Fotos: Facebook Adán Ramírez Ortiz
El Cardenal Jorge Urosa Savino exhortó a todos los sectores de Venezuela, principalmente al gobierno que preside Nicolás Maduro, a trabajar para poner fin a la crisis que sacude al país, debido a “que está causando dolor, tragedia y muerte, especialmente entre los más débiles, como son los niños de los pobres”.
Lo dijo durante la Misa de Gallo que presidió este 24 de diciembre, en la Catedral Metropolitana de Caracas, en la que estuvo acompañado de monseñor Tulio Luis Ramírez Padilla, uno de sus cuatro obispos auxiliares; monseñor Adán Ramírez Ortíz, el Deán del Capítulo Catedralicio; el padre Johan Contreras, y el diácono permanente Germán Machado, además de varios seminaristas.
Lo dijo durante la Misa de Gallo que presidió este 24 de diciembre, en la Catedral Metropolitana de Caracas, en la que estuvo acompañado de monseñor Tulio Luis Ramírez Padilla, uno de sus cuatro obispos auxiliares; monseñor Adán Ramírez Ortíz, el Deán del Capítulo Catedralicio; el padre Johan Contreras, y el diácono permanente Germán Machado, además de varios seminaristas.
Urosa recordó que “todos los católicos estamos llamados a trabajar por la paz, mediante el cumplimiento de los diez mandamientos de la Ley de Dios”, es decir, volcándose “con fuerza hacia nuestros hermanos, para ayudarlos, para comunicarles el amor de Dios de forma concreta”.
El Purpurado afirmó que esto “es muy urgente y muy evidente hoy, cuando Venezuela vive una situación inédita de escasez de alimentos y medicinas, de repuestos y de cosas fundamentales para la vida social, como, por ejemplo la gasolina, algo increíble en un país petrolero”.
“Por supuesto: la mayor obligación recae sobre las autoridades, que tienen la obligación constitucional de proteger al pueblo, especialmente a los más débiles, y de garantizar a todos los ciudadanos el derecho a la comida, a la salud, al transporte, a la libertad, a la información, en fin, todos los derechos humanos. Y es preciso exigirles que cumplan esa obligación”, expresó en su mensaje de Nochebuena.
También hizo un llamado a los líderes de los diversos sectores de la sociedad, porque “tienen obligación de trabajar por la paz y abrir sus corazones a los necesitados y resolver los problemas que nos agobian: los intelectuales, los académicos, los universitarios, los dueños y profesionales de los medios de comunicación social, los artistas, y sin duda la Fuerza Armada Nacional”.
Urosa señaló que “todos los sectores debemos trabajar para solucionar esta terrible situación que está causando dolor, tragedia y muerte, especialmente entre los más débiles, como son los niños de los pobres”.
En ese sentido, invitó a colaborar con Cáritas para ayudar a nuestros hermanos más pobres. Exhortó a “fortalecer en Caracas y en toda Venezuela iniciativas como la Olla comunitaria o solidaria”, así como “apoyar el esfuerzo que se está haciendo por parte de la Iglesia”, a través de las parroquias, de Cáritas de Caracas y de Venezuela.
A
continuación la homilía completa del Cardenal Urosa durante Noche Buena de 2017:
Navidad: Glorificar a Dios y
trabajar por la paz
Homilía en la Misa de Noche buena, Catedral de
Caracas, 24 de diciembre de 2017
+Jorge L. Urosa Savino, Cardenal Arzobispo de
Caracas
“Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los
hombres que ama el Señor” Lc 2, 14
Movidos por nuestra fe, nos hemos
congregado en esta noche santa de Navidad, queridos hermanos, para festejar la extraordinaria manifestación de la inmensa
misericordia de Dios a la humanidad: nuestro amoroso Padre celestial nos ha
enviado a su Hijo único, Dios de Dios luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
para que, hecho hombre, glorificara a Dios en el Cielo y trajera paz a la
humanidad en la tierra.
QUÉ
ES LA NAVIDAD
El cántico de los ángeles en el cielo
nos indica en pocas palabras el sentido del nacimiento de Jesús, el significado
de esta fiesta de la Navidad. No se trata de un carnaval, no es una celebración
hueca y sin sentido. Se trata de conmemorar y luego festejar, en nuestros
corazones, en nuestras familias, en nuestras comunidades, en la Iglesia
extendida por todo el universo, la inmensidad del amor de Dios, que tanto ha
amado a la humanidad que nos ha enviado a su Hijo único, para que todos los que
creamos en El tengamos vida eterna (Cfr.
Jn 3, 16).
De manera que el primer elemento o
efecto de la Navidad es la manifestación de Dios al mundo. En la carne humilde y tierna del niño de Belén, el
Dios infinito y todo poderoso, el creador del Universo, el supremo arquitecto,
el dueño de cielo y tierra, se nos revela a los hombres que vivimos en las
tinieblas del mundo, agobiados y perturbados y confundidos por las cosas de
este mundo, para que lo conozcamos, para que, como dijo más tarde el mismo Jesús,
los que lo sigamos no caminemos en tinieblas, sino que tengamos la luz de la
vida ( Cf. Jn 8, 12).
La Navidad es la revelación de la
grandeza de Dios, de su misericordia, su amor y su voluntad, que es la
salvación del mundo entero, de toda la humanidad, de todos los que vivimos “en
tinieblas y sombras de muerte” (Lc 1, 79). En este mundo secularizado, que
rechaza a Dios, que lo quiere sacar de la vida humana, que quiere prescindir de
Dios en la vida económica, en la política, en la vida familiar y conyugal, que
promueve la anticultura de la muerte con el aborto y la eutanasia, la Navidad
proclama la existencia de un Dios amoroso, el Dios de la vida, el Dios de la
felicidad, que santifica la familia, que
exalta la vida de los más humildes y pobres, como el niño de Belén.
Por eso, como he dicho en mi Mensaje de
Adviento y Navidad para este año, la Navidad es una fiesta religiosa: festejamos a Dios que se hace hombre, y acogemos su
invitación a unirnos a Él por la fe. Eso es la Navidad. Los regalos, las comidas,
las fiestas, son secundarias.
LIBRES
DEL HORROR DE LAS TINIEBLAS DE LA MUERTE Y DEL MAL
Y nosotros, los católicos, y
especialmente los seminaristas, los religiosos y las religiosos, los ministros
el altar, henos de meditar en este aspecto religioso, de revelación de Dios, de
lo sobrenatural, de lo divino, para tener el entusiasmo y la fuerza de comunicar
esa realidad a nuestros hermanos. No nos dejemos desviar del sentido más profundo
de la Navidad: es la manifestación de Dios, es el inicio de la revelación de
Jesús, la luz del mundo, el Salvador.
Precisamente el mensaje del ángel a los
pastores nos insiste en eso: No hemos de tener miedo en ninguna circunstancia,
pues nos ha nacido un salvador. Y hemos de preguntarnos: De qué nos salva el
Hijo eterno e Dios hecho hombre?
Nos salva de la fuerza terrible del
pecado y del demonio, nos salva de la maldad, de la confusión, de la tristeza y
oscuridad de la falta de fe, del horror del odio y de la crueldad, del envilecimiento
de la humanidad en la idolatría del dinero, del horror de la guerra, de la
destrucción de la juventud por la droga, de la impiedad y de la indiferencia
religiosa, de las pasiones desenfrenadas, de la lujuria, en fin de todo lo que
conduce al dolor, a la muerte, y a la destrucción de la humanidad.
Por esa razones, porque nos ha nacido el
Salvador, porque nosotros, los que aquí estamos, junto con los más de mil
trescientos millones de católicos en el mundo, sabemos que Dios está con nosotros
y nos ama para salvarnos del horror del mal y para llenarnos de vida y
felicidad por toda la eternidad, demos gracias a Dios! ¡Gracias, Señor,
gracias!
PAZ
EN LA TIERRA
La Navidad hace que nos sintamos amados
por Dios. Y al mismo tiempo nos recuerda que estamos llamados a amarlo y amar a
nuestro prójimo. El Cántico del coro angelical luego de decir “GLORIA A DIOS EN
EL CIELO”, dice: “Y PAZ EN LA TIERRA! La Navidad manifiesta el amor de Dios a
la humanidad y el objetivo de ese amor, que es llevar paz a todos los hombres y
mujeres del mundo.
Por eso la Navidad es, como lo han
afirmado los evangelistas y los Padres de la Iglesia un llamado insistente y
apremiante al amor fraterno. San Juan Evangelista nos dice claramente que el que
dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a su prójimo, a quien sí ve, es un
mentiroso! Cfr. 1 Jn 4, 20)
Nosotros estamos llamados por el Señor comunicar
paz, a llevar paz, a eliminar la tristeza y el dolor, el conflicto y el odio,
el egoísmo y la indiferencia, la crueldad y la guerra, la injusticia y la
opresión. Por eso la Navidad debe impulsarnos a todos, cada uno de nosotros según
nuestra condición. A querer amar a nuestros hermanos y a trabajar por un mundo
mejor, a promover la convivencia social, a trabajar por la paz.
Este llamado, mis queridos hermanos, se
dirige por supuesto a nosotros, los ministros del altar, los consagrados al Señor,
los seminaristas, que hemos sido invitados a consagrar nuestras vidas al Señor para
glorificar a Dios y para trabajar por la paz. Y es muy importante que así lo
sintamos, al acoger en nuestros corazones nuestra sublime vocación sacerdotal.
TODO
OBLIGADOS A TRABAJAR POR LA PAZ
Pero
no solamente los consagrados al Señor: todos los católicos estamos llamados a
trabajar por la paz, mediante el cumplimiento de los diez mandamientos de la
Ley de Dios.
Los
cristianos nos llenamos de alegría y entusiasmo en esta celebración, en esta
temporada litúrgica, para volcarnos con fuerza hacia nuestros hermanos, para
ayudarlos, para comunicarles el amor de Dios de forma concreta. Este llamado
es muy urgente y muy evidente hoy,
cuando Venezuela vive una situación inédita de escasez de alimentos y
medicinas, de repuestos y de cosas fundamentales para la vida social, como, por
ejemplo la gasolina, algo increíble en un país petrolero... Nosotros debemos
abrir nuestros corazones a nuestros hermanos más necesitados, y compartir con
ellos nuestros bienes, y ayudar a resolver la situación que estamos viviendo.
Por supuesto: la mayor obligación recae sobre las autoridades, que tienen la obligación
constitucional de proteger al pueblo, especialmente a los más débiles, y de
garantizar a todos los ciudadanos el derecho a la comida, a la salud, al
transporte, a la libertad, a la información, en fin, todos
los derechos humanos. Y es preciso exigirles que cumplan esa obligación.
Pero también los líderes de los diversos sectores de la sociedad tienen
obligación de trabajar por la paz y abrir sus corazones a los necesitados y
resolver los problemas que nos agobian: los intelectuales, los académicos, los universitarios,
los dueños y profesionales de los medios de comunicación social, los artistas,
y sin duda la Fuerza Armada Nacional... Todos los sectores debemos trabajar
para solucionar esta terrible situación que está causando dolor, tragedia y
muerte, especialmente entre los más débiles, como son los niños de los pobres.
Y
cada uno de nosotros, queridos hermanos, desde nuestra situación personal,
hemos de ayudar a solucionar esta situación, especialmente ayudando a nuestros
hermanos más pobres. En ese sentido hemos e fortalecer en Caracas y en toda
Venezuela iniciativas como la Olla comunitaria o solidaria. Y apoyar el
esfuerzo que se está haciendo por parte de la Iglesia, a través de las Parroquias,
de Caritas de Caracas y de Venezuela.
CONCLUSIÓN
“Gloria
a Dios en el Cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor!”
Con la alegría que suscita en nuestros
corazones el canto de los ángeles, con la ayudad de Dios y de la Stma. Virgen
María, vamos a glorificar a Dios en nuestras vidas, hermanos. Cumpliendo sus
mandamientos, siguiendo a Jesús, viviendo de acuerdo a su palabra, que es
palabra de vida eterna.
Los invito a acercarse a los santos
sacramentos en estos días festivos. Para tener fuerza para cumplir la palabra
de Dios, y trabajar por la paz. Vivamos con el corazón abierto a los demás,
ayudando a los más pobres. Y recemos con intensidad al Señor para que los
venezolanos podamos resolver nuestros conflictos de manera pacífica. Amén.
¡VIVA
JESUCRISTO, NUESTRO SALVADOR!
¡VIVA
LA VIRGEN MARIA!
¡VIVA
LA IGLESIA!
¡VIVA
EL PAPA!
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