La primera beata venezolana demostró en su vida un amor profundo a la Eucaristía. De esto se trata el presente escrito después de consultar su biografía como también a la hermana Gracelia Molina (ARCJ), vice postuladora de la causa de canonización de María de San José
Pedro Reinaldo Bravo
Maracay, 4 de junio 2021
El
domingo 6 de junio del presente año 2021 es la solemnidad del Santísimo Cuerpo
y Sangre de Cristo. Recordamos de una manera especial el amor de Nuestro Señor
Jesucristo de quedarse en la sagrada Eucaristía en las especias de pan y vino,
para estar cerca de nosotros y ofrecerse como alimento espiritual de nuestra
vida.
La
sagrada Eucaristía, conocida también como la Santa Misa, es el sacramento por
excelencia en que Cristo se hace presente en medio de la asamblea en el momento
de la consagración cuando el sacerdote en virtud de la gracia y facultad que
recibió en el día de su ordenación presbiteral, invoca al Padre para que envíe
al Espíritu Santo.
El
sacerdote transforma por medio de sus manos el pan y vino en el Cuerpo y Sangre
del Señor. El Redentor se hace realmente presente en cuerpo, alma y divinidad
en dichas especies para estar cerca de su pueblo, darse como alimento para fortaleza
espiritual y luego se queda reservado en el sagrario para visitarlo, adorarlo y
encontrar fortaleza y consuelo en las contrariedades de la vida.
San
Juan Pablo II en su encíclica sobre la Eucaristía en su relación con la Iglesia
señaló: “La Eucaristía, presencia
salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es
de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia”.
La Eucaristía es un misterio de amor y fe porque nunca entenderemos como Nuestro Señor en su inmenso amor se dignó de quedarse en esas sencillas especies para estar cerca de nosotros, pero lo aceptamos a la luz de nuestra fe.
Además, en la Misa
se actualiza el único sacrificio de Cristo en la cruz de manera incruenta para
la redención del mundo. Por eso, en este sacramento el cielo y la tierra se unen
para alabar al “amor de los amores”: Jesús sacramentado presente en la hostia y
en el vino consagrados.
Un aspecto común en la vida de los santos y beatos es que profesaron durante sus vidas un gran amor a la Eucaristía e inclusive algunos dieron sus vidas como mártires en defensa de este sacramento; otros compusieron canciones, tratados, oraciones y poemas para exaltar a Cristo sacramentado.
Pero lo más importante es que vivían
con ese amor en cada instante, y aún en medio de las ocupaciones en sus vidas
cotidianas, buscaban tiempo para participar en la Santa Misa no solo los
domingos sino diariamente, estar en oración y adoración al frente del sagrario
y de las exposiciones solemnes.
En
el caso de la Beata María de San José no es la excepción. La vida de nuestra
primera beata venezolana es de un amor profundo a la Eucaristía. De ello se tratará
en el presente escrito después de consultar dos libros de su biografía como
también a la hermana Gracelia Molina, ARCJ, vice postuladora de la causa de
canonización de San José, quien brindó información al
respecto por medio de notas de audio.
La
Beata María de San José fue un alma verdaderamente eucarística. Amó a la
Eucaristía desde niña y será su gran aspecto distintivo durante toda su vida
terrenal. Desde pequeña ya anhelaba de recibir su primera comunión y a los 6
años se sabía el catecismo, pero debido a las normas de la Iglesia de ese
tiempo que exigía un mínimo de 12 años para comulgar por primera vez, tuvo que
esperar.
El
8 de diciembre de 1888 día de la Inmaculada Concepción hace su primera comunión
con mucho fervor a la edad de 13 años en la iglesia San José en Maracay. Ese día
dirá: “En la Eucaristía está mi tesoro y allí está mí corazón”. Ese mismo
día hace un voto privado de virginidad ante Jesús sacramentado que luego lo ratificará
el 8 de diciembre de 1892 a la edad de 17 años en el templo parroquial San José
hoy Catedral de Maracay.
Hacer Hostias es
multiplicar Comuniones
La vida de la madre María de San José fue un respirar de amor a la Eucaristía. En septiembre de 1919 dice: “Haced que os ame mucho en este augusto Sacramento por quien siempre he vivido y por quien quiero morir”.
Antes de ser religiosa consagrada asistía a Misa con frecuencia y entre sus labores pastorales en la parroquia tuvo el honor de tener la responsabilidad de lavar los purificadores para la celebración eucarística.
Siendo religiosa demostró el amor a la Eucaristía en
cada instante de su vida: participaba en la Misa con amor y devoción, sus
largas horas de adoración al Santísimo llegando a permanecer hasta toda una noche,
aunque hubiese tenido una jornada intensa de trabajo en el día; su delicadeza
al elaborar las hostias la cual fue su oficio favorito y lo hizo hasta casi al
final de su vida.
Sobre
esta bella labor, siempre decía: “Hacer hostia es multiplicar comuniones”.
Aunque a principios no contaba con equipos modernos, se las arreglaba para que le
quedaran lo mejor posible. Siempre las elaboraba en silencio y en oración, y al
culminar las organizaba cuidadosamente. Luego, las distribuía gratuitamente tanto
a la parroquia como a todos los sacerdotes que las necesitaban.
Hoy
en días sus hijas, las Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús, continúan con
este legado de su fundadora de realizar esta hermosa labor de elaborar lo que
será después el Cuerpo de Cristo y las distribuyen gratuitamente.
Alegría al recibir a
Jesús Sacramentado
Otro
aspecto de este amor de la Beata María de San José a la Eucaristía era su
alegría al recibir a Jesús en la comunión. Permanecía en oración por largos
ratos en agradecimiento por este gran beneficio, y cuando por causas ajenas a
su voluntad no podía comulgar era para ella de un gran sufrimiento.
Recordemos
que, a principios del siglo XX, Maracay tenía solamente la parroquia San José,
y cuando el párroco debía ausentarse para ir a Caracas a los ejercicios
espirituales, consumían todas las hostias consagradas con la finalidad de no dejar
solo el Santísimo. Esto constituían un dolor grande para la Madre María de San
José la cual no soportaba el no poder comulgar y así lo manifiesta en sus
apuntes espirituales como por ejemplo este escrito que hizo el 14 de septiembre
de 1924:
“A qué amargura tan grande, habéis sometido mi
pobre alma, amargura amarguísima, es la que hoy sufre mi pobre corazón, un mar
inmenso de penas embargas este corazón, que es tuyo y sólo tuyo”.
Utensilios exclusivos
para la
Una de las expresiones de su alma eucarística es que no escatimaba en gastos en todo lo referente a la capilla porque para Jesús sacramentado siempre tiene que ser lo mejor. Mostraba gran respeto hacia el sacerdote porque porque hace posible la Eucaristía.
También era muy cuidadosa en todo lo concerniente al cuidado, limpieza y orden de los vasos sagrados, purificadores, corporales, ornamentos sacerdotales, el misal, los leccionarios, manteles, etcétera.
En
todas las casas de la congregación, y para la limpieza de los purificadores y
corporales disponía de utensilios, enseres y plancha dedicados exclusivamente a
ellos porque para ella: “todo lo que tocan a diario el Cuerpo del
Señor debe ser exclusivos para ellos”.
Su
devoción a la Eucaristía hará que sea el centro de su vida y es tan profundo
ese amor que, de acuerdo a la hermana Gracelia: “ella es otra hostia con Jesús
hostia”, y así lo expresa la misma Beata en el libro “La Niña del Cristo” de la
hermana Dilia Barrios:
“Cual pura hostia yo quiero
inmolarme
y por tu amor.
Ofrecerme en sacrificio
en cada instante Señor”.
La Cruz en su vida y otros
dones sobrenaturales
El sentirse otra hostia hará que se identifique como la esposa de Jesús Sacramentado asumiendo la cruz en su vida que será el otro aspecto distintivo de su espiritualidad. Así como en la Eucaristía se actualiza el sacrificio de Cristo en la cruz, de igual manera la Madre María de San José une junto con su amor a la Eucaristía el amor a la cruz, porque ella es la esposa del Jesús sufriente.
Por
eso dirá: “Quiero que mi
vida se deslice entre el calvario y el altar, entre la cruz y la Eucaristía”.
Su vida transcurre en silencio igual como
Cristo está en silencio en el sagrario en donde ella se inmola por amor a Él en
sus labores, en sus sacrificios y en las horas de adoración…
Fruto de su devoción a la
Eucaristía es la práctica de las virtudes cristianas y su gran caridad para con
los pobres, enfermos y necesitados que la llevó a la santidad.
También recibirá otros dones sobrenaturales.
entre ellos la hierognosis que es la
identificación de lo sagrado, y en el caso de ella sentía cuando la hostia
consagrada estaba o no en el sagrario.
La Hermana Agueda Lourdes Sánchez en la
biografía que escribió acerca de la Beata comenta que, en Barquisimeto, la
Madre María de San José cuando visitó por primera vez la comunidad al ser
llevada a la capilla, advierte que no está el Santísimo en el sagrario. La razón
es que había orden del obispo de consumirse todas las hostias debido que la comunidad
en aquel momento no estaba instalada y como aquel lugar era despoblado había el
peligro de alguna profanación.
De repente la Madre María dice que encienda una
lámpara porque el Santísimo está en el sagrario. Las hermanas dicen que no es
posible debido que hay una orden del obispo.
Ella insiste que ponga la lámpara, y a los
minutos se presenta el sacristán con un mensaje del párroco para que prendieran
la lámpara porque el Santísimo estaba en el Sagrario debido que el sacerdote dejó
las hostias consagradas porque iba celebrar otra Misa para consumirla en el
mismo día, pero no pudo porque se le presentó un inconveniente y con permiso
del obispo iba dejar el Santísimo hasta el día siguiente. Las hermanas testigos
de este hecho dieron fe de su autenticidad.
Como podemos ver, Dios favoreció a nuestra
primera Beata venezolana con dones sobrenaturales fruto de su inmenso amor a
Jesús Sacramentado.
Que el amor que tuvo la Beata María de San José
a la Eucaristía sea para nosotros un ejemplo y modelo a seguir porque la
Eucaristía es el sacramento por excelencia. Recordemos lo que dice el Catecismo
de la Iglesia Católica en su numeral 1324: “…todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo nuestra
Pascua”.
Nosotros debemos formarnos para aprender y así
darle la relevancia y el amor que se merece, porque el Señor está presente
verdaderamente y nos congrega en torno a Él para fortalecernos en la fe, en el
día a día de nuestra vida y nos espera en el silencio del sagrario para la
oración y adoración.
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