Ramón Antonio
Pérez // @GuardianCatolic
Caracas, 27 de enero 2021
El cardenal Jorge
Urosa Savino, en su reciente artículo “Conversión y renovación espiritual ¡Jesucristo
nos invita!”, como una manera de ejemplificar lo que llama “secularismo moderno”, citó el derribamiento
de La Cruz de los Llanitos en la localidad Aguilar de la Frontera (Córdoba, España).
“Hace pocos días, en un pueblo español, la alcaldesa derribó una cruz que tenía
mucho tiempo allí, porque ‘era algo
político’, según ella”, escribió el purpurado venezolano.
Explica
que todo esto es parte del secularismo que da más importancia a lo mundano y
menosprecia o descuida lo religioso: “la fe, la unión con Dios, la oración, la práctica
religiosa, las devociones; promueve irrespetar las imágenes y lugares
sagrados”.
“El
secularismo moderno se ha convertido no simplemente en indiferencia religiosa,
sino en abierta y aún violenta hostilidad a la religión”, expresa el
cardenal Urosa. Por eso su llamado es la conversión, lo cual implica “cambiar de dirección, de
conducta, de actitud”.
Para el Purpurado, la conversión requiere “el
rechazo al pecado, a hacer el mal, a la indiferencia religiosa, a dejarnos
llevar por nuestras pasiones y malas inclinaciones”. “Nosotros” -agrega-
“por nuestra condición de criaturas golpeadas por el pecado original y marcadas
por la inclinación permanente al mal, necesitamos cambiar de actitud, de
conducta, rechazando todo lo malo”.
“Esta es la conversión y renovación que Nuestro Señor Jesucristo nos está pidiendo al inicio de este año”, indica Urosa. Para este cambio se debe, en consecuencia, “reafirmar nuestra fe en Dios, y nuestra convicción de que sólo siguiéndolo, con una vida santa y religiosa, es decir, marcada por el amor a Dios, podremos alcanzar la felicidad”.
A continuación, el artículo íntegro del Cardenal Jorge Urosa Savino:
CONVERSIÓN Y RENOVACIÓN ESPIRITUAL
¡JESUCRISTO
NOS INVITA!
En Navidad hemos
festejado la presencia de Dios entre nosotros y con nosotros. Animados por la
seguridad que nos da nuestra fe, de que, en Jesús, hijo eterno de Dios hecho hombre,
Dios
está con nosotros, hemos iniciado con gran esperanza este nuevo
año. En efecto: Jesús nos manifiesta la presencia de Dios: en Belén al
manifestarse a los pastores, en Nazareth al revelarse a los reyes magos. Y
luego, al iniciar su vida pública, cuando recibía el bautismo de Juan, en el
Jordán, Dios Padre celestial nos dice con toda claridad: “Este es mi hijo único, en quien me complazco” (Mc ,11). Por eso, en
medio de las dificultades ordinarias, y aún de las penurias extraordinarias que
la plaga del Covid 19 nos ha derramado en el mundo entero, iniciamos este año 2021
confiados en Dios, y con esperanza en su amor y protección. Recordemos lo que
nos enseña San Pablo: “Todas las cosas redundan
en bien de los que aman a Dios” (Ro 8,28).
CONVERSION Y RENOVACIÓN
Ahora, al inicio del
2021, la Santa Misa de hoy, tercer domingo del año litúrgico, nos presenta a
Jesús invitándonos al gozo del Reino de los cielos, y llamándonos a la
conversión y a la fe: “Está cerca el
Reino de Dios. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15). Él nos llama a una vida nueva, a la conversión, es decir a una
renovación interior.
Pero: ¿en qué consiste
esa conversión y renovación? No consiste en actitudes externas, en cambios
exteriores, en dejar a un lado las normas y actitudes de otros tiempos.
Consiste en dos cosas principalmente. La primera, el arrepentimiento de nuestros
pecados, y la segunda, la acogida de los dones de Dios, dejarnos llenar de
Dios, e ir por el camino que El nos indica: ¡Dichosos serán los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen! ( Lc 11, 28). Darle a Dios el primer
lugar en nuestros corazones y en nuestras vidas
Convertirnos es cambiar
de dirección, de conducta, de actitud. Y esto es importante: la conversión requiere
algo fundamental: el rechazo al pecado, a hacer el mal, a la indiferencia
religiosa, a dejarnos llevar por nuestras pasiones y malas inclinaciones.
Nosotros, por nuestra condición de criaturas golpeadas por el pecado original y
marcadas por la inclinación permanente al mal, necesitamos cambiar de actitud,
de conducta, rechazando todo lo malo, y adoptando una actitud, una conducta distinta,
abriéndonos a las exigencias divinas de ir por el camino del bien.
Esta es la conversión y
renovación que Nuestro Señor Jesucristo nos está pidiendo al inicio de este
año. Para asumir esta actitud debemos reafirmar nuestra fe en Dios, y nuestra
convicción de que sólo siguiéndolo, con una vida santa y religiosa, es decir,
marcada por el amor a Dios, podremos alcanzar la felicidad.
UNA TENDENCIA NEGATIVA: EL SECULARISMO
Convertirnos siempre ha
sido difícil, pues los seres humanos estamos inclinados naturalmente a dar la
primacía a lo material, a lo terrenal; a dejarnos llevar por nuestro egoísmo y
soberbia. Pero se ha hecho más difícil en esta época, en la que se ha fortalecido
una tendencia a rechazar a Dios y a todo lo que tiene que ver con Dios: la fe,
la religión, especialmente el cristianismo, la moral, etc.
Es lo que se llama, el
secularismo. Dar importancia, más aún, absolutizar lo mundano. Y
menospreciar o descuidar lo religioso: la fe, la unión con Dios, la oración, la
práctica religiosa, las devociones; promueve irrespetar las imágenes y lugares
sagrados.
El secularismo moderno se ha convertido no simplemente en
indiferencia religiosa, sino en abierta y aún violenta hostilidad a la religión. Hace pocos días, en
un pueblo español, la alcaldesa derribó una cruz que tenía mucho tiempo allí,
porque “era algo político”, según
ella. Y especialmente en otras partes del mundo ha habido en los últimos años muchos
ataques y vandalismo contra nuestros templos e imágenes y monumentos
religiosos.
Pero el mayor peligro
del secularismo está en nosotros mismos, los católicos, en el olvido de Dios,
en descuidar lo sagrado, la auténtica misión de la Iglesia, la religiosidad, la
recta conducta moral, las prácticas devocionales. El peligro está en que
nosotros nos contagiemos y queramos hacer de nuestra religión una simple
actitud de bondad humanitaria, y reducir la Iglesia a una gigantesca
corporación de acción social, una ONG más. Por el contrario, es importante que
nosotros los católicos rechacemos el secularismo y demos la primacía a Dios y a
su seguimiento, pues al hacerlo estamos actuando por el mayor bien nuestro y de
la humanidad.
CONCLUSIÓN
Los invito pues, a
acoger con alegría a Dios manifestado en Jesucristo, nuestro divino salvador, y
a seguirlo y a darle el primer lugar en nuestras vidas. Acojamos el llamado de
Jesucristo a convertirnos, pues “está cerca el Reino de Dios” (Cf. Mc 1,15),
para nuestro bien y nuestra felicidad.
Sigamos el ejemplo de
la Santísima Virgen María y San José, modelos de fidelidad y de amor a Dios. El
Papa Francisco ha dedicado este año a conocer y seguir a San José. Imitemos al
amoroso y fiel padre adoptivo de Nuestro Señor Jesucristo, en su amor al Padre
celestial, a María su virginal esposa, y a su Divino Hijo.
Caracas, 24 de enero de 2021
CARDENAL +JORGE UROSA SAVINO,
Arzobispo Emérito de Caracas
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