Desde
su llegada a Colombia la Reina de Belleza trabaja con la Iglesia y los más
vulnerables, especialmente con los emigrantes, que en grandes oleadas llegan huyendo
de la crisis que afecta a Venezuela
Ramón Antonio Pérez - Aleteia Venezuela - publicado el 04/12/20
Ver a Pilín León (Miss Mundo 1981) en un video musical de contenido cristiano, llamó la atención de quienes no se perdieron el estreno de “Yo no tiro la toalla”, una contagiante canción lanzada a finales de noviembre de este año en YouTube.
Su
contacto con los esposos venezolanos Nenita
Ferrer y Fernando Carreño Larios, creadores de la obra y radicados en Barranquilla,
Colombia, permitió que ella formara parte del video musical.
Las inquietudes
no se dejaron esperar: “¿Por qué aparece
Pilín León en un video de ese estilo?”, “¿Por qué si es un ambiente distinto al modelaje, a las pasarelas y los
grandes espectáculos televisivos?”. Para
responderlas se contactó a la venezolana que a los 18 años, el 12 de noviembre de
1981, obtuvo la segunda corona de Miss Mundo para Venezuela. Desde entonces el
país fue considerado como “el de las
mujeres más bellas”.
De eso han
pasado casi cuatro décadas. Pilín está casada con Teodoro Pérez, su amor de
toda la vida, procreando sus tres hijos: Andrés Ricardo; Andrés Ignacio y
Andrés Alfredo. La llegada de sus nietos la hacen sentir muy feliz y orgullosa.
Ahora tiene 57 años.
Su labor es
todo un esfuerzo sostenido en las convicciones democráticas y en la fe cristiana
que siempre ha profesado. Su abuela le inculcó los valores cristianos y le
regaló el nombre de “Pilín”, con el que ha podido abrir muchas puertas para
ayudar a los emigrantes venezolanos. Desde Barranquilla, la ex reina habló en
exclusiva para Aleteia.
El reencuentro con Dios
Pilín, ¿hubo
algún episodio especial en su vida que la acercó más a Dios, a la Iglesia y al
trabajo humanitario o todo esto es parte de la enseñanza familiar?
“Mi fe es de toda
la vida, siendo aupada por mi abuela y por mi mamá que fue cursillista y
siempre colaboró con la Iglesia. Pero desde que llegué a Colombia, practicar
los valores de mi fe católica era como una necesidad enorme que estaba dentro
de mí. Era como si papá Dios me llamara y me llamara... Llegué con la necesidad
de buscar a Dios, a la Iglesia y acudir a la misa. Quería reencontrarme con lo
que practique desde siempre”.
“A través de
una amiga venezolana que tiene muchos años aquí –Ligia SchLoeter de Navia- me invitaron a un grupo de oración y ya
tengo diez años con ellos. Nos reunimos una vez a la semana para rezar el Santo
Rosario, leer la Palabra de Dios y escuchar las orientaciones de nuestro guía.
Desde allí me fueron motivando y realicé el retiro de Emaús con quienes me he
incorporado para trabajar. Me involucré con la parroquia “Santa Laura Montoya”
y formamos el apostolado de cárceles para visitar y trabajar con las mujeres en
la cárcel de “El Buen Pastor” y también iniciamos el trabajo con los hombres en
la “Cárcel Modelo”. Lamentablemente, la pandemia nos ha alejado un poco de las visitas
de estos centros penitenciarios, pero no del trabajo con ellos”.
Labor humanitaria
“Igualmente, desde hace 10 años, es decir, al poco tiempo de llegar a Colombia, me incorporé a Venezolanos en Barranquilla para motivar la libertad de Venezuela. Pero con las últimas olas migratorias, el trabajo ha sido más intenso y se ha convertido en una labor humanitaria sin precedentes. Hemos creado comedores para atender a los venezolanos que llegan y los habitantes de calle. Les llevamos comida, medicamentos, ropa y les brindamos orientación para los procedimientos legales y de residencia”.
¿Este
compromiso y estilo de vida ha surgido únicamente desde la fe o existen otros
elementos que Usted ha tomado en cuenta?
“Creo que este
camino no puede ser solamente lleno de fe, también debe estar acompañado del
estudio y conocimiento de nuestra Iglesia. Ha sido una labor muy fuerte y tiene
que ser ayudada por el estudio. Para ello he tratado de formarme y conocer
mucho más. Recientemente culminé un Diplomado de dos años en la Arquidiócesis
de Barranquilla, en la cual me formé como agente de evangelización, pero estoy
haciendo otro diplomado en teología, en la parroquia “Espíritu Santo” y la “Escuela
San Juan Eudes”. También hice cursos de Biblia y de los Evangelios con el padre
Edgardo Bernales, un especialista en Sagradas Escrituras que es nuestro
párroco. Creo que en todo esto Dios nos ha buscado y va colocando ‘Ángeles’ en
el camino para ayudarnos”.
Certámenes de belleza y Miss Mundo
¿Qué enseñanzas
le dejó participar durante su etapa juvenil en certámenes de belleza y luego en
el mundo del espectáculo y la televisión? ¿Le sirvió para su posterior trabajo
social, humanitario e incluso en lo religioso?
“Si, en esa
etapa de mi juventud conocí gente de todo tipo y son experiencias de vida que
también me enseñaron a vivir. El Miss Mundo me enseñó a servir, pero con
organización. Son pioneros en dedicar el concurso a un propósito social, y
tienen un slogan desde hace más de 50 años: “Belleza con propósito”. Hacen
labor social para niños alrededor del mundo desde hace más de sesenta años. Aprendí
mucho de eso”.
“Por supuesto
que el nombre ayuda. Y si es un nombre recto, limpio y que no ha estado
vinculado a escándalos, que ha tenido el honor de representar a Venezuela
alrededor del mundo con rectitud, pues, abre muchas puertas y la confianza que
uno necesita para que le brinden apoyo. De esta manera uno consigue más fácil
que le ayuden a ayudar”.
Camino de fe y compromiso sociales
¿Cómo se ve
Pilín León dentro de unos años asumiendo que ahora transita un camino de fe convertido
en compromisos sociales, humanitarios y de evangelización? ¿Usted se visualiza
como una persona plenamente satisfecha?
“Primero, lo
más hermoso de seguir este camino desde la fe es que me siento acompañada de
Jesús y María; y por supuesto, no existe la soledad en este caminar. Ya desde
este momento me siento plenamente satisfecha, porque tengo una familia hermosa
a la que amo. Una familia a la que siento que trato mejor que antes y, además,
ese servicio que intento llevar a la comunidad y a mis semejantes comienza por
casa. Por eso digo que es una satisfacción que siento desde ahora”.
“Claro, somos
humanos y cometemos muchísimos errores, pero aspiro que, afianzada en este
camino de fe, los errores sean cada vez menos orándole a Jesús y a María para
que me ayuden a corregir. Pero dentro de unos años me sigo viendo ligada a mi
Iglesia”.
“Tengo ejemplos maravillosos en mi grupo de apostolado que me refuerzan ese deseo. Es el caso de mi amiga Mary Zuloaga que tiene 81 años y sigue activa en el apostolado y en la Iglesia. Ella es agente de comunión y compañera en los diplomados que hemos hecho. Yo creo que me veo dentro de unos años, como ella. Me veo con mi familia y bendecida por todas estas cosas hermosas que me han acercado a Dios”.
La voz de los emigrantes venezolanos
Pilín León vive desde hace 11 años vive en Barranquilla, donde se ha convertido en referencia obligada del trabajo humanitario en favor de los emigrantes venezolanos. Forma parte de las organizaciones “Venezolanos en Barranquilla” y “Coalición por Venezuela”, desde donde canalizan la mayoría de los apoyos a los desplazados de la crisis que se vive en Venezuela, el otrora rico y pujante país petrolero.
“El Miss Mundo me entregó la llave que me ha permitido abrir muchas puertas para ayudar a mis hermanos venezolanos que ahora están pasando muchos sufrimientos como emigrantes”, enfatiza en la conversación.
Un día le informaron el caso de unos venezolanos que vivían hacinados en un galpón en Barranquilla. “Sentí curiosidad y me acerqué al lugar. Había cuatro familias, incluidas mujeres embarazadas. Aquella realidad me impactó. Por eso, a título personal, comencé a solicitar apoyo”, expresó a un medio caraqueño. Fue el inicio de una labor tipo familiar.
Comenzaron poco a poco pero el número de migrantes comenzó a crecer. No se daban abasto y tocaron las puertas de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Barranquilla donde ya mitigaban las necesidades de muchos venezolanos.
“Ellos tenían un comedor. En principio atendían a 60 personas (17 nacionales y 43 venezolanos, siete de ellos en condición de calle). Nos unimos y el grupo a la semana era de 80, a la siguiente 120 y después 350 personas”, expresó Pilín León.
Igualmente, a través de un video enviado a Aleteia, relató cómo le afectó el desalojo de una pareja de sordomudos venezolanos en Barranquilla. “Vivían en una pieza. Los desalojaron a golpes. Terminaron viviendo en la acera del frente de una de las líderes de nuestro barrio que les brindaba apoyo”. Pero ejemplos de este tipo se multiplicaban con otras personas que se encontraban enfermas, sin documentos y sin empleo.
Actualmente en Barranquilla residen más de 110.000 venezolanos, pero esa es una cifra que crece y no se detiene a pesar de la pandemia. De hecho, en Colombia están radicados casi dos millones de emigrantes que llegaron desde Venezuela.
La cifra, seguramente crecerá debido a que las autoridades venezolanas declararon la flexibilización de la pandemia y abrieron nuevamente algunas zonas de la frontera con Colombia.
La ONU y otras organizaciones reconocen que la migración venezolana se acerca a los seis millones de personas en diferentes países del mundo, una realidad con la que Pilín León está decidida a no “tirar la toalla” sino a seguir enfrentando con fe.
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