El
postulador de su causa no creía que el cuerpo de la religiosa estuviera
incorrupto y sugería a las religiosas “quitarse esas cosas de la cabeza”. Pero
se llevó una gran sorpresa, al presenciar la exhumación y comprobar que el
cuerpo estaba íntegro, después de 27 años de su fallecimiento
Ramón Antonio Pérez - Aleteia Venezuela
publicado el 19/03/21
La mañana
del 19 de enero de 1994, una gran sorpresa se vivió en la capilla de la casa
hogar “Inmaculada Concepción”, que las Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús
(ARCJ), tienen en Maracay (Venezuela). Aquel día, tanto a las consagradas, como
al obispo de Maracay, clérigos, médicos, científicos y obreros que tenían por
misión exhumar los restos de la Madre María de San José, los sorprendió el
hallazgo: ¡El cuerpo de la religiosa venezolana estaba incorrupto!
La
incorruptibilidad es “la propiedad de un cadáver humano de no descomponerse
después de la muerte, a pesar de no haber sido embalsamado o preservado de
manera alguna”, escribe María García de Fleury en un libro de bolsillo dedicado
a la Madre María de San José. Se considera una condición atribuida a la
intervención divina. Así fue encontrada la primera beata de Venezuela.
Su nombre
era Laura Evangelista Alvarado Cardozo, y nació en Choroní (estado Aragua), el
25 de abril de 1875. Deseosa de vincular su vida a los asuntos de Dios, desde
muy joven entregó “su virginidad” al Padre Celestial, sirviendo
desinteresadamente a la Iglesia, entre los más necesitados.
De hecho,
era llamada la “Niña del Cristo”, porque entraba al templo parroquial con su
libro de oraciones, el santo Rosario, un crucifijo en el pecho. Después, en las
calles y centros de salud, practicaba en todo momento las obras de caridad a
quien la necesitara.
Su nombre es
un homenaje a San José
Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús
La niñez y
vida juvenil de Laura Evangelista transcurren en una Venezuela de situación muy
convulsa. El país sufría las fatigas de las guerras civiles de finales del
siglo XIX y principios del XX. Las enfermedades, carencias materiales y la
pobreza estaban por todas partes.
Por si fuera
poco, las congregaciones religiosas de hombres y mujeres habían sido expulsadas
de Venezuela. Los seminarios fueron clausurados por decisión del presidente
Antonio Guzmán Blanco, considerado un “modernista”. Quienes desearan formar
parte de la iglesia en condición de consagrados, tendrían que salir del país.
No era nada fácil la situación para la iglesia.
Hacia el año
1892, Laura quería consagrarse totalmente a Dios en un convento de clausura,
pero se encontraba con esta penosa realidad. Así se lo hizo saber al padre
Justo Vicente López Aveledo quien para ese año sería nombrado párroco en
Maracay. Sus deseos fueron encaminados a través de un voluntariado de salud
conformado por el sacerdote y que luego sería el hospital San José de esa
ciudad.
Hermana de los pobres de San Agustín
Desde
entonces asumieron el hábito de santa Rita de Casia en agradecimiento a la
petición de que se concretase definitivamente la congregación. Entretanto, la
regla de san Agustín, el Doctor de la Iglesia, sería el normativo espiritual
por el cual se habrían de guiar. El objetivo de la congregación era servir a
los pobres y abandonados: niñas, huérfanos, ancianos y enfermos.
Laura
Alvarado Cardozo asume el nombre de María de San José; una decisión que fue
seguida por las demás hermanas fundadoras. De esa manera honraron a san José,
el padre del Niño Jesús, patrón de la parroquia de Maracay y del hospital donde
despertaron su vocación y entrega total a Dios.
La
exhumación de la primera beata venezolana
Luego de una
vida intensa entregada a los más nobles servicios de la caridad, destacando el
fervor por la eucaristía, María de san José falleció el 2 de abril de 1967,
como se dice en el lenguaje religioso: “en olor de santidad”. Dos días después
fue sepultada en la capilla de la casa hogar “Inmaculada Concepción”, en
Maracay. Allí se mantuvo durante 27 años antes de la exhumación.
Aunque la
urna de madera estaba deteriorada por la humedad del terreno, el cuerpo de la
que el 7 de mayo de 1995, se convirtió en la primera beata venezolana,
permanecía intacto y sus órganos completos. Así lo describe la actual vice
postuladora de la causa de canonización, hermana Gracelia Molina (ARCJ), a
través de diversos sonidos de voz enviados a Aleteia, gracias a la
intermediación del investigador e historiador religioso Reinaldo Bravo, natural
de las tierras de Aragua.
Testigos
Citando las
actas de exhumación menciona la presencia, entre otros testigos, de monseñor
José Vicente Henríquez Andueza, obispo de Maracay; el padre Romualdo Rodrigo
(OAR), postulador de la causa ante Roma; la Madre Ligia Díaz Reques, superiora
general de las Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús; la hermana Dilia
Barrios, vice postuladora de la causa de beatificación y canonización de la
Madre María de San José; y el gobernador de Aragua, Carlos Tablante.
“Cuando
abren la tumba, se observa que el suelo está húmedo y el ataúd que es de madera
se encontraba agrietado. Mientras van sacando la urna, de esta se desprenden
algunos pedazos de la madera. Luego lo colocan en un salón contiguo a la
capilla, donde terminan de quitar toda la madera. Obviamente, todo el proceso
se cumple bajo juramento”, describe Gracelia.
“El latón final de la urna también estaba muy deteriorado y oxidado por el tiempo, y al abrirlo se consigue el cuerpo de la Madre San José, incorrupto completamente”, indica.
“Se consigue con su atuendo y su hábito
intacto”, añade. Luego explica que el cuerpo estaba lleno de tierra y demás
restos de la urna, los cuales se le fueron quitando poco a poco. La ropa con la
que fue enterrada tuvo que ser rociada con un químico (formol) y eso la
destiñó.
Las azucenas
todavía estaban verdes
Algunos
detalles impactantes de este proceso de exhumación tienen que ver con el
hallazgo intacto de las flores y una cruz de madera que le colocaron en las
manos y recogidas en el pecho de la Madre María de San José. “Las azucenas
conservaban su verdor”, incluso, “las hojas de esparraguillo estaban erectas”
refirió citando el acta levantada por la hermana Dilia Barrios.
La beata
tiene en la cara y las extremidades el proceso de momificación; mientras en el
tronco el de saponificación. “El cuerpo no tiene presencia de líquidos. Ella
está como seca, pero contiene todos sus órganos: hígado, pulmones, masa
encefálica. Es decir, tiene todo lo del cuerpo humano”, dijo.
Igualmente añade que la cruz de madera con la que fue enterrada, se conservaba intacta y ahora está junto con el cuerpo en el santuario dedicado a la beata en Maracay. “Obviamente, después de que se exhuma no se podía exponer al público para su veneración porque había que realizarle el tratamiento de conservación”.
La profecía sobre su cuerpo y otros detalles
Gracelia
expuso que la conservación del cuerpo “fue una de sus profecías”, visualizada
por la Madre María de San José. “Dijo que ella no sería comida para los
gusanos”, refirió la vice postuladora. Sin embargo, indicó que el postulador de
su causa en Roma, Fray Romualdo Rodríguez, antes de la exhumación no lo creía
así. “¡Quítense esas cosas de la cabeza, no todos los santos son
incorruptos!”, le decía el agustino recoleto.
Para
sorpresa del religioso, la Madre San José estaba incorrupta con todos sus
órganos en buen estado. “El doctor Enrique Aponte Viloria quien dirigió el
proceso de exhumación y certificó que efectivamente era el cuerpo de la Madre
María de San José, fue quien después hizo el tratamiento de conservación”,
informó la hermana Gracelia.
Otro detalle ocurrido durante la exhumación fue el desprendimiento de un trozo de cemento que cayó en una mano de la beata y le partió la falange de uno de los dedos. “De ese dedo se tomó para hacer la reliquia de primer grado”. Posteriormente, con los estudios y radiografías realizadas, se le hizo una mascarilla para preservarla del ambiente en que estaría expuesta y se reconstruyó el dedo.
“En la Eucaristía está mi tesoro y allí está mi corazón”
El amor a
Jesús sacramentado, fue uno de los aspectos que caracterizó a la primera beata
de Venezuela. Su vivencia se resume en la siguiente frase: “En la
Eucaristía está mi tesoro y allí está mi corazón”. Esto se convirtió en
una realidad cuando hubo la necesidad de contar con otra reliquia de su cuerpo
distinta a la falange del dedo de la mano y darle un nuevo proceso de
conservación.
“Del 3 al 18
de noviembre del año 2014, con un nuevo postulador Samson Silloríquez (OAR), se
volvió a abrir el nuevo sarcófago de cristal y se procedió al segundo tratamiento
de conservación a cargo del doctor Luis Pérez, médico forense, garantizando que
se mantendrá por muchos años”.
Gracelia
informó: “Con permiso de Roma se le extrajo su corazón y fue trasladado a la
Capilla de Adoración Perpetua que tenemos en la ciudad de Los Teques (Miranda),
en nuestra Casa Madre de la Congregación, donde está expuesto el Santísimo las
24 horas, por el milagro eucarístico ocurrido en la finca Betania. Su corazón
está expuesto a la veneración de los fieles y adorando a Jesús Eucaristía, tal
como ella lo quiso hacer en vida y lo expresa en sus apuntes espirituales”.
Conclusión. El proceso de su beatificación de la Madre María de San José comienza en 1978. Y muy temprano, en el año 1982, ocurre la curación de la hermana Teresa Silva, inválida por una penosa enfermedad, a quien la beata le había profetizado su curación años antes. Este milagro fue aprobado por decreto papal de Juan Pablo II en 1993. En 1994, es trasladado su cuerpo incorrupto al sarcófago de cristal para la veneración de sus hijas espirituales y fieles. El 7 de mayo de 1995 fue celebrada en la Ciudad del Vaticano la ceremonia de su beatificación.
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