Mensaje del
Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo de Caracas, a todos los sacerdotes y
diáconos, a los miembros de Institutos
de vida consagrada, a todos los fieles de la Iglesia y a los hombres y mujeres de buena voluntad.
Diciembre de 2016
Queridos hermanos en Nuestro Señor Jesucristo.
EL NIÑO JESÚS ES DIOS CON NOSOTROS
Se acerca ya la fiesta
religiosa del Nacimiento de Nuestro
Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Sin duda todos confrontamos muchas
dificultades en estos tiempos, pero en Navidad los cristianos tenemos el
consuelo de celebrar la manifestación del inmenso amor de Dios para con
nosotros.
El profeta Isaías lo había
anunciado: “He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrá
por nombre Emmanuel, que traducido significa “Dios con nosotros” (Is 7,14).
Por eso, con fe viva, unidos a María Santísima y a San
José, adoramos a Jesús, Dios que se hizo hombre para llevarnos a la excelsa
condición de hijos de Dios. Y agradecemos al Padre celestial habernos mostrado
su misericordia en el rostro bondadoso
nuestro hermano, el gran Dios y salvador
nuestro Jesucristo (Tit 2,13). Dios no nos ha dejado solos, queridos hermanos. Él
ha compartido nuestra condición humana, “probado en todo igual que nosotros, menos en el pecado” (He 4,15).
Por eso, aun en medio de las
preocupaciones por la gravísima situación que vivimos por la carestía de la
vida y la escasez de alimentos y
medicamentos, nosotros podemos sentir en esta Navidad y siempre la fuerza del amor de Dios, que vence y supera
todas las penas que podamos sufrir los seres humanos. Dios mismo se abajó hasta nosotros para
levantarnos de la miseria moral del pecado, para iluminar nuestro camino en la
vida, para ayudarnos con su ejemplo y con su gracia y fortaleza, a vivir una
vida de virtud, superando las tentaciones y el mal del pecado a creer en el
futuro, en la felicidad eterna. Por eso la Navidad nos llena de gozo, alegría
seguridad y paz.
CELEBRAR LA MISERICORDIA DE DIOS
Y PRACTICARLA
La Navidad nos revela la inmensa
misericordia de Dios. Acabamos de
celebrar el Año de la Misericordia. Durante ese tiempo, invitados por el Papa
Francisco, hemos sentido en nuestras
vidas el toque de la misericordia de Dios, que nos perdona, que nos ayuda, que
nos alienta y estimula a vivir una vida santa, libre del pecado y e la
maldad.
Dios ha sido misericordioso con
nosotros: su hijo único se hizo hombre y nació en Belén para salvarnos. Pues
bien: además de reconocer y agradecer la misericordia de Dios, especialmente en
Navidad, estamos llamados a imitar al Señor. El mismo Jesús nos invita,
nos exige, que seamos “misericordiosos como el Padre” (Lc 6,36)
Pues bien: ser misericordiosos como el Padre implica compartir nuestros bienes con los
necesitados, auxiliar a los menesterosos, ayudar a los que sufre y lloran. Por
eso hemos de practicar las obras de misericordia, tanto corporales como
espirituales.
Algo muy importante: ser
misericordiosos exige que dejemos a un lado cualquier tipo de violencia. Cada
uno de nosotros está llamado a controlar
su carácter, a practicar y promover la tolerancia, el respeto a los demás, el
perdón, el rechazo al odio y al rencor. Para ser misericordiosos estamos llamados a ser amables y generosos, a promover y defender la persona y la vida
humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural; a defender los
derechos humanos que a todos nos pertenecen y que están consagrados en la
Constitución. Hemos de ser promotores de la convivencia social,
de la solidaridad y de la paz.
Lamentablemente es un hecho
que la violencia se sigue extendiendo
entre nosotros y se manifiesta en una delincuencia agresiva, asesina y cruel,
que debe ser reprimida por el Gobierno, pero siempre dentro de la constitución
y las leyes, sin incurrir en abusos graves contra los derechos humanos, como la
reciente masacre de Barlovento.
Recuerdo, como hice ya en una
ocasión semejante, que la “obligación de
trabajar por la paz y luchar contra la violencia incumbe a todos los cristianos
independientemente de su simpatía política, pero de manera particular a los
funcionarios del Estado, que tienen el mandato constitucional de garantizar
nuestra seguridad personal y patrimonial. Los invitamos, los urgimos, a cumplir
con esa obligación” (Mensaje de Navidad,
2010)
NAVIDAD ES JESUCRISTO, MAS QUE LOS FESTEJOS
Mis queridos hermanos: Celebremos
el cumpleaños de Nuestro Señor Jesucristo con una actitud
realmente cristiana, religiosa, dejando
a un lado la indiferencia, la superstición,
la santería, las falsas creencias en esa patraña del inexistente “espíritu de
la Navidad”.
Los exhorto a reafirmar nuestra fe en Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor, el
único que nos puede dar la salvación y la auténtica felicidad.
Una vez más invito a todos a participar en la Santa Misa en Navidad, el 25 de diciembre y el 1 de Enero,
solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Son días grandes, solemnes, de fiesta
y de precepto, en los cuales estamos llamados a participar en la Eucaristía.
Los
invito a reconciliarse con Dios mediante el sacramento de la penitencia, y a
comulgar devotamente, como expresión de nuestra voluntad de vivir de acuerdo a
la Palabra de Dios.
Oremos especialmente por Venezuela, para que todos los venezolanos queramos resolver nuestros conflictos de manera pacífica.
CONCLUSIÓN
Con gran afecto envío mi
bendición episcopal a todos los habitantes de Caracas, especialmente a los más
pobres, a los presos y los enfermos, a
quienes sufren un duelo reciente, a quienes
se sienten solos y afligidos.
¡Dios es amor! Jesús es el Emmanuel, Dios con nosotros. Que El derrame con creces su gracia y felicidad sobre Ustedes en esta Navidad y les conceda un año 2017 lleno de bendiciones celestiales, de alegría y de paz.
Caracas, 12 de diciembre de 2016
+Jorge L. Urosa Savino
Cardenal Arzobispo de Caracas
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