Testimonio de la Hermana Blanca Griselis: “Por Cristo acepté dejarlo todo”



“La parte social es una fuerza que dinamiza mi compromiso de mujer consagrada”, dice la religiosa venezolana

Ramón Antonio Pérez / @GuardianCatolic

Era una chica como muchas de mi generación, me gustaban las fiestas, soy una mujer risueña, alegre, dispuesta, servicial. Un día me invitaron a participar en el grupo juvenil de la comunidad, y yo me atreví a cambiar mi rutina diaria por la propuesta de estar en un grupo donde compartía con otros jóvenes, donde había danza, teatro, reflexión, oración, y compromiso en la comunidad”.

De esta manera lo relata Blanca Griselis Velázquez, de las Hermanas del Ángel de la Guarda de Ocumare del Tuy, en Venezuela. Su testimonio lo remite con el objeto de fortalecer el Año de la Vida Consagrada convocado por el Papa Francisco, y con plena validez para la Jornada Mundial para las Vocaciones, del venidero 25 de abril.

La entrega a Cristo experimentada por la Hermana Blanca, la ha hecho mostrarse “Agradecida al Dios de la Vida”. Su vida religiosa se sustenta en la frase de San Pablo: “Porque no creo haber conseguido ya la meta, sino que prosigo mi carrera hasta alcanzar a Cristo Jesús, quien ya me dio alcance, por Él acepté dejarlo todo”.   

Un día recibió su llamada “en un hermoso lugar de la región Guayanesa de Venezuela”. Vivía en Bella Vista, dice. “Llevo 27 años sintiéndome amada, enamorada, apasionada por servir a Dios y su Reino como hermana del Ángel de la Guarda”.

El sector era un barrio donde se necesitaban los servicios públicos y las madres lucharon por ello. “Me animó estar en esa lucha por lograr que las autoridades públicas cumplieran con los servicios que merecían todos los habitantes del barrio”, refirió.

Luego tuvo en las experiencias de las Comunidades Eclesiales de Base, el impulso para conocer a Dios. “Me acerqué a la Palabra y allí descubrí como Dios, ha acompañado siempre a su pueblo, creándolo, liberándolo, animándolo, estando a su lado (…) Dios no abandonaba, y su amor fue tanto que nos entregó a su propio Hijo Jesús”.

Después de conocer a Jesús, - narra - se animó a seguir apostando en las Hermanas del Ángel donde recibió una espiritualidad y carisma. “Ser y formar verdaderos discípulos de Cristo, siendo como el ángel, que cuida, anima, acompaña, protege, sana. Libera, a través de la Educación, la actividad misionera y el cuidado de los enfermos”.

Motivaciones para ser religiosa


La Hermana Blanca mencionó las motivaciones que la animan en este camino de entrega a la vida consagrada. Primero indicó “la llamada de Jesús a ser su discípula”, dijo. De allí hace un seguimiento radical que la lleva a la segunda motivación: “vivir la fraternidad como una experiencia de reconocer que el amor es un regalo desde la bendición de ser unidad en la diversidad”.

En tercer lugar considera el “servir y estar entre los más pobres”, porque “ellos animan y acompañan mi caminar y con sus nombres van llenando mi corazón”. Y en cuarto lugar: “existir y testimoniar el ser ángel visible que se alegra con los que están alegres, lloran con los que lloran, oran con los que se sienten abatidos y confían en la Divina Providencia”. Resume la entrega a Jesucristo en la vivencia del “texto de las Bienaventuranzas como programa de vida”.

De su experiencia vocacional y la entrega al servicio de los más necesitados, interpela a los jóvenes de este tiempo. “Joven, pregúntate: ¿qué quieres hacer con tu vida?, y escucha al Señor que te dice: ¿qué quieres que haga por ti?, y atrévete a responderle”, dice, al tiempo que ora: “Señor ayúdame a descubrir mi vocación”.

Considera que caminar al lado del Señores descubrir caminos insospechados, es hacerse hermana de los hermanos, es amar y amar hasta el extremo, entregando la vida, es arriesgar con la certeza que al final tendrás el ciento por uno”.

Las Hermanas del Ángel de la Guardia, llegaron a Venezuela desde España, en el año 1953, y abrieron la primera sede de la escuela en Ocumare del Tuy. Es una congregación integrada por mujeres consagradas que viven su vida de seguimiento a Jesús, entre los pobres y cumpliendo con sus votos de castidad, pobreza y obediencia.


Fueron fundadas en Francia, el 3 de diciembre de 1839, por el padre Luis Antonio Ormiéres y la madre San Pascual, quienes preocupados por el abandono de los hijos de los campesinos, abrieron un colegio en Quillán, brindando educación a los más necesitados. “Así mismo, yo sigo animada en vivir comprometida para que sea posible ese Reino de Paz, justicia, amor, fraternidad, solidaridad”, indicó la Hermana Blanca.



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