Ramón Antonio Pérez/Aleteia Venezuela
Oct 03, 2020
“No es
solamente la pandemia. Cuando la Covid-19 se hizo presente en Venezuela, ya el
sistema educativo, la vida de los docentes, alumnos y de los ciudadanos en
general, estaban colapsadas. Ya teníamos muchos sufrimientos encima vinculados
a la deficiencia del sistema de salud, a la falta de comida y a la calidad de
vida en general”.
Así lo refiere
Omaira Peña, una docente jubilada cuya pensión mensual no llega a los 3
dólares. Con los años y la situación del país, Omaira comenzó a sufrir de
ansiedad. No tiene hijos y su esposo falleció hace 12 años. “Solamente
en los medicamentos se me va el monto de la jubilación”, dijo para
Aleteia mientras esperaba una bolsa de comida con la que ha de “sobrevivir”
hasta el mes siguiente… Comencemos por el principio.
Eran las seis y
treinta de la mañana, del pasado martes 28 de septiembre. Frente a un templo
católico de Guarenas (Venezuela), varios educadores jubilados adscritos a la Gobernación
del estado Miranda, comenzaron a formar una fila. Previa autorización del
párroco del lugar para el uso de los espacios eclesiales, tres horas más tarde,
funcionarios
de la Gobernación les entregarán una bolsa de comida, únicamente contentiva de un
kilo de pasta, siete kilos de arroz y dos de harina de maíz precocida.
La bolsa que
reciben los jubilados mirandinos es una especie de “sorpresa”, en la que rara
vez encuentran aceite, azúcar o productos de marcas reconocidas y autorizados
por organismos sanitarios. Nunca recibirán verduras, frutas, carnes, quesos,
huevos y pescados que les permitan una dieta rica y balanceada. Un sondeo a los
códigos de barra de los productos genera dudas acerca de su origen y calidad. Así,
hasta el mes siguiente.
No hay condiciones para clases por internet
Esta vez, sin
embargo, el tema de conversación no eran solamente las bolsas contentivas de
carbohidratos. Hablaron de la suspensión del nuevo año escolar por parte del
gobierno de Nicolás Maduro; claro está, como consecuencia de la dura situación
que el sector educativo vive desde el año 2016, cuando se acentuó la crisis
humanitaria en Venezuela.
“En otros tiempos
los educadores contábamos con sueldos y un contrato colectivo que nos permitía vivir
dignamente. No eran sumas millonarias, pero teníamos lo necesario para vivir.
Ahora ni siquiera hay condiciones para dar inicio al nuevo año
escolar”, expresó María de Quintana, al ser consultada para Aleteia.
La maestra que
entregó lo mejor de sí durante casi treinta años, considera que “adicional a
esto, el país carece de un servicio eléctrico eficiente, y el transporte
público no tiene suministro de gasolina. ¿Cómo van a llegar los maestros a sus centros
de trabajo?”.
También comentó
que en el caso de las “clases por internet” las autoridades no han dotado a los
maestros y representantes de las herramientas necesarias para recibir las
clases virtuales cuya modalidad sería a partir de enero, si es que la pandemia lo
permite.
“Muchos
padres de familia y maestros no tienen computadoras ni servicio de internet en
sus casas; y si los tuvieran, serían gastos adicionales para su menguado poder
adquisitivo … ¿Acaso les van a pagar eso? Una cosa es servir desde nuestra
vocación de educadores, y otra apoyar la esclavitud a la que el gobierno nos
quiere someter”.
Recordó que en un
comunicado del pasado 7 de septiembre, la Federación Venezolana de Maestros
alertó al gremio que las propuestas hechas desde el desde el gobierno están cargadas
de improvisación y una exagerada dosis de falsedad para aparentar normalidad.
“El docente tiene un salario de hambre. Gana menos de 1.600.000 bolívares mensuales, que no le alcanza ni siquiera para comprar 2 productos de la canasta alimentaria en la quincena”, se lee de la FVM. “Son menos de 2 dólares quincenales que nos sitúa en el rango de pobreza extrema según lo que establece la ONU”. Por lo tanto, “los docentes no están dispuestos a incorporarse a un nuevo año escolar en esas condiciones”.
Educadores vendiendo helados
La profesora
Omaira Peña, citada arriba, acotó lo siguiente: “Debemos recordar que los
educadores abandonaron las aulas porque no había condiciones para impartir
clases dignamente a los niños y jóvenes; además, sus ingresos no eran
suficientes para los gastos de comida, transporte, medicamentos, vestido,
higiene y otros servicios del hogar”.
Luisa Báez, una
profesora jubilada con Magíster en ciencias de la educación reveló que, a pesar
de sus estudios, el ingreso mensual que recibe, más los “bonos presidenciales”,
apenas llega a 2.860.000 bolívares, con lo cual roza unos 6 dólares,
aproximadamente, al cambio paralelo. Báez reconoció que le ha tocado buscar
alternativas de ingreso, a pesar de que sus hijos la ayudan y no tiene que
pagar alquiler como muchos docentes jóvenes.
“Una de estas
alternativas que buscan los docentes es vender helados en casa”, aseguró. “Sí,
son helados más elaborados, de galletas, nucita, por ejemplo”, refirió,
razonando “que todo trabajo es digno”. Para Luisa, tanto gobernantes como la
población, “tenemos que volver a la producción física real, primaria, y no
conformarnos” porque se observa que el dinero, “aunque dolarizado, nos está
reduciendo aún más el poder adquisitivo”.
LOS DATOS: En diciembre de 2019, la Unidad
Democrática del Sector Educativo (USDE), una organización que agrupa a
profesores y maestros, calculó en 50 por ciento la pérdida en la nómina de
maestros. Destacaron que en Venezuela quedaban entonces 263.769 docentes con
título universitario. Para 2015, cuando el Ministerio de Educación publicó su
última Memoria y Cuenta indicaba que eran 527.538, según UDSE.
Igualmente, para 2015 en los 543 planteles educativos de Caracas, se contaba con 28.332 maestros, sin embargo, para finales de 2019, de acuerdo con la UDSE, quedaban 14.926 profesionales de la educación. La organización gremial, también reconoció que muchos educadores se fueron del país en condición de emigrantes o comenzaron a realizan otros trabajos simultáneos o como única alternativa ya que así tendrán “mejores ingresos”.
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