Encuentro del
Papa con los obispos polacos, así lo publica Aleteia,
tomado de
Esto es lo que Papa Francisco
dijo durante el encuentro con los obispos polacos durante la Jornada Mundial de
la Juventud de Cracovia. Fue un diálogo a puerta cerrada que se llevó a cabo el
27 de julio en la Catedral.
El padre Federico Lombardi, desde hace dos días ex
director de la Sala de prensa de la Santa Sede, había indicado que se trató de
un encuentro con un clima «muy simple y familiar», y había insistido en que «la
mayor parte de los obispos son simples, no son las viejas guardias que ponen un
poco en dificultades, pero no es que haya misterios, el encuentro se desarrolló
en absoluta familiaridad».
Ningún misterio, de
hecho, pues hoy el Vaticano publicó la transcripción del encuentro con los
obispos polacos, que hicieron cuatro preguntas al Papa. El tema de la teoría de
género fue uno de los temas particularmente afrontados por Papa Bergoglio,
quien afirmó que está de acuerdo con su predecesor Benedicto XVI: «Esta es la
época del pecado contra el Creador».
«En Europa, en
América, en América Latina, en África, en algunos países de Asia, hay
verdaderas colonizaciones ideológicas -repitió. Y una de estas, lo digo
claramente con ‘nombre y apellido’, es la teoría de género».
«Hoy a los niños (¡a
los niños!) se les enseña esto en la escuela: que cada quien puede elegir el
sexo. ¿Y por qué enseñan esto? Porque los libros son los de las personas y de
las instituciones que te dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas,
apoyadas también por países muy influyentes. Y esto es terrible. Hablando con
Papa Benedicto -refirió-, que está bien y tiene un pensamiento claro, me dijo:
‘Santidad, ¡esta es la época del pecado contra Dios, el Creador!’ ¡Es
inteligente! Dios ha creado al hombre y a la mujer; Dios ha creado el mundo
así, así y así… y nosotros estamos haciendo lo contrario».
El obispo de Roma
también reflexionó sobre la situación de la parroquia, una estructura «siempre
válida» pero que debe ser renovada. «¡El problema -hizo presente Francisco- es
cómo planteo la parroquia! Hay parroquias con secretarías parroquiales que
parecen ‘discípulas de satanás’, ¡que espantan a la gente!
Parroquias con las
puertas cerradas. Pero también hay parroquias con las puertas abiertas,
parroquias en las que, cuando alguien va a preguntar, se dice: ‘¿Sí, sí?
Pásele, ¿cuál es el problema?’. Y se escucha con paciencia».
El Papa subrayó que
en la actualidad ser párroco es cansado, pero «el Señor nos ha llamado a
nosotros para que nos cansemos un poquito, para trabajar, no para descansar».
Después contó lo que sucedía en una parroquia de Buenos Aires: «Cuando los
novios llegaban: ‘Nosotros queremos casarnos aquí’. ‘Sí -decía la secretaría-
estos son los precios’. Esto no funciona, una parroquia así no funciona»,
exclamó.
Sobre la
descristianización: «la secularización del mundo entero es fuerte. Es muy
fuerte. Pero algunos dicen: ‘Sí, es fuerte, pero se ven fenómenos de
religiosidad, como si el sentido religioso se despertara’. Y esto puede también
ser un peligro. Creo que nosotros, en este mundo tan secularizado, también
tenemos el otro peligro, de la espiritualización gnóstica. Esta secularización
nos da la posibilidad de hacer crecer una vida espiritual un poco gnóstica».
Francisco recordó
«que fue la primera herejía de la Iglesia: el apóstol Juan dio de palos a los
gnósticos (¡y cómo, y con qué fuerza!), en donde hay una espiritualidad subjetiva,
sin Cristo. El problema más grave, para mí, de esta secularización es la
descristianización: quitar a Cristo, quitar al Hijo. Yo rezo, escucho… y nada
más. Esto es gnosticismo».
Encontrar, observó,
«a Dios sin Cristo, un Dios sin Cristo, un pueblo sin Iglesia. ¿Por qué? Porque
la Iglesia es la Madre, la que te da la vida, y Cristo es el Hermano mayor, el
Hijo del Padre, que te revela el nombre del Padre. Una Iglesia huérfana: el
gnosticismo de hoy, puesto que se trata de una descristianización, sin Cristo,
nos lleva a una Iglesia, digamos mejor, a cristianos, a un pueblo huérfano. Y
nosotros debemos hacer que nuestro pueblo escuche esto».
El consejo del
Pontífice: «La cercanía. Hoy, nosotros, servidores del Señor (obispos,
sacerdotes, consagrados, laicos convencidos), debemos estar cerca del pueblo de
Dios. Sin cercanía solo hay palabra sin carne». Por ello hay que pasar por las
obras de misericordia, «tanto corporales como espirituales».
«‘Pero, usted dice
estas cosas porque está de moda hablar de la misericordia en este año’… ¡No!
¡Es el Evangelio! La cercanía es tocar la carne que sufre de Cristo». Y la
Iglesia, «la gloria de la Iglesia -añadió- son los mártires, claro, pero hay
también muchos hombres y mujeres que han dejado todo y han pasado sus vidas en
los hospitales, en las escuelas, con niños, con los enfermos».
El Papa contó que en
su viaje a República Centroafricana «había una monjita, tenía 83 u 84 años,
flaca, buena, con una niña… Y vino a saludarme: ‘Yo no soy de acá, soy del otro
lado del río, del Congo, pero cada vez, una vez a la semana, vengo a hacer la
compra porque es más conveniente’. Me dijo la edad: 83-84 años. ‘Desde hace 23
años estoy aquí, soy enfermera obstétrica, he hecho nacer dos o tres mil
niños’. ‘Ah, y ¿viene acá sola?’ ‘Sí, con la canoa…’ ¡A 83 años! Con la canoa
se echaba una horita y llegaba».
Para Jorge Mario
Bergoglio «esta mujer, y muchas como ella, han dejado su país (es italiana, de
Brescia), han dejado su país para tocar la carne de Cristo. Si nosotros vamos a
estos países de misión, en la Amazonía, en América Latina, en los cementerios
encontramos las tumbas de muchos hombres y mujeres, religiosos que han muerto
jóvenes, por las enfermedades de aquella tierra y no tenían anticuerpos, y
morían jóvenes».
El Papa precisó que
«esta de la misericordia no es una cosa que se me ocurrió a mí. Este es un
proceso. Si nosotros vemos, ya el beato Pablo VI veía algunas cosas sobre la
misericordia. Después, san Juan Pablo II fue el gigante de la misericordia, con
la Encíclica ‘Dives in misericordia’, la canonización de santa Faustina, y
luego la octava Pascua: murió antes de ese día», la fiesta de la Divina
Misericordia, instituida por él mismo.
Hablando sobre el
asesinato del padre Jacques Hamel, afirmó: «Ideologías, sí, pero ¡cuán es la
ideología de hoy, que está en el centro y que es la madre de las corrupciones,
de las guerras? La idolatría del dinero. El hombre y la mujer ya no son el
ápice de la creación, allí han puesto al dinero, y todo se compra y se vende
por dinero. En el centro, el dinero».
«Un gran católico me
contó, escandalizado —continuó—, que fue a ver a un amigo empresario: ‘Te voy a
enseñar cómo gano 20 mil dólares sin moverme de mi casa’. Y con la computadora,
desde California, hizo una compra de no sé qué cosa y la vendió en China: en 20
minutos, en menos de 20 minutos, había ganado los 20 mil dólares. ¡Todo es
líquido!».
Sobre los migrantes
dijo que, al hablar con economistas mundiales, «que ven este problema, dicen:
‘Nosotros tenemos que invertir en aquellos países’», de los que provienen.
«Haciendo inversiones —explicó— tendrán trabajo y no necesitarán migrar. ¡Pero
está la guerra!». La guerra «de las tribus, algunas guerras ideológicas o
algunas guerras artificiales, preparadas por los traficantes de armas que viven
de esto: te dan las armas a ti que estás contra aquellos, y a aquellos que
están contra ti. ¡Y así viven ellos! De verdad la corrupción es el origen de la
migración».
Entonces, «¿qué hay
que hacer? Yo creo que cada país debe ver cómo y cuándo: no todos los países
son iguales; no todos los países tienen las mismas posibilidades. Sí, ¡pero
tienen la posibilidad de ser generosos! Generosos como cristianos. No podemos
invertir allí, pero para los que vienen… ¿Cuántos y cómo?».
No es posible «dar
una respuesta universal, porque la acogida depende de la situación de cada país
y también de la cultura. Pero claro que se pueden hacer cosas. Por ejemplo: la
oración. Una vez a la semana la oración al Santísimo Sacramento con oración por
todos los que tocan a las puertas de Europa y no logran entrar. Algunos lo
logran, otros no… Luego entra uno y emprende un camino que genera miedo».
Hay países «que han
sabido integrar bien a los migrantes, ¡desde hace años! Han sabido integrarlos
bien. En otros, desgraciadamente, se han formado como guetos». Hay una «reforma
que hay que hacer a nivel mundial sobre este compromiso, sobre la acogida. Pero
es, de cualquier manera, un aspecto relativo: absoluto es el corazón abierto a
acoger. ¡Esto es lo absoluto! Con la oración, la intercesión, hacer lo que yo
puedo. ¡Pero el problema es mundial! La explotación de la Creación, y la
explotación de las personas. Nosotros estamos viviendo un momento de
aniquilación del hombre como imagen de Dios».
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