de Dios. No dejaremos jamás de ser hijos de un Padre misericordioso
que nos ama y espera nuestro regreso. Incluso en las situaciones más
feas de la vida. Dios nos espera. Dios quiere abrazarnos”.
Esta fue una de las expresiones
de monseñor Enrique José Parravano Marino, durante la catequesis que predicó el
12 de noviembre, en la Iglesia “Nuestra Señora de Chiquinquirá” de Caracas, con
motivo de la clausura del Año Jubilar de la Misericordia convocado por el Papa
Francisco.
Afianzado
en la parábola del Hijo Prodigo, sostuvo que esta enseñanza de Jesús “nos anima
a no desesperamos jamás”. “Se trata de estar en el camino de Jesús que
se ha entregado por amor a cada uno de nosotros en la cruz y sin pedir nada a
cambio”.
Tenemos que defender la familia
En
relación al matrimonio y la familia, monseñor Parravano dijo que “son un patrimonio”,
y que “es preciso custodiar, promover y defender”, porque como afirma
el Papa Francisco, “atraviesa una crisis cultural profunda”.
“En
efecto, la familia es la institución mejor valorada por la sociedad.
Constituye una auténtica escuela de humanidad, socialización, eclesialidad y
santidad. En ella hemos recibido la vida, somos reconocidos y amados y
aprendemos a amar y entregarnos. En ella es donde experimentamos por primera
vez la misericordia de Dios”, añadió.
El
obispo, miembro de la Congregación Salesianos de Don Bosco, describió los
factores que han contribuido a desdibujar la realidad matrimonial, a difuminar
la percepción de la verdad y bondad del matrimonio y a debilitar los vínculos
familiares.
“Estos
factores son: el individualismo, las diversas concepciones ideologizadas del
matrimonio y la familia, una concepción emotiva del amor, la inmadurez
afectiva, la fragilidad delos vínculos, las dificultades económicas y sociales,
la falta de vivienda y de trabajo, entre otros”, expresó en el abarrotado
templo que expectante le escuchaba.
También
mencionó “los múltiples casos de maltrato y violencia, particularmente contra las
mujeres y los niños, la pobreza de muchas familias, la falta de una
cultura de la vida que afirme la bondad y dignidad de toda vida humana y la
necesidad de custodiar y defender la vida de los niños por nacer como
un inmenso don que se nos da”, dijo citando la exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa
Francisco.
En
el aspecto de la vida social, el obispo auxiliar de Caracas, habló del perdón y
la reconciliación como “tareas fundamentales de la Iglesia” –hospital de
campaña como la llama el Papa Francisco-, agregando que la misericordia “nos da la
posibilidad de reconstruir una vida rota, y nos abre a la reconciliación con
Dios y con el hermano”.
Dijo
que la clave está en volver a Dios y reconocer el propio pecado. “Me
levantaré e iré donde mi padre y le diré: Padre he pecado contra el cielo
contra ti”, extrajo del Evangelio de San Lucas, referente a la Parábola
del hijo pródigo.
De
igual manera, en palabras del Santo Padre Francisco, recordó algunos principios
para superar las dificultades y vivir en paz: “el diálogo, el encuentro, la
escucha, le búsqueda común, la paciencia, el respeto a la verdad y la
justicia”.
Iglesia pobre para los pobres
El
tercer aspecto de la predicación de monseñor Enrique Parravano, motivó el
trabajo de la iglesia hacia los más necesitados de la sociedad.
“Siempre
los pobres han sido los destinatarios privilegiados del Evangelio, y la
evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino
a traer”, expuso citando a Francisco.
Recordó
que el Santo Padre ha dicho con claridad: “Quiero una iglesia pobre para los pobres”,
lo cual en su criterio, “requiere de nosotros una verdadera conversión”.
Explicó
que las obras de misericordia divididas en corporales y espirituales recuerdan
cuatro clases de pobreza que a menudo se entrelazan.
Primero,
la
pobreza física o económica, “que es la más grave y fácil de ver”; segundo,
la
pobreza cultural, “que también excluye de la vida social al negar
oportunidades de formación”; tercero la pobreza relacional, “que aísla
del entorno social”; y cuarto, la pobreza espiritual, “que en
nuestra sociedad se concreta a menudo en el vacío interior, desesperanza o
abandono”.
¿Cómo enfrentar la enfermedad?
Monseñor
Parravano expuso como cuarto ámbito de la sociedad necesitada de misericordia, “realidades
que tocan lo más hondo del ser”, especialmente a familiares y amigos de quienes
se encuentran padeciendo el dolor y la enfermedad. “¿Cómo hacerle frente a la
enfermedad? ¿Cómo encajarla en la vida?”, se preguntó el religioso.
“El
dolor, el sufrimiento y la enfermedad necesitan urgentemente de la
misericordia; es un lugar de experiencia que requiere de escucha, compañía,
compasión y esperanza”, dijo en su enseñanza. “Dios no es autor del sufrimiento
ni de la muerte, sino Aquel que le pone remedio, porque está siempre
cerca de la persona que sufre”, acotó.
“Los
cristianos tenemos que promocionar la cultura de la vida y de la acogida,
servir a la vida sufriente con la misma misericordia del buen samaritano”,
precisó al término de su catequesis para reflexión y compromiso de los
creyentes, al culminar este Año Jubilar de la Misericordia en la Arquidiócesis
de Caracas.
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