En 2017 murieron 20 sacerdotes y religiosas debido a la “emergencia sanitaria”. Ahora, José Luis Jaimes no consiguió “recursos ni insumos médicos” en Venezuela, y fue llevado a Colombia donde falleció
Ramón Antonio Pérez | Abr 09, 2018
El compromiso de los sacerdotes venezolanos con su feligresía, en medio de la grave crisis moral, social, política y económica que afecta al país, no deja lugar a dudas: sufren los mismos padecimientos de la población y mueren con sus mismas afecciones. En centros de apostolado es fácil detectar la “deprimente realidad” que viven muchos de estos hombres consagrados a Dios, tan semejante a la de sus “humilladas” ovejas.
Tal vez, por la prudencia y la humildad que los caracteriza, no se conozca a fondo el nivel de afectación, pero muchos sacerdotes y religiosas están siendo diezmados por la escasez de medicamentos y las deficiencias del sistema sanitario. El gobierno de Nicolás Maduro, ha sido incapaz de responder eficazmente ante las enfermedades que aquejan a la población; y por supuesto, estos hombres y mujeres de Dios, son tan mortales como el resto, y por tanto, no escapan de la daga que los apunta sin piedad.
Esta triste realidad fue ratificada el jueves 5 de abril con el fallecimiento del padre José Luis Jaimes González, un sacerdote incardinado a la Diócesis de San Cristóbal (estado Táchira), quien tuvo que “ir a morir a Colombia”, con la esperanza de mejorar su estado de salud. Su cuadro: problemas de hipertensión, azúcar y afectación directa del hígado.
Luchó hasta el final
Por más que el padre José Luis luchó para preservar la vida que Dios le diera, se convirtió en la enésima víctima de “un mal sistema de gobierno”, según la denuncia hecha por el propio monseñor Mario Moronta, responsable de esta iglesia fronteriza, en un mensaje difundido a la red eclesial y allegados de la iglesia venezolana.
“Hasta el final, él mismo luchó por su vida (…) Otra víctima de esta crisis creada por un Gobierno sin humanidad”, expresó en medio del dolor que le embargaba. Luego, a través de una nota enviada a Aleteia, la iglesia diocesana ratificó el deceso del sacerdote ante la falta de medicamentos y de una asistencia médica adecuada.
“Los sacerdotes somos pueblo y sufrimos los mismos dolores del pueblo”, dijo Moronta el 7 de abril, durante la misa exequial en San Antonio del Táchira. Para describir la dura realidad que como consagrados les toca enfrentar, el Prelado colocó como ejemplo a su sacerdote, “quien en el padecimiento de su enfermedad crónica no conseguía en Venezuela los medicamentos ni la atención médica adecuada”.
Relató que el padre José Luis Jaimes falleció en un hospital de la ciudad de Cúcuta (Colombia), a donde tuvo que recurrir para recibir los últimos cuidados médicos. “Si Venezuela no viviera esta crisis, el padre José Luis no hubiera muerto en este momento”, se lamentó.
“Él sufrió la misma situación que están viviendo tantas personas del pueblo venezolano. Hay quienes quieren ocultar la realidad, pero ustedes son testigos de cómo un sacerdote es víctima un mal sistema de gobierno”, expresó. “Dios toque el corazón de quienes tienen que tomar decisiones por el bien del pueblo venezolano”, rezó.
También agradeció a las personas e instituciones que realizaron gestos de solidaridad con el padre José Luis Jaimes durante su enfermedad. Finalmente, dirigió palabras de consuelo a sus familiares exhortándolos a vivir este difícil momento con fe, comunión y esperanza en Cristo resucitado.
Sufrir lo que la gente sufre
Recientemente, monseñor José Luis Azuaje Ayala, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, en una entrevista concedida a Nueva Vida Digital, expresó que en el año 2017 fallecieron 20 sacerdotes, algunos como consecuencia de la emergencia sanitaria.
“Nosotros como sacerdotes estamos inmersos en la realidad social, sufrimos lo que la gente sufre, padecemos las enfermedades que el pueblo padece”, dijo el también obispo de Barinas y presidente de Cáritas de América Latina y el Caribe.
“Lamentablemente en Venezuela hemos perdido algunos sacerdotes por falta de medicamentos y de atención a enfermedades delicadas, como aquellas que necesitan de diálisis. El año pasado murieron alrededor de 20 sacerdotes y algunas religiosas, no podemos decir que todas sean por esta causa, pero sí algunos que ya no tienen como conseguir los hipertensivos o bien otros tipos de medicamentos”, sostuvo Azuaje.
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