Ramón Antonio
Pérez // @GuardianCatolic
Caracas, 18 de abril 2021
El cardenal Jorge
Urosa Savino no deja de mencionar que los valores cristianos practicados por el
Doctor José Gregorio Hernández Cisneros, son la motivación principal para que
sea elevado a los altares. Destaca que las grandes cualidades ciudadanas lo
califican como un eminente y destacado venezolano; sin embargo, el aspecto religioso y espiritual practicado
por el Médico de los pobres, no deben dejarse ocultos.
Por ende, el
llamado el arzobispo emérito de Caracas es a imitar al galeno nacido en Isnotú
el 26 de octubre de 1864, y que el 30 de abril de 2021, será beatificado en
Caracas, especialmente, las virtudes heroicas practicadas por el Doctor José
Gregorio.
“Quiero poner de
relieve que lo que lo movió interiormente a brillar en todas esas actitudes y
conductas laudables; lo que lo lleva ahora a la beatificación, fue su ardiente
amor a Dios, y su sólida vida cristiana”, dijo en un artículo enviado a los
medios.
Explica que José Gregorio –como venezolano ejemplar- merece ser imitado en “la práctica de las virtudes humanas, siendo buenos ciudadanos”. Pero, también “se destacó sobre todo por su intensa fe, su gran esperanza y su ardiente caridad. Y son estas virtudes teologales, reflejadas en su vida diaria, la que lo llevan ahora a los altares”.
En ese sentido indicó que merece “imitarlo en el intenso amor a Dios, en la vida espiritual y de piedad,
en la unión con Dios y con la Virgen María". Además, "en el cumplimiento de los
mandamientos de la Ley de Dios, en la caridad intensa al prójimo, en la
solidaridad con los que sufren, en la práctica de los actos de piedad”, aseguró el Purpurado caraqueño.
A continuación, el artículo del
Cardenal Urosa Savino:
José Gregorio Hernández, hombre de Dios
El próximo 30 de abril será beatificado nuestro
querido y famoso médico de los pobres y cristiano ejemplar, José Gregorio
Hernández. La ceremonia tendrá lugar en Caracas y, por delegación del Papa
Francisco, será presidida por el Cardenal Pietro Parolin, actual Secretario de
Estado y Nuncio del Papa en Venezuela desde noviembre de 2009 hasta septiembre
de 2013. En vísperas de ese feliz evento me complace destacar algunos aspectos
de la personalidad del nuevo Beato, en especial, la grandeza espiritual,
religiosa de José Gregorio Hernández.
Me explico: con toda justicia, en el mundo
académico, universitario y médico, pero también entre el pueblo sencillo y
fiel, cuando se habla de los valores humanos, José Gregorio ocupa un
privilegiado. Sin duda fue un gran venezolano, serio y varonil, sociable y
amable, de conducta ejemplar, recto y honesto, de gran actitud cívica y
elevación cultural.
Fue además una persona de inteligencia brillante y
superior, que sobresalió siempre en toda su carrera universitaria. Por supuesto
que luego fue un gran profesor en la Facultad de Medicina, y también un gran
científico e investigador, que instaló en Venezuela el primer laboratorio de
fisiología y bacteriología, dando así un gran impulso a los estudios de medicina
en nuestro país.
Excelente médico, sumamente competente y acertado,
pero además, lleno de ardiente caridad hacia los más pobres, a quienes atendía
personalmente en su consultorio y en sus domicilios.
Todas esas grandes cualidades y valores lo
califican como un eminente y destacado venezolano. Pero quiero poner de relieve
que lo que lo movió interiormente a brillar en todas esas actitudes y conductas
laudables; lo que lo lleva ahora a la Beatificación, fue su ardiente amor a
Dios, y su sólida vida cristiana.
En efecto: como lo proclamara el Papa San Juan
Pablo II en su decreto del 16 de enero de 1986, con el cual reconoció la
Iglesia las virtudes heroicas, excepcionales, -es decir, practicadas en grado
sumo-, del Dr. Hernández, este se destacó sobre todo por su intensa fe, su gran
esperanza y su ardiente caridad. Y son estas virtudes teologales, reflejadas en
su vida diaria, la que lo llevan ahora a los altares.
José Gregorio Hernández fue un verdadero hombre de
Dios, de una profunda vida espiritual, es decir religiosa. Era muy piadoso, es
decir, que vivió en actitud de oración, aun en medio de sus actividades
ordinarias, y que tenía una intensa práctica de piedad: participaba en la Santa
Misa diariamente, rezaba el Rosario, leía la Palabra de Dios, tenía una gran
devoción a Cristo y a la Santísima Virgen, y visitaba frecuentemente al
Santísimo Sacramento. Cumplió fielmente los diez mandamientos de la Ley de
Dios. Además, perteneció a una insigne asociación laical de vida espiritual y
apostolado, la Tercera Orden de San Francisco, y era muy afecto y cercano al
insigne Arzobispo de Caracas, Mons. Dr. Juan Bautista Castro y a los sacerdotes
de la ciudad.
Por eso, por tener una actividad diariamente
unificada e integrada por el amor a Dios, vivió intensamente la caridad, la
solidaridad, la bondad hacia todos, especialmente hacia los más pobres. Esto lo
colocó en el corazón de los venezolanos de su época, hasta el punto de que el
pueblo caraqueño, volcado en su cortejo fúnebre el 30 de junio de 1919, al
llevar en hombros sus restos al Cementerio, exclamaba con orgullo: “el Dr.
Hernández es nuestro.”
Sin duda alguna fue sobre todo la práctica de las
virtudes cristianas, las teologales de fe, esperanza y caridad, y las
cardinales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza, la razón para que en
1986 el Papa San Juan Pablo II lo declarara “Venerable”, y para que ahora, el
Papa Francisco lo eleve a los altares como Beato de la Iglesia, digno de
recibir culto religioso en Venezuela.
CONCLUSIÓN:
IMITEMOS AL NUEVO BEATO
Al declarar a alguien Santo o Beato, además de
proclamar sus altísimas condiciones religiosas, espirituales y humanas, la
Iglesia lo presenta al pueblo cristiano, más aún al mundo entero, como un
ejemplo digno de imitación. Su beatificación nos llama, pues, a imitar al Dr.
José Gregorio Hernández.
Primero, en la práctica de las virtudes humanas,
siendo buenos ciudadanos. Pero, sobre todo, estamos invitados a imitarlo en el
intenso amor a Dios, en la vida espiritual y de piedad, en la unión con Dios y con
la Virgen María, en el cumplimiento de los mandamientos de la Ley de Dios, en
la caridad intensa al prójimo, en la solidaridad con los que sufren, en la
práctica de los actos de piedad. Veamos todos a José Gregorio como un verdadero
y virtuoso hombre de Dios, insigne por su santidad, e imitémoslo en la práctica
del amor a Dios y al prójimo, y en la vivencia de nuestra hermosa fe
católica. Amén.
Caracas,
17 de abril de 2021
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