Alfredo Gómez Bolívar, con motivo de la visita que desde el 14 de abril realiza a México el cardenal Baltazar Porras, para exponer una reliquia del Beato José Gregorio Hernández Cisneros, recuerda que el “Médico de los pobres” visitó este país el 25 de diciembre de 1917; además, presenta una entrevista imaginaria al beato
Una anécdota poco conocida de nuestro Beato y una entrevista imaginaria
Publicado el 18 de abril de 2023
El Beato Dr. José
Gregorio había acabado los estudios de postgrado en la ciudad de Nueva York y
decide visitar a su sobrino el médico Temístocles Carvallo que se encontraba
residenciado en la ciudad de México. Nos cuenta su sobrino Ernesto Hernández
Briceño la siguiente anécdota:
“Cuando acababa de llegar a la ciudad de Méjico; estuvo a punto de ser víctima de un accidente, el coche que tomó para ir a la casa de nuestro primo, nos contó que durante el trayecto, observó que había mucho bullicio en las calles por ser día de Navidad, un automóvil desembocó a gran velocidad por una boca calle al mismo tiempo que desembocaba el coche en que viajaba, atropellando al caballo y volteando el coche, gracias a Dios no tuvo consecuencia que lamentar este incidente tanto para él como para el cochero”.
José Gregorio en
busca de su sobrino
Por resolución del
Ministerio de Instrucción Pública de 20 de septiembre de 1909, como hemos visto
el recién graduado de Doctor en Medicina Temístocles Carvallo, hijo de,
Temístocles Carvallo y de Sofía Hernández, hermana ésta de José Gregorio fue
enviado a Berlín a especializarse en Hematología y Parasitología; donde
participó a fines de ese mismo año.
Más o menos dos años después abandonó Berlín y tomó rumbo a la ciudad de México, donde se radicó. Allí se encontraba ejerciendo su profesión de médico cuando el 25 de diciembre de 1917, a la caída de la tarde, le informaron en su residencia, que un señor le solicitaba a la puerta.
Como estaba obscuro y no distinguía bien a
la persona que lo buscaba, después de preguntar varias veces quién era, el
solicitante, que sí le había visto bien, le contestó: "¿Cómo no me
conoces? El Doctor Carvallo acercándose más, pudo distinguirle y, al reconocerlo
le dijo: ¡Pero si es usted tío Gregorio!”
José Gregorio pasó
cuatro días en México, donde fue con el único propósito de sacar al Doctor Temístocles
Carvallo del exilio voluntario en que se encontraba y convencerlo que se trasladara
a Caracas, donde hacía falta a su Patria y a su familia. El Doctor Carvallo no
se vino con José Gregorio, pero quedó comprometido en venirse lo más pronto,
tan luego se lo permitiera el arreglo de sus asuntos, produciéndose su regreso
a mediados de 1918.*
Entrevista imaginaria con el Beato Doctor José
Gregorio Hernández
AG. ¿Nos gustaría saber, ¿cómo es un día normal en la
vida del Doctor Hernández?
JGH. -Bueno
quisiera en primer lugar saludar a todos mis compatriotas y también aquellos
que no han nacido aquí, pero han adoptado este país como suyo.
Le diré lo
siguiente: Siempre he sido muy madrugador, al levantarme doy gracias a Dios por
haberme permitido abrir los ojos a un nuevo día, luego tomo el rosario y saludo
a la Santísima Virgen todas las mañanas, costumbre que se convirtió en un
hábito en mi persona y que me fuera inculcada por mi madre desde muy niño.
Luego tomo una
ducha y me dispongo a eso de las 5:45 de la mañana para ir a misa en Santa Capilla,
en el trayecto voy orando, y pidiéndole a Dios, que me ilumine para cumplir con
Él y con el prójimo, en ese nuevo día. Y después regreso a casa para desayunar.
Allí realizo un pequeño itinerario de mis visitas médicas, con el fin de hacer
la mejor ruta para no perder tiempo en el camino. Guardo en mis bolsillos antes
de salir, algunas golosinas, calderilla y parte de mi desayuno para
repartírselos a los pobres en el camino, cosa que no saben mi tía y mi hermana,
de lo contrario se molestarían conmigo.
AG. Le noto una pícara sonrisa y me dice:
JGH. -Confío en su
discreción mi querido amigo.
AG. Y le contesto; que no se preocupe Doctor
Hernández, yo le guardaré el secreto.
JGH. -Al dar las
8:00 de la mañana, me dispongo a salir para a realizar las visitas a domicilio
de mis pacientes tanto a los pudientes como a los pobres, la cual finalizo a
eso de las 11:45 am, entonces es cuando regreso a casa para almorzar a las
12:00 del mediodía. Después en la tarde tengo consulta con mis pacientes menos
favorecidos de 1 a 2 y 45 pm, en mi casa. Luego me dirijo al Colegio Villegas a
dar clases, ya que la Universidad desafortunadamente se encuentra cerrada en
estos momentos. Permanezco allí hasta las 5:40 de la tarde más o menos, que es
cuando regreso de nuevo a casa. No acostumbro salir de noche, salvo que sea un
caso de suma urgencia. Tiempo que escojo para leer, orar y tocar el piano. Eso
podríamos decir brevemente, que es mi rutina diaria.
AG. Dígame Doctor Hernández: ¿se considera usted una
persona realizada en la vida?
JGH. -Para dar
respuesta a su pregunta le diré lo siguiente; me considero una persona
sumamente afortunada. El Todopoderoso me ha visto con ojos de cariño dándome
una vida sana y casi sin problemas físicos. Para responder a su pregunta, le
diré que me siento una persona completamente realizada. Creo que ello se
encuentra bien definido en mi libro “Elementos de Filosofía”. Allí me parece
haber plasmado mi personalidad y experiencias de vida; tanto con mis seres
queridos, así como también con mis semejantes.
AG. Doctor, si le parece incómoda la siguiente
pregunta, no la conteste y me disculpa: ¿cuál cree usted el motivo del por qué
usted no se casó?
JGH. No tiene que
pedir disculpas amigo, si acepte la entrevista es también para aclarar ciertas
cosas y comentarios raros que se oyen por allí de mi persona. Tal vez usted no
está en conocimiento, pero mi padre a los cuatro años de enviudar de mi madre,
se casó en segundas nupcias con la señora María Hercilia Escalona y así
llegaron nuevos miembros a mi familia. La señora Escalona, a quien quiero y
respeto mucho, trajo al mundo seis nuevos hermanos; cuatro hembras y dos
varones.
Cuando muere mi
padre en 1889 mi hermana María Avelina nacida de estas segundas nupcias de mi
padre, tenía once años y la menor, Hercilia del Carmen tan solo tres añitos. Yo
asumí la responsabilidad como hermano mayor y me dispuse a sacar a mi familia
adelante, me convertí en el protector y proveedor de la familia, haciéndome
cargo también, de mi tía María Luisa y de mi hermana María Hercilia. Y así lo
hice, los traje a todos a vivir en Caracas desde Isnotú y de esta forma, pude
proporcionarles a todos una buena educación y un mejor futuro. A tal punto que
uno de mis hermanos, José Benigno se graduó de médico, siendo uno de mis grandes
orgullos y de las muchas alegrías que me proporcionó el de tener un hermano
colega. Además, debo acotar que dos sobrinos míos, hijos de mi hermana María
Sofía y mi cuñado Temístocles Carvallo: los cuales son Temístocles e Inocente,
fueron también profesionales en la medicina y tuve la suerte de ser su profesor
de todos ellos, en la Universidad.
AG. Con un brillo en sus ojos y una gran sonrisa me
dice:
JGH. Básicamente
ese fue el motivo por el cual no me casé. Y por supuesto también mi inclinación
de ser monje cartujo y así dedicar mi vida al Señor, que ha sido uno de mis
grandes anhelos no realizados.
AG. Me han dicho que domina usted muy bien el piano y
otros instrumentos musicales, además que posee dotes de un buen bailarín ¿es
cierto esto?
JGH. -Me gusta
mucho la música y el arte en general. Toco un poco el piano, y el violín, pero
como aficionado. Desde joven me gusta el baile y lo domino bastante bien. Me
agrada mucho el canto gregoriano y sobre todo la música sacra, la que aprecio
con gran gusto. Recibí clases de canto dadas por el profesor Antón.
AG. ¿Qué compositor musical le gusta?
JGH. -Bueno
existen muchos como los clásicos Bach, Beethoven y Strauss entre otros, pero
actualmente me gusta un compositor norteamericano y más contemporáneo que se
llama Louis Moreau Gottschalk. De él toco algunas de sus piezas como: “Ojos
Criollos” para piano OP. 31, así como también “Souvenir de Puerto Rico” (Última
esperanza) Marche des Gibaros, para piano, OP.31. Además, hay otro compositor
que me gusta mucho llamado Constantino de Crescenzo, de él interpreto una pieza
titulada “La Primera Caricia” cuya partitura se las traje de México, a mis
sobrinos Alfredo y Ernesto de regalo. Y suena así…
En algunas
ocasiones me acompañaba en el piano a cuatro manos Inés, la hija menor de la
familia Dominici cuando los visito los fines de semana. También interpreto por
supuesto música de compositores venezolanos como los de mi amigo y director de
la Banda Marcial de Caracas el maestro Don Pedro Elías Gutiérrez, o de la
extraordinaria pianista Doña Teresa Carreño; “Mi Teresita”, otros que me gustan
y los interpreto modestamente son valses de: Don Ramón Delgado Palacios como;
“La dulzura de tu rostro” y de Don Salvador N. Llamozas; como “Nocturno
Tropical”.
AG. Díganos Dr. Hernández ¿tiene algún plato favorito?
JGH. -Soy muy
criollo en el comer, me gustan las hallacas, las arepas, las cachapas, los
hervidos de gallina, el pabellón, los dulces en almíbar, también los de durazno
y lechosa; otra cosa son los jugos, especialmente el de guanábana, el café con
leche en las mañanas, la chicha sea andina o la caraqueña las dos las disfruto
por igual .Pero algo muy importante “No soy amigo del exceso” más bien, soy
comedido en el comer.
AG. ¿Qué opinión tiene usted de las circunstancias que
rodearon el accidente en que perdió usted la vida?
JGH. Usted lo ha
dicho muy bien fue un accidente, y mi familia ha interpretado mi pensamiento al
respecto. Y lo ha manifestado ante el tribunal que lleva la causa de este
lamentable suceso. Consiga usted una copia de esa carta y colóquela en esta
entrevista y le estaré altamente agradecido.
AG. Con gusto la anexaremos en esta entrevista Dr.
La misma dice así:
Ciudadano
Juez de 1ª
Instancia en lo Criminal del Distrito Federal
Presente.
Los suscritos Dr.
José Benigno Hernández y César Hernández, vecinos de Caracas en nuestro nombre
y en el de toda la familia del malogrado Dr. José Gregorio Hernández venimos a
expresar a Ud. en la presente exposición lo mismo que verbalmente comunicó a
Ud. el primero de los suscritos, acerca del proceso que se sigue en el Tribunal
que Ud. dignamente regenta, a Fernando Bustamante, conductor del vehículo que
desgraciadamente produjo la muerte de nuestro inolvidable hermano.
Queremos hacer
constar que la familia Hernández no ha pedido ni pide que se castigue a
Bustamante, y así ninguno de nosotros se ha constituido en acusador en el proceso,
porque estamos convencidos de que el infausto y nunca bien lamentado
AG. ¿Durante su vida Dr. llegó usted a tener alguna novia o admiradora?
AG. Se ríe a carcajadas con la pregunta y me dice:
JGH. Usted me ha
traído a mi memoria muchos recuerdos algunos gratos y otros no tantos, cuando
llegué a Caracas y conocí mis primeras amigas, había una niña que me gustaba
mucho, pero desafortunadamente yo no era de su agrado, años más tarde me tocó
ser profesor de uno de sus hijos y cuando hablaba con él me la recordaba, debo
hacer notar que este joven era muy estudioso y responsable.
Ya de adulto he
tenido muchas amigas, como anécdota te puedo contar un reclamo que le hice a mi
gran amigo Santos Aníbal Dominici por no darme razones de algunas muchachas,
cuando empezaba mi carrera en Isnotú, mi pueblo natal. Y le hice hacer notar
por carta en aquel tiempo, que ellas eran muy importantes para mí.
AG. (Se anexa
parte del contenido de esta carta)
Valera, octubre 22
de 1888.
Sr. Santos A.
Dominici. Caracas.
Muy querido amigo:
Desde el 18 del presente me encuentro en este lugar, como te decía en una de
mis anteriores…
Nada me has
vuelto, a decir de las niñas Elizondo: supongo que todavía son amigas de la
casa. Tampoco me has vuelto a dar noticias de Richardini ni de su hermana,
descuido mil veces imperdonable puesto que tú sabes toda la importancia que doy
a un párrafo en que se trate de estas personas, y que me interesa mucho saber
todo lo que tenga relación directa o indirecta con ellas: tú sabes, ese es mi
punto débil…
Hernández
AG. ¿Guarda usted alguna nostalgia de no haber podido ingresar al mundo religioso?
AG. Noto un cambio
en su rostro que denota una gran tristeza en su mirada y me dice:
JGH -No podría
mentirle… definitivamente sí. Dios no me quería allí, pero como usted sabe
existen muchas formas de servirle y la mía no era esa precisamente. El Señor me
quiere como médico y profesor universitario y eso es lo que he hecho hasta
ahora gran parte de mi vida.
AG. ¿A qué le teme usted Doctor Hernández?
JGH. -Sintetizando
un poco un pensamiento de Santa Teresa de Ávila que nos dice: “Nada te turbe,
nada te espante… solo Dios basta”. Sin embargo, todo hombre tiene temores.
Cuando niño me asustaban mucho las tormentas eléctricas con sus truenos y
relámpagos, ahora solo le temo a dos cosas, una de ellas es la ignorancia.
Trato en la medida de mis posibilidades de estar al día con los más recientes
avances científicos, especialmente en el área de la medicina, costumbre que
mantengo desde recién graduado. Mi otro temor es que han proliferado en varios sitios,
personas que hacen prácticas y ritos fuera de todo fundamento católico,
buscando en ellas milagros y curaciones que no son realizadas por Dios. Sin embargo,
ruego al Señor todos los días para que los perdone y tomen conciencia para
seguir el camino correcto de la salvación de su alma y acepten a la única
Iglesia verdadera creada por Dios, que es la Iglesia Católica.
Hace años estando yo joven y ejerciendo la medicina rural le comenté en una carta dirigida a mi gran amigo el Dr. Santos Aníbal Dominici de cómo entorpecían esas personas mi trabajo de médico y si mal no recuerdo le dije:
(PARTE DE SU CARTA DE PUÑO Y LETRA CORTESÍA DE LA FAMILIA LAFEE DOMINICI)
AG. Doctor Hernández tengo una curiosidad que los
estudios realizados de sus restos mortales, arrojaron que usted y que era cojo
¿es eso cierto?
JGH. Me ha causado
mucha gracia ese hallazgo, por supuesto que no, si así fuera, no hubiera podido
realizar por mi trabajo diario, los recorridos tan extensos que hago a pie, los
cuales son aproximadamente–entre 5 y 6 kilómetros. En tal caso habría aceptado el carruaje, que
me obsequiaron para cuando padecimos la epidemia conocida como: la Gripe
Española.
AG. -Y se ríe a carcajadas-
AG. Doctor hemos llegado por ahora al final de la
entrevista. ¿Le gustaría agregar algo más a ella?
JGH. Sí tengo una
gran curiosidad si me lo permite usted, es hacerles una pregunta a los lectores
de este artículo.
AG. Claro diga Usted Doctor Hernández.
JGH. ¿Qué pasó con
la señora que estaba enferma, a la que le llevaba la medicina cuando me
atropelló el automóvil… ¿llegó atenderla mi hermano o algunos de mis sobrinos u
otro colega? ¿Saben ustedes algo de ella?
AG. Es una pena
que la historia no registra ninguna información sobre esta pregunta que nos
hace nuestro Beato el Doctor José Gregorio Hernández y que se desconozca la
suerte que corrió dicha enferma. Algunos biógrafos la han calificado como
“anciana paupérrima”. Ahora después de 103 años, estamos seguros de que él
sigue preocupado por sus pacientes y devotos en muchos lugares del planeta… y
especialmente por los más necesitados.
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