El Cónclave para elegir al Papa 267, como todos en la historia de la Iglesia Católica, será un evento de profunda trascendencia espiritual y, al mismo tiempo, con implicaciones políticas y sociales
Ramón Antonio Pérez | @GuardianCatolic
Publicado el 23 de abril de 2025
Publicado el 23 de abril de 2025
Todavía no han sido inhumados los restos del Papa Francisco (el papa 266 de la historia) y la elección del nuevo sucesor de San Pedro ya despierta las más variadas ambiciones por el poder político y religioso que representa. El Cónclave se convierte así en un momento único en la vida de la Iglesia Católica, donde lo espiritual y lo político convergen para alcanzar el anhelado trono papal.
Según la doctrina, el Cónclave es el proceso en el que el Espíritu Santo guía a los cardenales electores para elegir al sucesor de Pedro, quien asumirá la responsabilidad de "apacentar las ovejas" (Juan 21, 17).
Sin embargo, esta elección —aunque revestida de sacralidad— también es un acto profundamente político, marcado por tensiones internas, alianzas y estrategias que reflejan las dinámicas de poder dentro de la institución eclesiástica.
Marco institucional del Cónclave
El Cónclave está regulado por la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis de 1996, siendo el proceso por el cual los cardenales electores (aquellos menores de 80 años) eligen al nuevo Papa.
En la actualidad, el Colegio Cardenalicio cuenta con 132 cardenales electores, según los datos hasta abril de 2025, aunque este número puede variar ligeramente al momento de la convocatoria debido a fallecimientos o impedimentos.
Según la tradición, el Cónclave debe iniciar entre 15 y 20 días después de la sede vacante, en este caso, tras la muerte del Papa Francisco, ocurrida el 21 de abril de 2025, su comienzo oficial sería en mayo de 2025, presumiblemente en la Capilla Sixtina. No obstante, las negociaciones comienzan mucho antes.
La dualidad del Cónclave: fe y pragmatismo
A diferencia de los procesos electorales seculares, en el Cónclave la feligresía no participa directamente, pues se sostiene que el resultado es expresión de la voluntad divina. No obstante, como en cualquier sistema de elección, intervienen factores humanos: negociaciones, facciones (progresistas, conservadores y moderados) e incluso influencias externas derivadas del contexto global.
Ignorar esta dimensión política implicaría reducir a los fieles católico a simples sujetos pasivos, negando la complejidad histórica y sociológica de la Iglesia.
El legado de Francisco y la incertidumbre sucesoria
El recién fallecido Papa Francisco dejó una huella ambivalente en su ministerio petrino. Por un lado, promovió una pastoral de apertura al mundo, alejándose de tradiciones rígidas; por otro, sectores críticos consideran que su pontificado permitió la infiltración del "modernismo" con todas sus secuelas en clara alusión a la célebre frase de Pablo VI sobre "el humo de Satanás" que penetraba a la máxima estructura de la Iglesia Católica.
Con aproximadamente el 60% de los cardenales electores nombrados por Francisco, es probable que su línea ideológica influya en la elección del sucesor 267 de San Pedro. Sin embargo, como en toda transición de poder, no hay garantías: el próximo Papa podría continuar su reformismo, moderarlo o incluso, revertirlo. En política no hay garantías de nada.
Tendencias en juego durante el Cónclave 2025
El siguiente esquema sintetiza las principales corrientes que interactuarán en el Cónclave:
1. Progresista. Su principal característica enfatiza reformas sociales, diálogo con la modernidad y flexibilidad doctrinal, esto es dejar a un lado tradiciones y las formas pastorales sobre las que se cimentó la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
2. Conservador. Es la Corriente que defiende la tradición, la ortodoxia y la centralización del magisterio. Sería el garante de que la tradición apostólica se mantenga con toda la riqueza y el respeto a los santos y mártires que dieron forma desde los tiempos de la iglesia primitiva.
3. Moderado. Es la corriente que busca equilibrios pragmáticos entre innovación y preservación institucional. Tal vez sea la decisiva a la hora de las negociaciones intra Cónclave.
Conclusión: entre la oración y la realidad
Más allá de las especulaciones políticas, los creyentes confían en que el Espíritu Santo ilumine el Cónclave. Pero reconocer su dimensión estratégica no menoscaba la fe; por el contrario, permite una comprensión integral de la Iglesia como institución humana y divina.
En este sentido, la elección del próximo Papa no solo definirá el rumbo pastoral, sino también la capacidad de la Iglesia para navegar en un mundo en constante cambio, y en el que la tarea principal es llevar el mensaje de salvación de Jesucristo.
Por lo demás, no hay que olvidar que el Papa es un actor mundial de mucha importancia, y que influye junto a los demás líderes mundiales sobre el devenir de la humanidad.
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