Durante la Misa Crismal en Coloncito, el Presbiterio de la Diócesis de San Cristóbal junto a Monseñor
Mario Moronta, renovaron sus compromisos sacerdotales. El Obispo habló de la
paz para “librar a tantas
personas de sus opresiones, pero sobre todo del odio y el rencor, la envidia y
la prepotencia, el desencuentro y el menosprecio”.
Ramón Antonio Pérez
Fotos: Prensa Diócesis SC
@GuardianCatolic
Coloncito, 12 de abril de 2014.- Monseñor Mario Moronita
del Valle, Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, presidió en esta fecha la Misa Crismal en
la Parroquia “San Pablo Apóstol”, en Coloncito, municipio Panamericano, a la
que concurrieron miles de fieles para acompañar a los sacerdotes que junto al
Obispo renovaron sus promesas sacerdotales, recordando que son “constructores
de la paz y ministros de la reconciliación”.
Según reporte de
la Oficina de Prensa Diócesis SC, la ceremonia comenzó con la procesión por las
calles adyacentes al nuevo y emblemático templo de esta población, cuya
consagración fue hace pocos días luego de haber tenido una gran remodelación
convirtiéndose en uno de las Iglesias más amplias de la región, y que en algún
tiempo no lejano podría ser elevada a Basílica.
“Sacerdotes en
oración entraron al recinto sagrado, mientras los fieles cantaban para dar
inicio a la ceremonia, el Obispo –monseñor Mario del Valle Moronta Rodríguez-
incensaba el altar, para luego ofrecer la ceremonia por el presbiterio que son
sus más cercanos colaboradores en el ministerio episcopal, y por el pueblo de
Dios”.
Con esta misa
comienza la Semana Santa en el Táchira, con un gesto de oración por los
sacerdotes, la consagración del Santo Crisma y la bendición de los Óleos,
utilizado en algunos sacramentos –bautizo, confirmación, ordenación, unción de
los enfermos- para hacer presente el aroma de Dios, ungidos con su gracia.
“Hoy, durante
esta celebración, comúnmente conocida como Misa Crismal, tendremos la
oportunidad de renovar nuestras promesas y compromisos sacerdotales. Esto nos
permite, entre otras cosas, reflexionar sobre el ser y el quehacer de nuestro ministerio
a la luz de este texto evangélico al que estamos haciendo referencia. Al
renovar nuestro compromiso como ministros del Señor, nos colocamos ante el
pueblo de Dios con lo que de verdad somos: servidores y testigos de Jesús”,
expresó Monseñor Moronta.
El Obispo recordó
a sus hermanos sacerdotes que son “hombres, tomados de entre los hombres y
puestos en medio de ellos para las cosas que son de Dios”, como son: “anunciar
la Buena Noticia a los pobres, sanar los corazones afligidos, anunciar a los
cautivos la libertad, dar la vista a los ciegos, liberar a los oprimidos y
anunciar el tiempo de gracia del Señor. En estas palabras está la síntesis de
lo que cada uno de nosotros debe realizar. Todo un programa de vida, todo un
estilo que siempre ha de marcar nuestra existencia, todo un compromiso que
adquirimos, en forma de alianza, con el mismo Señor que nos ha llamado, nos ha
elegido y nos ha consagrado”.
Resaltó el Prelado
que dos dimensiones del sacerdote son la paz y la reconciliación, pero que son
amenazadas por los criterios del mundo. “El peligro es dejarnos llevar sólo por
los criterios del mundo, lo cual nos limitaría en nuestro ministerio, nos
empujaría hacia una profesionalización pragmática y nos haría dedicarnos sólo a
unos cuantos y a algunas cosas. Desde esta perspectiva, es interesante detener
nuestra mirada para ver dos dimensiones que se encuentran presentes en el
ejercicio del ministerio: somos constructores de la paz y ministros de la reconciliación”.
“Quien edifica la
paz como tarea ministerial ha recibido otra responsabilidad ineludible: el
ministerio de la reconciliación”, indicó el Obispo del Táchira. Explicó que “no
en vano los sacerdotes son considerados también mediadores. Puentes entre Dios
y los seres humanos; y además entre los mismos seres humanos. El ministerio de
la reconciliación apunta a hacer realidad el perdón que el mismo Jesús nos vino
a dar, el que le decimos al Padre que cumpliremos para que Él nos perdone”.
Describió Monseñor
Moronta que “la reconciliación es una tarea muy ardua, pues hay que vencer
tantos egoísmos, posturas cerradas, fariseísmos y prepotencias… Al hacerlo, no
sólo podemos correr el riesgo de ser mal entendidos o rechazados… Pero es una
tarea de la que no podemos prescindir. Ella requiere volver a darle la vista
–la fe y la caridad- a tantos que la han perdido, a sanar los corazones
afligidos, a doblar tanta cerviz endurecida por el pecado y el egoísmo, a
buscar que los corazones de piedra sean corazones de carne abiertos al perdón,
a la misericordia y a la paz”.
En cuanto a la
coyuntura que vive Venezuela desde hace varios meses, señaló que lo sacerdotes
allí también tienen su labor. “Es una tarea que, en estos momentos que vivimos
en nuestro país, aparece revestida de urgencia. Desde todos los actos y las
predicaciones que realicemos, nos toca ser ministros de la reconciliación.
Asimismo podremos, entonces, manifestar que estamos actuando en nombre del
Señor Jesús y no de gustos o parcialidades que pueden derrumbarse como un
castillo de naipes….Todo sacerdote, por su consagración y configuración a
Cristo Jesús, tiene de manera primordial el oficio de la caridad para cumplir
la Misión recibida y así junto con la edificación de la auténtica paz, lograr
poco a poco la reconciliación de todos los hermanos, que a su vez son hijos del
mismo Papá Dios”.
Posterior a la
homilía la procesión de los óleos por la nave central, fue uno de los gestos
simbólicos para recordar el trabajo de los sacerdotes a través de los
sacramentos para construir la paz y promover la reconciliación. El Obispo con
su oración consagró y bendijo estos oleos.
Al finalizar la
misa los sacerdotes saludaron fraternalmente al Obispo, como signo de
fraternidad en el presbiterio tachirense. Y los fieles fueron invitados a orar
por los sacerdotes, por los frutos de su ministerio de paz y reconciliación.
Monseñor Mario Moronta, antes de impartir la bendición anunció que la sede de
la próxima Misa Crismal, semana santa 2015, será en el Santuario del Santo Cristo
de La Grita.
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