Siendo joven sacerdote tuve en la Semana Santa de 1972 el gusto y la gracia divina de ser invitado por el Obispo de Maracay, el gran Monseñor Feliciano González Ascanio a colaborar pastoralmente en una parroquia del sur de Aragua.
Fui a
ayudar en la celebración de los oficios religiosos y la administración de los
sacramentos en la parroquia de Camatagua.
Allí tuve el gusto de conocer una comunidad de jóvenes religiosas de la
Congregación colombiana de Hermanitas de la Anunciación.
Ellas
atendían las labores pastorales en esa Parroquia, y trabajaban entre la gente
del pueblo, con gran entusiasmo y ejemplar espíritu de piedad dedicación y
acierto. Su Instituto religioso había sido fundado poco tiempo antes, menos de
30 años, gracias al carisma e inspiración de una virtuosa e insigne
religiosa colombiana, la Madre Berenice
Duque.
Quedé muy bien impresionado por la solidez, bondad, generosidad y piedad de esas Hermanas que anunciaban a Jesucristo Nuestro Señor en esa parroquia del llano venezolano. Y, por supuesto, comencé a admirar a la fundadora, Madre Berenice.
LA GRANDEZA DE LA VIDA RELIGIOSA
Esas jóvenes religiosas colombianas, con gran generosidad, llenas de inmenso amor a Dios, con un fuerte impulso misionero y evangelizador, se habían entregado a hacer presente a Jesucristo, con sus dones de vida y salvación, en el sur de Aragua: Camatagua, Taguay y Carmen de Cura. Estas eran poblaciones de modestos recursos económicos, con clima fuerte, de práctica religiosa poco intensa.
Las Hermanitas
estaban allá, precisamente por eso, para llevar el mensaje de salvación a esos
hermanos nuestros, viviendo realmente su carisma religioso de opción por los pobres
para evangelizarlos y reavivar su fe y esperanza
en Dios. Así lo postula el evangelio de Nuestro Señor, como enseña el Papa
Benedicto XVI en su Discurso de inauguración de la Asamblea General de los
Obispos Latinoamericanos y del Caribe en Aparecida:
“la opción por los pobres se inserta en la fe
cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros para
enriquecernos con su pobreza” (Cf. 2 Co 8,9). (Discurso en la Inauguración de
la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, 3).
Desde mis años de Seminario he sentido gran afecto y admiración por la vida religiosa, en especial por la femenina, porque las vírgenes consagradas son un verdadero testimonio del amor y la misericordia de Dios en medio del mundo moderno. Este nuestro mundo materialista, infectado por el virus del ateísmo y ahora de la secularización y de la obsesión sexual--, que quiere sacar a Dios de la vida social, familiar y política, en fin, de la superficie de la tierra-- este mundo de hoy, recibe el bellísimo testimonio religioso de estas virtuosas mujeres.
Ellas, dejándolo todo, y consagrando su vida a amar a Dios por sobre todas las cosas y a amar a la humanidad sin esperar nada a cambio, dan testimonio del amor de Dios entre los hombres, de que Él es grande y bondadoso, y merece la respuesta de nuestro amor. Yo he pensado mil veces que con su fe, su bondad, su desprendimiento y su toque femenino, las religiosas son una prueba existencial, concreta, de la grandeza y existencia de Dios.
Solo Dios infinitamente bondadoso
y radiante, misericordioso y fuente de la verdadera felicidad, puede
inspirar y mover a esas santas mujeres a dedicar sus vidas totalmente a los demás,
en condiciones de gran penuria, sin esperar nada a cambio. Pues bien, esa
admiración la sentí allá en Camatagua en la Semana Santa de 1972 por las
Hermanitas de la Anunciación y su Madre fundadora.
LAS
VIRTUDES HEROICAS DE LA MADRE BERENICE
Recientemente tuve el gusto de recibir una correspondencia de la Hna. Alix Mercedes Duarte, que era en aquel entonces la superiora de la comunidad de las Hermanitas en Camatagua. En esa correspondencia, Sor Alix Mercedes, ahora Postuladora en Roma de la Causa de la Madre Berenice, me comentaba que el Santo Padre Francisco había aprobado el 12 de febrero de 2019 las Virtudes Heroicas de la fundadora, por lo cual se la distingue desde entonces con el título de Venerable.
El Papa declaró así que Madre Berenice
había vivido profundamente su vocación cristiana y había glorificado a Dios con
una conducta intensamente virtuosa. Y Sor Alix Mercedes me dio ahora la gran
noticia de que ya fue aprobado recientemente el milagro que abre las puertas de
la beatificación.
La
Madre Berenice, nacida en 1898 en Caldas, Colombia, sintió muy joven la
vocación a la vida religiosa, y respondió en 1917 al llamado del Señor
ingresando a los 19 años a la Congregación de las Dominicas de la
Presentación. Allí fue creciendo en el
intenso amor a Dios, que le inspiró un ardiente celo apostólico para servir y
evangelizar al prójimo, lo cual concretó en las diversas actividades que le fueron
asignadas progresivamente.
Al
respecto nos dice el Decreto de las Virtudes de Madre Berenice: “Su capacidad
apostólica no tenía límites: organizaba conferencias marianas, consagró como
“esclavas de María” a muchas jóvenes en los colegios y en los grupos
parroquiales, y después de hacer retiros y encuentros en las clínicas,
hospitales, obras sociales, constituyó grupos de Acción Católica con personas
de diferentes rangos. En la labor apostólica quiso inmolarse y responder a Dios
con penitencias corporales”.
Su intenso amor a Dios y su unión con Cristo crucificado le dieron la fuerza necesaria para emprender muchas obras difíciles, especialmente entre los más pobres, como lo refiere el Decreto:
“Entre los años 1938-1942 la hermana Berenice amplió su apostolado con un servicio a los más pobres de los pobres, fortaleciendo su relación con Dios y confiándola a la Beata Virgen. Se dirigió a las fábricas textiles para hablar de Dios y de María a los obreros y obreras; puso en práctica una forma de apostolado con los obreros del barrio Guayaquil, conocido por ser un peligroso refugio para delincuentes, drogadictos, alcohólicos, prostitutas y todo género de criminales, a los cuales la hermana Berenice intentaba llevar el amor misericordioso de Dios”.
Y
el Señor le concedió una fortaleza especial para unirse a la pasión de Cristo en
el dolor de la enfermedad y la debilidad que esta conlleva. Que fue superando
gracias a su férrea voluntad y su intenso ardor apostólico.
Para servir mejor a los pobres fundó en 1943 la Congregación de las Hermanitas de la Anunciación, y luego fundó otra congregación para acoger jóvenes afrocolombianas llamadas por Dios a la vida consagrada: las Hermanas Misioneras.
Fue una mujer de fe cristiana viva y firme, de intensa piedad mariana y de gran temple, emprendedora, entusiasta y de muchas iniciativas para anunciar el nombre y el amor de Dios a los más necesitados. Promovió en su Congregación la aplicación de los decretos del Concilio Vaticano II, y se preocupó activamente por la formación de sus religiosas.
Con suave firmeza, pero a la vez con prudencia,
dulzura y tacto, fue dirigiendo y haciendo crecer su Congregación. Sobre todo, dando ejemplo de intensa fe y
amor a Dios, de viva caridad, de ardor apostólico evangelizador, de fortaleza
en la dificultad y en la adversidad, de paciencia y humildad ante las incomprensiones,
que sobrellevó con ejemplar humildad y paciencia.
Realmente
fue una religiosa insigne. Ya con más de 70 años de edad volvió a enfermarse
gravemente por varios años, dando con su actitud de fortaleza y conformidad con
la voluntad de Dios, un ejemplo notable de fortaleza ante el dolor, de unión
con Cristo crucificado, de paciencia en la debilidad. Al respecto, dice así el Decreto de las Virtudes:
“ella intentó inmolarse, identificarse con Cristo, dirigirse al suplicio de la
cruz y acoger la muerte con un amor más fuerte y más grande: se preparó a subir
al Calvario y se consumió como hostia de amor y reparación. Murió en Medellín
el 25 de julio de 1993”.
Por
eso concluye el Decreto proclamando que: “Constan las virtudes teologales de la
Fe, Esperanza y Caridad hacia Dios y hacia el prójimo, como también las
virtudes cardinales de la Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza y sus
adjuntas, en manera heroica, de la Sierva de Dios María Berenice Duque Henker…”.
LA
ALEGRÍA DE LA BEATIFICACIÓN
Pasados
estos dos años de la publicación del Decreto de las Virtudes, Dios ha concedido
ya la gracia de la reciente aprobación de un presunto milagro presentado por la
postuladora de la Causa. Así lo declaró la Junta Médica de la Congregación de las
Causas de los Santos. Se esperan en las próximas semanas la reunión de los
teólogos de la Congregación, y luego la de Cardenales y Obispos miembros de la
misma, que precederán el anuncio del Papa Francisco con el decreto de la beatificación.
Este
acontecimiento será un motivo de gran alegría para la Iglesia en Colombia, y
también para nosotros, la Iglesia en Venezuela, donde desde hace casi 50 años
se encuentran trabajando intensamente, animadas por un vivo ardor apostólico,
las Hermanitas de la Anunciación, hijas de la Madre Berenice. Han realizado su
labor apostólica en Camatagua, en Caracas, y ahora están en Cúa y Yumare. ¡Gracias, queridas hermanas, por estar con
nosotros!
CONCLUSIÓN
Pedimos
a Dios que les conceda a ellas seguir viviendo con entusiasmo el carisma de la
evangelización de los pobres. Ese ardor
evangelizador que animó a Madre Berenice es tan necesario hoy en el mundo
entero, volcado hacia lo material, afectado por el virus maligno de la
secularización, del olvido y rechazo de Dios y de lo religioso. Que ese ardor
apostólico se encienda cada día más entre nosotros, los agentes de pastoral de
Venezuela y América Latina. Amén.
1 Comentarios
RUEGA POR NOSOTROS Beata Maria Berenice
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