El Nuncio Monseñor Aldo Giordano, presidirá una eucaristía
por la evangelización de los pueblos, que como actividad central se realizará el
domingo 19, a las 12 m, en el Templo Don Bosco de Altamira
Ramón Antonio
Pérez
@GuardianCatolic
Caracas, 17
de octubre de 2014.- La
Arquidiócesis de Caracas celebrará diversas actividades en sus parroquias e
iglesias filiales, este domingo 19 de octubre, con motivo de la Colecta del
Domingo Mundial de las Misiones – DOMUND 2014 -, día en que la Iglesia
universal reza por los misioneros y misioneras y colabora con ellos en su labor
evangelizadora, que con frecuencia se desarrolla entre los más pobres.
En este contexto, el Nuncio Apostólico de Su Santidad en
Venezuela, Monseñor Aldo Giordano, presidirá una eucaristía por la
evangelización de los pueblos, el venidero domingo, a las 12 del mediodía, en la
Parroquia y Templo Nacional de Don Bosco, en la urbanización Altamira de
Caracas, a la que asistirá en calidad de concelebrante, el padre Andrea
Bignotti, director nacional de las OM en Venezuela y otros sacerdotes.
La actividad ha sido organizada de manera conjunta entre la
dirección nacional de las Obras Misionales Pontificias de Venezuela, y el
Secretariado de Misiones de la Arquidiócesis de Caracas, que dirige el padre
Ricardo Guillén. Los organizadores esperan reunir a los diversos grupos de
apostolados con carisma misionero presentes en las parroquias de la
Arquidiócesis de Caracas.
El Papa Francisco, con motivo de esta Jornada
Mundial de las Misiones 2014,
indicó el pasado 8 de junio que “es un momento privilegiado en el que los
fieles de los diferentes continentes se comprometen con oraciones y gestos
concretos de solidaridad para ayudar a las iglesias jóvenes en los territorios
de misión”.
Agregó que “se trata de trata “de una celebración de
gracia y de alegría”. “De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por
el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción.
De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar al
mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera”. Es de resaltar que el Papa
en sus alocuciones habla siempre de una “iglesia en salida, en misión”.
Cabe recordar que el Papa Pío XI, estableció en 1926, que el
penúltimo domingo de octubre se celebrara en toda la Iglesia el “Domingo
Mundial de las Misiones”, en favor de la Obra Pontificia de la
Propagación de la Fe, para mover a los católicos a amar y apoyar la causa
misionera.
Los organizadores hablan de la presencia de misioneros en
los cinco continentes. “Es un trabajo que necesita de todo nuestro apoyo,
tomando en cuenta que el 92% de las diócesis de África; el 85% de las diócesis
de Asia; el 57% de las de Oceanía; el 7% de las de América; y el 2% de las
diócesis de Europa son territorios de misión”.
Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial
de las Misiones 2014
Hoy en día
todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la
misión ad gentes, en la que todos los miembros de la iglesia están llamados a
participar, ya que la iglesia es misionera por naturaleza: la iglesia ha nacido
“en salida”. La Jornada Mundial de las Misiones es un momento privilegiado en
el que los fieles de los diferentes continentes se comprometen con oraciones y
gestos concretos de solidaridad para ayudar a las iglesias jóvenes en los
territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y de alegría. De
gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y
fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción. De alegría, porque
Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar al mundo, sostiene y
acompaña nuestra obra misionera. Precisamente sobre la alegría de Jesús y de
los discípulos misioneros quisiera ofrecer una imagen bíblica, que encontramos
en el Evangelio de Lucas (cf.10,21-23).
1. El evangelista
cuenta que el Señor envió a los setenta discípulos, de dos en dos, a las
ciudades y pueblos, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a
preparar a los hombres al encuentro con Jesús. Después de cumplir con esta
misión de anuncio, los discípulos volvieron llenos de alegría: la alegría es un
tema dominante de esta primera e inolvidable experiencia misionera. El Maestro
Divino les dijo: «No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad
alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo. En aquella hora,
Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias, Padre,
Señor del cielo y de la tierra…” (…) Y volviéndose a sus discípulos, les dijo
aparte: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!”» (Lc
10,20-21.23).
Son tres las escenas que presenta san Lucas.
Primero, Jesús habla a sus discípulos, y luego se vuelve hacia el Padre, y de
nuevo comienza a hablar con ellos. De esta forma Jesús quiere hacer partícipes
de su alegría a los discípulos, que es diferente y superior a la que ellos
habían experimentado.
2. Los discípulos
estaban llenos de alegría, entusiasmados con el poder de liberar de los
demonios a las personas. Sin embargo, Jesús les advierte que no se alegren por
el poder que se les ha dado, sino por el amor recibido: «porque vuestros
nombres están inscritos en el cielo» (Lc 10,20). A ellos se le ha concedido
experimentar el amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo. Y esta
experiencia de los discípulos es motivo de gozosa gratitud para el corazón de
Jesús. Lucas entiende este júbilo en una perspectiva de comunión trinitaria:
«Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo», dirigiéndose al Padre y
glorificándolo. Este momento de profunda alegría brota del amor profundo de
Jesús en cuanto Hijo hacia su Padre, Señor del cielo y de la tierra, el cual ha
ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las ha revelado a los
pequeños (cf. Lc 10,21). Dios ha escondido y ha revelado, y en esta oración de
alabanza se destaca sobre todo el revelar. ¿Qué es lo que Dios ha revelado y
ocultado? Los misterios de su Reino, el afirmarse del señorío divino en Jesús y
la victoria sobre Satanás.
Dios ha escondido todo a aquellos que están
demasiado llenos de sí mismos y pretenden saberlo ya todo. Están cegados por su
propia presunción y no dejan espacio a Dios. Uno puede pensar fácilmente en
algunos de los contemporáneos de Jesús, que Él mismo amonestó en varias
ocasiones, pero se trata de un peligro que siempre ha existido, y que nos afecta
también a nosotros. En cambio, los “pequeños” son los humildes, los sencillos,
los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, a
los que Jesús ha llamado “benditos”. Se puede pensar fácilmente en María, en
José, en los pescadores de Galilea, y en los discípulos llamados a lo largo del
camino, en el curso de su predicación.
3. «Sí, Padre,
porque así te ha parecido bien» (Lc 10,21). Las palabras de Jesús deben
entenderse con referencia a su júbilo interior, donde la benevolencia indica un
plan salvífico y benevolente del Padre hacia los hombres. En el contexto de
esta bondad divina Jesús se regocija, porque el Padre ha decidido amar a los
hombres con el mismo amor que Él tiene para el Hijo. Además, Lucas nos recuerda
el júbilo similar de María: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se
alegra en Dios mi Salvador » (Lc 1,47). Se trata de la Buena Noticia que
conduce a la salvación. María, llevando en su vientre a Jesús, el Evangelizador
por excelencia, encuentra a Isabel y cantando el Magnificat exulta de gozo en
el Espíritu Santo. Jesús, al ver el éxito de la misión de sus discípulos y por
tanto su alegría, se regocija en el Espíritu Santo y se dirige a su Padre en
oración. En ambos casos, se trata de una alegría por la salvación que se
realiza, porque el amor con el que el Padre ama al Hijo llega hasta nosotros, y
por obra del Espíritu Santo, nos envuelve, nos hace entrar en la vida de la
Trinidad.
El Padre es la fuente de la alegría. El Hijo
es su manifestación, y el Espíritu Santo, el animador. Inmediatamente después
de alabar al Padre, como dice el evangelista Mateo, Jesús nos invita: «Venid a
mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso.
Porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (11,28-30). «La alegría del
Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.
Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del
vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la
alegría» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1).
De este encuentro con Jesús, la Virgen María
ha tenido una experiencia singular y se ha convertido en “causa nostrae
laetitiae”. Y los discípulos a su vez han recibido la llamada a estar con Jesús
y a ser enviados por Él para predicar el Evangelio (cf. Mc 3,14), y así se ven
colmados de alegría. ¿Por qué no entramos también nosotros en este torrente de
alegría?
4. «El gran riesgo
del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una
tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda
enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada» (Exhort. ap.
Evangelii gaudium, 2). Por lo tanto, la humanidad tiene una gran necesidad de
aprovechar la salvación que nos ha traído Cristo. Los discípulos son los que se
dejan aferrar cada vez más por el amor de Jesús y marcar por el fuego de la
pasión por el Reino de Dios, para ser portadores de la alegría del Evangelio.
Todos los discípulos del Señor están llamados a cultivar la alegría de la
evangelización. Los obispos, como principales responsables del anuncio, tienen
la tarea de promover la unidad de la Iglesia local en el compromiso misionero,
teniendo en cuenta que la alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en
la preocupación de anunciarlo en los lugares más distantes, como en una salida
constante hacia las periferias del propio territorio, donde hay más personas
pobres que esperan.
5. En muchas
regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo
esto se debe a que en las comunidades no hay un fervor apostólico contagioso,
por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo. La alegría
del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres. Por
tanto, animo a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos a vivir una
vida fraterna intensa, basada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de
los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a
los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no deben olvidarse las
vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que se ha tomado conciencia de la
identidad y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia, así como del papel
cada vez más importante que ellos están llamados a desempeñar en la difusión
del Evangelio. Por esta razón, es importante proporcionarles la formación
adecuada, con vistas a una acción apostólica eficaz.
6. «Dios ama al que
da con alegría» (2 Co 9,7). La Jornada Mundial de las Misiones es también un
momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación gozosa en
la misión ad gentes. La contribución económica personal es el signo de una
oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, porque
la propia ofrenda material se convierte en un instrumento de evangelización de
la humanidad que se construye sobre el amor.
Queridos hermanos y hermanas, en esta Jornada
Mundial de las Misiones mi pensamiento se dirige a todas las Iglesias locales.
¡No dejemos que nos roben la alegría de la evangelización! Os invito a
sumergiros en la alegría del Evangelio y a nutrir un amor que ilumine vuestra
vocación y misión. Os exhorto a recordar, como en una peregrinación interior,
el “primer amor” con el que el Señor Jesucristo ha encendido los corazones de
cada uno, no por un sentimiento de nostalgia, sino para perseverar en la
alegría. El discípulo del Señor persevera con alegría cuando está con Él,
cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad
evangélica.
Dirigimos nuestra
oración a María, modelo de evangelización humilde y alegre, para que la Iglesia
sea el hogar de muchos, una madre para todos los pueblos y haga posible el
nacimiento de un nuevo mundo.
Papa Francisco
Ciudad del
Vaticano
Solemnidad de
Pentecostés, 8 de junio de 2014
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