Explica
que las catedrales también tienen sus periferias, y a estas hay que llegar sin
el frío de un templo para que la gente crea en Jesucristo
Ramón Antonio Pérez / @GuardianCatolic
Caracas, 28 de diciembre de 2015.- Es evidente la
frialdad de algunos grandes templos de la cristiandad, especialmente en las
ciudades más importantes. Para el común de la gente son espacios únicamente
destinados a las ceremonias religiosas, a las visitas de grupos turísticos o a
la piedad de muy pocos fieles que acuden “en solitario” a rezar y participar en
las misas.
¿Esto tendrá que
ser siempre así?,
se le pregunta al Deán de la catedral metropolitana de Caracas, monseñor Adán
Ramírez Ortiz.
“¡No
necesariamente tiene que ser así!”, atajó rápidamente al redactor.
“Tampoco
los sacerdotes tenemos que esperar que a los templos lleguen los feligreses,
debemos ir a su encuentro, a sus espacios naturales e invitarlos a encontrarse
con Cristo y reconocerse ellos mismos como ese templo vivo donde habita Dios”,
añadió.
De manera
convencida aduce que “las catedrales también tienen sus
periferias, y deben ser ‘iglesias en salida’, según lo predica el Santo Padre
Francisco”.
Iglesia de puertas abiertas
Desde que asumió
la Catedral de Caracas el 6 de septiembre de 2015, se puso como reto no sólo
trabajar para que este templo sea el lugar que custodia el arte y la cultura
que gira en torno a la principal iglesia del catolicismo en Venezuela, sino
también que sea el centro de pastoral en pleno corazón de la convulsionada ciudad
de Caracas.
La estrategia pastoral
de Ramírez Ortíz, poco a poco va rindiendo sus frutos.
“Ciertamente se
ha incrementado la asistencia de los fieles a la Catedral, gracias a que fueron
abiertas de par en par las puertas para que los caraqueños entren a ella, y se
encuentren con Dios y con parte de la historia de la ciudad”, comentó.
Misericordia de Dios en la calle
Pero su trabajo
va más allá del espacio que ocupa la imponente catedral, es “un callejero de la
fe”, como él mismo se describe, y su anterior trabajo en la Basílica Santa
Teresa, es un claro testimonio de ello. “La clave de la evangelización está en
acercarnos a la gente y compartir con ellos; escucharlos y aprender de ellos”,
explicó.
Entre los grupos
sociales con los que ha contactado desde la catedral metropolitana de Caracas está el de ancianos, a quienes les
lleva con frecuencia un mensaje de aliento.
Precisamente, este
domingo 27 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia, junto a un grupo de
jóvenes que le apoyan, el Deán compartió con muchos de estos hombres y mujeres agrupados
en el club de los abuelos que funciona en la plaza “El Venezolano”.
“Los
abuelos y ancianos son la reserva moral de la sociedad que hay que cuidar”,
dijo el sacerdote. Luego detalló que lo invitaron para que les diera un mensaje
de Navidad y bendijera los alimentos que comparten diariamente en estos
espacios.
“Es una
labor sencilla, pero necesaria, para que la gente sienta la cercanía de la
Iglesia y de sus sacerdotes, especialmente en este Año de la Misericordia”,
comentó.
De esta manera
los asientos vacíos de la catedral se han comenzado llenar, y los feligreses
poco a poco y con alegría, asumen tareas propias de la evangelización de estos
tiempos. “Si no voy a la calle el templo sigue vacío”, concluyó el Deán.
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