El arzobispo emérito
de Caracas reflexiona en la Cuaresma 2021, y dice que la esclavitud del
secularismo antepone lo material y lo carnal a lo espiritual, “¡y sobre todo a
Dios mismo!”
Ramón Antonio Pérez
// @GuardianCatolic
Caracas, 24 de febrero 2021
“Seamos
realistas: los seres humanos, sin Dios, nos destruimos a nosotros mismos. El
modelo del ser humano es Dios. Y por eso Él es la única fuente de la verdadera
felicidad”, dice el cardenal Jorge Urosa Savino en su más reciente artículo
titulado: “Cuaresma, conversión y primacía
de Dios”.
La
reflexión escrita del arzobispo emérito de Caracas que, con motivo de la
Cuaresma 2021, envió a los medios de comunicación el domingo 21 de febrero, es
sin dudas, un aporte invalorable para este tiempo litúrgico en el que la iglesia
católica desde siempre ha invitado a practicar con mayor intensidad la oración,
la penitencia y la caridad
Una
práctica que, según la reflexión del Purpurado, debe realizarse en medio de una
sociedad “volcada hacia lo material, hacia lo exterior, cegada por el oro,
esclavizada por el yugo e idolatría de lo sexual, atraída por el espejismo del
poder, encandilada por la auto-adoración del hombre, (…) la soberbia de la
supuesta, efímera y engañosa grandeza de lo humano-sin-Dios, y de un supuesto
Nuevo Orden Mundial sin Dios”.
Es
decir, “la esclavitud del secularismo, que antepone lo material y lo carnal a
lo espiritual, ¡y sobre todo a Dios mismo!”, según expresa el cardenal Urosa.
De
allí que, tomando a Jesucristo como modelo de vida, repasa una de sus más
conocidas expresiones: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios”; y: “al Señor tu Dios adorarás, y a él
sólo darás culto”.
En
consecuencia, explica que la conversión, “implica el rechazo del pecado y que
debe llevarnos a creer y crecer en el amor de Dios, debe estar fundamentada en
algo muy importante y necesario: la fe en la superioridad, grandeza, bondad,
belleza y amor de Dios”. A continuación, el artículo del Cardenal Jorge Urosa
Savino:
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CUARESMA, CONVERSIÓN Y PRIMACÍA
DE DIOS
“En esta
Cuaresma, tiempo de gracia, conversión y salvación, quiero proponerles unas
reflexiones sobre la fe en la grandeza,
bondad y absoluta primacía de Dios, a quien necesariamente hemos de aceptar en
nuestras vidas para alcanzar la deseada conversión religiosa cristiana. Y la
felicidad…
Al inicio de su
vida pública, Jesús se retiró al desierto, y allí, al rechazar las tentaciones
del diablo, nos enseñó que Dios debe ser lo primero para toda persona humana. Nos
dice el Señor: “No sólo de pan vive el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”; y: “al Señor tu Dios
adorarás, y a él sólo darás culto” (Cfr. Mt 4, 1-11)
Recordemos la
invitación que hizo Jesús al pueblo judío en su predicación inicial: “El Reino de Dios está cerca: conviértanse
y crean en el Evangelio”. Pues bien, la conversión, que implica el rechazo
del pecado y que debe llevarnos a creer y crecer en el amor de Dios, debe estar
fundamentada en algo muy importante y necesario: la fe en la superioridad, grandeza, bondad, belleza y amor de Dios, Nuestro
Señor, fuente de la verdadera felicidad.
Por eso es
necesario que en nuestra mente y en nuestro corazón, en nuestra visión del
mundo, renovemos la fe en el inmenso
amor de Dios, en Dios infinitamente
amoroso, que no es solamente el ser supremo, sino el bondadoso padre de las
misericordias, el Padre que nos envía a
su Hijo para que todos los que creamos en El, no perezcamos sino que tengamos
la vida eterna (Cfr. Jn 3,16).
Esto es muy
importante para que, convencidos de la grandeza y amor de Dios, dejemos a un
lado lo que nos impide estar en unión con Él, es decir el pecado mortal, el mal
moral, la indiferencia religiosa, la superficialidad en la vida cristiana, la
debilidad de nuestra vida espiritual, la fragilidad de nuestra vida interior.
Porque además de
rechazar el pecado mortal, hemos de dejarnos llenar por el Espíritu Santo,
dejarnos colmar de la gracia de Dios, abrirnos a sus inspiraciones, seguir sus
destellos luminosos, para vivir cada día más intensa y fervorosamente la unión
con Dios.
Esto es muy
difícil en nuestra sociedad actual, volcada hacia lo material, hacia lo
exterior, cegada por el oro, esclavizada por el yugo e idolatría de lo sexual,
atraída por el espejismo del poder, encandilada por la auto-adoración del
hombre, por la idolatría, la soberbia de la supuesta, efímera y engañosa
grandeza de lo humano-sin-Dios, y de un supuesto Nuevo Orden Mundial sin
Dios. Es la esclavitud del secularismo, que antepone lo material y lo carnal a
lo espiritual, ¡y sobre todo a Dios
mismo!
Pues bien: como
cristianos reafirmemos nuestra fe y nuestro amor a Dios. Vivamos con alegría nuestra verdadera condición
humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y llamada a vivir la vida divina misma,
unidos a Cristo por el bautismo ahora aquí en la tierra y más allá de esta vida
terrenal, para disfrutar para siempre de la felicidad sin término...
Para ello
intensifiquemos en esta Cuaresma, como ha propuesto siempre la Iglesia la oración, la penitencia y la caridad:
nuestra oración, la lectura bíblica, la práctica religiosa; la práctica de la
penitencia, del sacrificio voluntario de dejar algo que nos guste, en unión con
Cristo que se sacrificó por nosotros. Y aumentemos nuestra práctica de la
caridad fraterna, del perdón y de la limosna, de la solidaridad con los vecinos
y necesitados. Esto más necesario ahora, en tiempos de plaga, de pandemia, de
tanta gente sufriendo.
Conclusión
Seamos
realistas: los seres humanos, sin Dios, nos
destruimos a nosotros mismos. El modelo del ser humano es Dios. Y por eso Él
es la única fuente de la verdadera felicidad. Nuestro Padre celestial nos envió
a Jesús para llevarnos a vivir su vida misma: “El que me siga no camina en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12), “El que crea en mí tiene
la vida eterna” (Jn 6,47). Démosle a Dios el primer lugar en nuestras vidas, en
nuestro corazón, en nuestra familia, en nuestra actividad pública. La conversión, la fe viva en la grandeza y
primacía de Dios nos lleva a la verdadera y eterna felicidad. Invoquemos
para lograrla, la maternal intercesión de nuestra madre celestial, la Virgen de
Coromoto”.
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