Exhortación del Episcopado Venezolano
“LO QUE
HICIERON A UNO DE ESTOS HERMANOS MÍOS MÁS PEQUEÑOS, A MÍ ME LO HICIERON” (Mt
25,40).
1.- Los Arzobispos y Obispos de Venezuela, con ocasión
de la 111ª Asamblea Ordinaria,
conscientes de nuestra responsabilidad espiritual y moral como
ciudadanos y pastores, nos dirigimos al pueblo de Venezuela, al que
pertenecemos y del cual somos servidores.
Recibimos el año 2019, con la confianza puesta en
Dios, como una buena oportunidad para el cambio que el país pide a gritos: la
recuperación del Estado de Derecho según la Constitución y la reconstrucción de
la sociedad venezolana, en dignidad, libertad y justicia para todos.
Queremos alentar la verdadera esperanza del pueblo,
sustentada en el misterio de la Navidad que celebra que el Hijo de Dios se hace
humano y pobre para hacernos más humanos y solidarios.
2.- Como pastores, tenemos la obligación de
preguntarnos por el sentido ético de la gravísima situación que estamos
viviendo. Nuestras apreciaciones nacen de una valoración moral sobre la
dignidad humana violentada, el bien común irrespetado y la verdad manipulada.
San Oscar Arnulfo Romero, profeta y mártir de América, dijo: “si hay un
conflicto entre el gobierno y la Iglesia, no es porque la Iglesia sea opositora
sino porque el conflicto ya está establecido entre el gobierno y el pueblo, y
la Iglesia defiende al pueblo” (Homilía del 21-10-1979). Todo poder humano es
transitorio y se legitima si en su ejercicio produce un bienestar colectivo con
especial atención a los pobres y excluidos, logrando así una sana convivencia
en la pluralidad y la diferencia. El pueblo venezolano vive una situación
dramática y de extrema gravedad por el deterioro del respeto a sus derechos y
de su calidad de vida, sumido en una creciente pobreza y sin tener a quien
acudir. Es un pecado que clama al cielo querer mantener a toda costa el poder y pretender prolongar el fracaso e
ineficiencia de estas últimas décadas: ¡es moralmente inaceptable! Dios no
quiere que por el sometimiento a injusticias sufra el pueblo. Urge, por tanto,
asumir el clamor popular de un cambio, de una concertación para una transición
esperada y buscada por la inmensa mayoría.
3.- Como señalamos en nuestra Exhortación del 11 de
julio de 2018, “reiteramos que la convocatoria del 20 de mayo (para elegir el
Presidente de la República) fue ilegítima, como lo es la Asamblea Nacional
Constituyente impuesta por el poder ejecutivo.
Vivimos un régimen de facto, sin respeto a las
garantías previstas en la Constitución y en los más altos principios de
dignidad del pueblo” (No temas, yo estoy contigo, n. 6).
Por tanto, la pretensión de iniciar un nuevo período
presidencial el 10 de enero de 2019 es ilegítima por su origen, y abre una
puerta al desconocimiento del Gobierno porque carece de sustento democrático en
la justicia y en el derecho.
4.- En esta crisis política, social y económica, la
Asamblea Nacional, electa con el voto libre y democrático de los venezolanos,
actualmente es el único órgano del poder público con legitimidad para ejercer
soberanamente sus competencias. En efecto hace tres años (1-12-2016) el
Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, pidió que se
restituyera cuanto antes a la Asamblea Nacional el rol previsto en la Constitución.
El voto de confianza que el pueblo venezolano le ha conferido debe ser retribuido
con el cumplimiento de los deberes de los diputados, diseñando y redactando las
leyes que necesita el país para el restablecimiento de la democracia y la vuelta
a la decencia y honestidad en la administración de los fondos públicos. El Papa
Francisco en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año nos
interpela: “la función y la responsabilidad política constituyen un desafío
permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de
proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones
para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental
de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente
en una forma eminente de la caridad” (1-1-2019).
5. Los venezolanos no podemos ser simples espectadores
de lo que sucede en el país, pues somos ciudadanos y, como tales, actores de
primer orden. La defensa de la libertad ha costado mucha sangre y muchos
sufrimientos, para ver de lejos lo que la mayoría rechaza: políticas de hambre,
persecución política, represión militar y policial, presos políticos, torturas,
corrupción, ineficiencia e ineficacia en la gestión pública. Como ciudadanos y
como instituciones nos toca asumir las responsabilidades que nos competen para
mejorar la actual situación y recuperar el país con sus valores y potencialidades.
Esto exige la articulación de todos los sectores sociales, promoviendo la creatividad
y proactividad de muchas personas en la búsqueda de soluciones.
6. Como dijo el Papa Francisco, es necesario buscar juntos
caminos de “concordia” y entendimiento, de unión del pueblo venezolano, de
respuestas a los múltiples problemas y de defensa de los derechos humanos que
nos permitan superar la crisis y atender a los más pobres. ¿A quién bendice
nuestro Dios en la actual situación dramática de Venezuela? La respuesta que
nos da Jesús es clara, profunda y desafiante: “Vengan benditos de mi Padre…
porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era
emigrante y me recibieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me
visitaron; en la cárcel y me vinieron a ver” (Mt 25,34-36). Es una pregunta
acuciante para todas las personas de buena voluntad, cuya respuesta debe llevarnos
a una acción eficaz.
7.- Somos conscientes que cuanto se haga por los más
pequeños es a Cristo a quien se le hace, y por ello como Iglesia nos
comprometemos en las diócesis y en las parroquias, en primer lugar, a seguir
ayudando a la supervivencia, tanto de los más débiles y desprotegidos dentro
del país como a los que han emigrado buscando trabajo y mejores condiciones de
vida, así como refugio y asilo. En segundo lugar, a continuar trabajando en la
defensa y promoción de los derechos humanos, en particular de los que carecen
de todo, de los amenazados de muerte, de los perseguidos y privados de
libertad. En tercer lugar, con mayor ahínco, nos proponemos seguir
desarrollando programas de formación y organización que permitan la
recuperación de la institucionalidad democrática y la reconstrucción del país
de una forma pacífica. Todo esto enmarcado en el proceso de evangelización que
promueve los valores de verdad, autenticidad, justicia, solidaridad, paz,
reconciliación y fraternidad.
8. Tenemos muchas razones para agradecer a personas e
instituciones. Al Santo Padre Francisco por su constante cercanía y
preocupación por nuestra patria. El 7 de enero de 2019, en el Discurso a los
miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, expresó: “Deseo
para la amada Venezuela que se encuentren vías institucionales y pacíficas para
solucionar la crisis política, social y económica, vías que consientan asistir
sobre todo a los que han sido afectados por las tensiones de estos años y
ofrecer a todo el pueblo venezolano un horizonte de esperanza y de paz”.
Igualmente, agradecemos a las Iglesias y Gobiernos de diversos países su
solidaridad y su atención a los compatriotas que, producto de la crisis, han
tenido que dejar el país en búsqueda de mejores condiciones de vida. Apreciamos
el trabajo pastoral y de solidaridad que desarrollan día a día los sacerdotes,
diáconos, religiosas y laicos, así como las muchas iniciativas que en este
campo se están llevando adelante desde Cáritas a nivel nacional, diocesano y
parroquial, desde la comisión de Justicia y Paz y las vicarías de Derechos Humanos,
de otras organizaciones y asociaciones. Invitamos a articular iniciativas y proyectos
en favor del pueblo a los hermanos de otras iglesias y de otras religiones, a
las instituciones públicas y privadas, a los empresarios, profesionales,
trabajadores y obreros, para trabajar por la paz y por un mejor país.
9.- Como creyentes cultivemos la oración personal y
comunitaria. Con María, proclamemos que la misericordia de Dios llega a sus
fieles de generación en generación, “porque el Señor hace proezas con su brazo,
dispersa a los soberbios de corazón y derriba del trono a los poderosos y
enaltece a los humildes” (Lc 1,51-52). Aprendamos de María, nuestra Madre, que
Tú, Señor Jesús, eres el alfa y la omega, el principio y fin de nuestra
existencia, nuestro pan para el largo camino, nuestra alegría completa, nuestra
paz duradera. Amén.
Con nuestra bendición,
Los Arzobispos y Obispos de Venezuela
Caracas, 9
de enero de 2019
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