El Arzobispo de Caracas abordó durante la celebración eucarística
aspectos propios de la fe cristiana y de la práctica católica, sin embargo,
también comentó acerca de la realidad nacional más latente, como es la
situación constitucional para la toma de posesión del nuevo gobierno, generada por
la enfermedad de Hugo Chávez.
Ramón Antonio Pérez
@GuardianCatolic
Caracas, 02 enero de 2013.- El Cardenal Jorge Urosa Savino, pide “ante la
incertidumbre sobre la salud del Presidente Hugo Chávez, por quien elevamos
nuestras oraciones (...) que todos respetemos y defendamos las normas
constitucionales que regulan la materia de una eventual ausencia temporal o
absoluta”.
El petitorio del Arzobispo de Caracas se produjo durante la celebración eucarística que presidió este primero de enero, en la Catedral
Metropolitana de esta ciudad, con motivo de en la Solemnidad de Santa María Madre
de Dios, día en que el Papa Benedicto XVI también convocó la celebración de la 46
Jornada Mundial de la Paz.
“Como católicos, nuestra fe nos exige también
promover la fraterna convivencia social, y esta obligación es mayor para
quienes están constituidos en autoridad”, dijo el Cardenal Urosa. Y acotó ante la feligresía: “no podemos aceptar
otros caminos, que sumirían al país en la inestabilidad y violarían los
derechos de los venezolanos”.
Posteriormente en
conversación con los periodistas, el Purpurado explicó que los ciudadanos deben tener “una
gran confianza en la sensatez de todos los dirigentes políticos (…) en el
sentido de que deben apegarse a lo que está planteado en la Constitución
nacional”.
A continuación el mensaje completo del Cardenal Jorge Urosa Savino:
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MARIA, FELIZ PORQUE CREYÓ
Homilía en la solemnidad de
Santa María Madre de Dios,
1 de enero de 2013, Catedral
Metropolitana de Caracas,
Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo de Caracas
Al inicio del nuevo año, la
Iglesia celebra la octava de la Navidad. La “octava” es una figura litúrgica
que, al cumplirse los ocho días de una gran solemnidad, la renueva y actualiza.
Estamos, pues, festejando de nuevo, la Natividad, el nacimiento del Señor. Y lo
hacemos conmemorando y festejando a nuestra madre celestial, María Santísima,
proclamándola, con la fe antiquísima de la Iglesia, Madre de Dios y madre
nuestra.
En efecto, mis queridos
hermanos: los hechos maravillosos que hace ocho días conmemoramos en Navidad,
se hacen presentes de nuevo ante nuestros ojos, y renovamos nuestra fe en
Jesús, el Hijo eterno de Dios hecho hombre, Dios de Dios, Luz de luz, Dios
verdadero de Dios verdadero. Afirmamos, proclamamos y sostenemos la divinidad
de Jesús de Nazareth, del Niño que nació en Belén, a quien con razón llamamos
el Divino Niño. Reitero la fe inconmovible e indeformable de la Iglesia, y lo
que he afirmado en otras ocasiones: Jesús es el Hijo unigénito de Dios Padre,
la segunda persona de la Santísima Trinidad, hecho hombre en favor y beneficio
de toda la humanidad, y para nuestra salvación. No podemos reducirlo a una mera
y sola dimensión humana, política, social o de otra índole. Jesús no fue un
líder político ni socialista o de cualquier otra ideología, sino el mismo Dios
encarnado, nuestro Salvador, la luz del mundo, el camino, la verdad y la Vida.
Y precisamente por la
naturaleza divina de Jesús, hace casi 1600 años el Concilio de Efeso, proclamó
a María “Madre de Dios”, pues el niño fruto de sus entrañas es para nuestro
asombro, pero en plena realidad, Dios hecho hombre. La solemnidad litúrgica de
hoy, con la cual iniciamos el año, es pues, en primer lugar una fiesta de
Jesucristo. Y luego, por supuesto, la más importante de las fiestas litúrgicas
de María de Nazareth. La razón es muy simple: la maternidad divina de María, el
hecho de que ella haya sido elegida por Dios para donar su humanidad al
Unigénito del Padre, es la razón de todas las otras gracias y privilegios de la
Santísima Virgen María: porque sería la madre de Jesús, ella fue concebida sin
pecado original, lo engendró virginalmente, y luego fue eximida de la
corrupción de la muerte y del sepulcro en su asunción a los cielos en cuerpo y
alma.
Bendecimos pues, a Jesús
nuestro Señor y alabamos a su madre amorosa, la Virgen María, a quien gozosos y
en justicia proclamamos Madre de Dios, verdaderamente Madre de Dios. Y lo
hacemos con filial afecto, pues sabemos que al ser la madre de Jesús, a cuya
imagen y semejanza hemos sido creados, y a quien somos configurados por el
bautismo, ella es también nuestra celestial madre amorosa.
FELIZ PORQUE CREYÓ
Con esta Solemnidad en honor
de María, madre de Dios, iniciamos pues el nuevo año 2013. Todos albergamos en
nuestros corazones anhelos de felicidad y mucha esperanza, con espíritu siempre
optimista, y con gran confianza en Dios. Pues bien, mis queridos hermanos, y en
particular mis queridos seminaristas: precisamente María nos enseña cuál es el
camino hacia la felicidad. Ella fue feliz porque creyó que lo que le había
dicho el Señor se cumpliría (Lc 1,45). Ella fue feliz porque escuchó la palabra
de Dios, y quiso cumplirla cuando respondió al Angel: “he aquí la esclava del
Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
Al inicio de este nuevo año,
pues, los invito a imitar a María, modelo de fe y de vida cristiana, llevada
por el Señor al culmen de la felicidad, pues ella, al final de su vida mortal,
fue llevada a los cielos en cuerpo y alma, y disfruta plenamente la eterna
felicidad sin mezcla de amargura, que el Señor promete a quienes creamos en El,
y escuchemos y cumplamos su palabra (Cfr. Lc 11, 28).
Por esta razón cuando, al
desear ¡Feliz Año! a alguien, compartimos los anhelos de felicidad que
justamente se albergan en nuestros corazones, pensemos en la necesidad de ir
por el único camino de la felicidad, que es el camino del Señor, su Palabra de
vida, cumplir los Diez mandamientos de la Ley de Dios. No nos engañemos
pensando que con la mentira o la soberbia, con la lujuria o la codicia vamos a
ser felices. No nos engañemos pensando que los vicios o los placeres nos van a
dar la felicidad. No caigamos en el error de pensar que la felicidad está en el
dinero o en las cosas que podamos comprar con el. La felicidad la concede el
Señor a quienes, unidos a El, escuchemos y cumplamos su Palabra, seamos pobres
en el espíritu, tengamos un corazón limpio, trabajemos por la paz, y, sobre
todo, proclamemos y demos testimonio de Jesús, a pesar de las dificultades que
ello nos pueda acarrear (Cfr Mt 5, 1-12).
FELIZ AÑO DE LA FE
El ejemplo de fe de María es
tanto más pertinente en este año 2013, cuando por iniciativa del Santo Padre
Benedicto XVI la Iglesia entera, y cada uno de nosotros está llamado a
profesar, conocer, profundizar, revivir, celebrar y comunicar nuestra fe a
nuestros hermanos.
Sí, mis queridos hermanos:
El Papa nos invita a valorar nuestra fe, es decir, el don maravilloso de creer
en Jesucristo, de saber que Dios existe y nos ama, de pertenecer a la santa
Iglesia de Dios. Y también nos invita el Papa a conocer mejor nuestra fe, las
verdades de nuestra santa Religión Católica. Por ello es bueno que en este año
leamos más la Palabra de Dios, para conocerla y vivirla mejor; que estudiemos
la doctrina cristiana que está contenida en un libro estupendo que es el
Catecismo de la Iglesia Católica. Y que recemos todos los días el Credo, con
fervor, con gratitud, pues al hacerlo manifestamos y repetimos las verdades
centrales de nuestra santa Religión.
Y, algo que va unido con
nuestra profesión de fe: es bueno que en este año valoremos nuestra gloriosa
condición cristiana, nuestra identidad cristiana y católica de ser hijos de
Dios, discípulos de Jesucristo y miembros de la santa Iglesia Católica. Esto es
una maravilla, que no valoramos suficientemente, y que es algo extraordinario:
ser hijos de Dios y no esclavo ni meras criaturas; ser partícipes de la
naturaleza divina, configurados a Jesucristo; ser templos vivos del Espíritu
Santo; poder recibir al mismo Señor en el Santísimo Sacramento del altar, y
entrar en unión con El en los otros sacramentos; tener la certeza de que vamos
a vivir para siempre unidos a El, por toda la eternidad. Es maravilloso
pertenecer a nuestra santa Iglesia Católica, el pueblo de Dios, de la gracia,
de la vida, de la salvación, que tiene por cabeza a Cristo, con quien entramos
en contacto especialmente en los sacramentos de la Iglesia, guiados por el
Espíritu de Dios a través del Papa y los Obispos de la Iglesia, animados por
una pléyade innumerable de santos, bajo la maternal protección de la Virgen
María. Todas esas prerrogativas son dones maravillosos que el Señor nos
comunica a través del bautismo y de nuestra fe. Y hemos de valorarlos cada vez
más. Y sentirnos orgullosos de esa, nuestra gloriosa condición y dignidad
cristiana.
VIVIR LA FE:
Un aspecto muy importante de
este Año de la Fe, es que Dios nos está extendiendo una invitación a
convertirnos, a tener una fe más viva, más activa. Hemos de manifestar la fe en
nuestra conducta, que debe estar siempre guiada por la Palabra del Señor, y que
debe siempre estar de acuerdo a los Diez Mandamientos de la Ley de Dios: el
intenso amor a Dios y la práctica religiosa, la Santa Misa dominical; el
respeto al hogar, a la familia y al matrimonio y el consiguiente rechazo al
relajo afectivo-sexual; el rechazo a los vicios, en particular el abuso del
licor, el rechazo a la droga y al narcotráfico, y el rechazo a la corrupción
administrativa, entre otras actitudes del cristiano frente al mal.
Como católicos, nuestra fe
nos exige también promover la fraterna convivencia social, y esta obligación es
mayor para quienes están constituidos en autoridad. En este contexto, ante la
incertidumbre sobre la salud del Presidente Hugo Chávez, por quien elevamos
nuestras oraciones, es preciso que todos respetemos y defendamos las normas constitucionales
que regulan la materia de una eventual ausencia temporal o absoluta del
Presidente. No podemos aceptar otros caminos, que sumirían al país en la
inestabilidad y violarían los derechos de los venezolanos.
CONCLUSIÓN
Somos privilegiados al
iniciar este año participando hoy en la celebración del misterio maravilloso de
la encarnación redentora del Señor en esta octava de la Navidad, festejando la
maternidad divina de la Stma. Virgen María. Lo hacemos poniendo nuestra
confianza en Dios Nuestro Señor, en cuyas bondadosas manos nos encontramos. Los
invito a acogernos a la maternal protección de la Virgen, Madre de Dios y madre
nuestra, para que vivamos este año y siempre unidos al Señor, crezcamos en la
fe y en su amor, y contemos siempre con su bendición.
Con afecto les imparto en
este momento una bendición especial, invocando la bendición que el Señor pidió
impartiera Aarón al pueblo de Israel:
¡El Señor te bendiga y te
proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en
ti y te conceda la paz! (Núm. 6,24)
¡Que el Señor nos conceda a
todos nosotros y a nuestra querida Venezuela un Feliz año 2013!
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