El Colegio
Nacional de Periodistas dio a conocer en su web site el trabajo de la
Unidad de Investigación censurado en el diario Últimas Noticias, y que conllevó a
la renuncia este lunes 17 de marzo de 2014, de la periodista Tamoa Calzadilla,
Jefa de Investigación de ese medio de comunicación impreso.
Según relata el CNP, el
director del diario Últimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel, “censuró un trabajo
de la periodista Laura Weffer sobre las protestas que se desarrollan en el
país, que saldría publicado este domingo 16 de marzo en el periódico”. Tras una
fuerte discusión vía telefónica con la periodista Tamoa Calzadilla, el trabajo
no salió. Por ello, la jefa de Investigación presentó su renuncia. “No soy la
persona que necesita, ellos necesitan a un operador político”, expresó a su
salida del medio en el que trabajó durante quince años. Calzadilla explicó que sus
argumentos fueron periodísticos, mientras que Díaz Rangel esgrimía razones
políticas para no publicar el trabajo. Luego de conocerse la
renuncia de Calzadilla, los trabajadores de la Cadena Capriles se reunieron en
asamblea e iniciaron una protesta en sus puestos de trabajo, con carteles que
dicen: “El periodismo primero”, esta frase fue la que dijo Nathalie Alvaray,
periodista que se desempeñaba como vicepresidenta de Medios en Cadena Capriles,
quien el pasado 7 de marzo también presentó su renuncia por presiones del nuevo
presidente editor, David De Lima, político y abogado ligado al gobierno de
Nicolás Maduro. A continuación el trabajo censurado.
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Lo que hay detrás de las guarimbas
La plaza Altamira es el epicentro de los
enfrentamientos en Caracas. Manifestantes y GNB coliden todos los días, hasta
el cansancio. Trabajo
de investigación censurado en Últimas Noticias sobre las protestas ocurridas en
el país. El gobierno asegura que reciben financiamiento de organizaciones
políticas, pero quienes participan en las barricadas lo niegan.
Laura Weffer Cifuentes
Unidad de INVESTIGACIÓN
La edad promedio de los
jóvenes de la plaza Altamira se ubica entre 19 y 22 años, llevan capucha y
aseguran que su lucha es por Venezuela.
La edad promedio de los
funcionarios de la Guardia Nacional se encuentra entre 19 y 22 años, llevan
uniforme y aseguran que su lucha es por Venezuela.
Ambos se enfrentan a piedra
y lacrimógena en Caracas desde el pasado 12 de febrero, pero en sus mochilas
llevan historias paralelas más allá de las trincheras.
Un día en la plaza Altamira
revela que los manifestantes crean redes de protección; que pertenecen a la
clase media y popular; también vienen del interior del país y están los sin
casa, que solo van por comida gratis. El detonante de la jornada suele ser
cuando los manifestantes gritan “¡Vamos pa’la autopista!”. Se refieren a la
Francisco Fajardo.
La preparación. La actividad
en la plaza Altamira comienza pasadas las 10 de la mañana. Desde temprano,
quienes hacen vida allí se tapan el rostro. No les gustan las fotos, pues temen
a la detención de los organismos del Estado. “En estos días se llevaron a mi
compañero. Nos cuidábamos mutuamente cuando las cosas se ponen feas allá
abajo”. Habla de Altamira Sur, escenario principal de los enfrentamientos. José
es barquisimetano (25). “Estoy aquí desde el 15 de febrero por mi hijo. Tiene
un año y no consigo ni pañales ni leche”. Vive de la solidaridad de los
vecinos. Desde que llegó ha dormido en Los Ruices, Palo Verde y Caricuao. Sus
amigos desde el exterior le escriben: “Na guará, qué fino que estás allá”. Él
comenta: “Yo sí creo que estamos escribiendo una nueva historia”.
El 11 de marzo fueron
detenidas 11 personas en un allanamiento en el estacionamiento de la plaza.
Antes habían sido detenidas más de 150 en distintos operativos.
Los jóvenes aseguran que
guardias y policías viven en la Torre Británica. El 12 de marzo grupos
vandálicos desvalijaron 6 oficinas gubernamentales ubicadas allí. El domingo
quemaron un quiosco de Metrobús.
“¿Días? Yo tengo semanas sin
ir a mi casa. Estamos acuartelados desde que esta situación comenzó”, cuenta un
oficial que no ofrece su nombre. Se toma el tiempo de explicar que su función
es hacer respetar el libre tránsito y cita el artículo 50 de la Constitución,
que se refiere a este derecho. Asegura que allí es el último lugar en el que
quiere estar. “No disfrutamos deteniendo a los manifestantes. Pero es lo que
nos corresponde. Estamos dentro del marco de la ley”.
Las pancartas que despliegan
los manifestantes también aluden a la Constitución (Art. 68): “Los ciudadanos
tienen derecho a manifestar pacíficamente y sin armas”. Hasta que lanzan la
primera piedra.
Solidaridad ajena. Es
mediodía y los accesos a la Luis Roche y a la San Juan Bosco han sido
bloqueados. En la primera de estas avenidas, los manifestantes colocan un carro
en mitad de la calle. De un lado, queman un caucho cerca de unos “miguelitos”
(cabuya amarrada con clavos). Del otro queda un resquicio por el que puede
pasar una moto. Varios lo intentan, pero Ronald se los impide acostándose de
largo a largo en el asfalto. Tiene 17 años y se unió a las protestas desde el
primer día. “Quiero que mi mamá sepa que tengo más posibilidades de graduarme,
que de que me maten”. Confiesa que no es de la oposición ni del chavismo: “Soy
venezolano”, dice, detrás de una máscara como la que usan los pintores de
latonería. Un conductor se acerca a la barricada. No lo dejan pasar. Les grita
insultos, en retribución.
Algunos llegan con bolsas de
comida y medicamentos. Hay una logística de distribución. De repente, los
jóvenes estallan en aplausos. Una camioneta se para justo antes de la barricada
y de su interior bajan varias bolsas llenas de hojas secas.
El ministro del Interior,
Miguel Rodríguez Torres, denunció que algunos de los manifestantes detenidos en
Altamira confesaron recibir Bs 5.000 semanales del partido Voluntad Popular.
“¿Tú crees que si eso fuera verdad ya no me hubiese comprado una máscara
antigás?”, interroga con el rostro lleno de Maalox (un antiácido eficaz para
neutralizar el efecto de las lacrimógenas) José, (23). Luego saca su cartera.
Tiene tres billetes de cinco: “Este es mi capital”.
El sueldo promedio de la
tropa de la GNB es de Bs 6.000 mensuales, más cestatickets. Trabajan tres
semanas seguidas y libran una, pero el presupuesto no les da para visitar a su
familia en el interior del país. Sus acentos los delatan. Vienen de Maracaibo,
Sucre y Aragua.
Activados. El momento de la
verdad. A las 2:50 pm se oye un grito que se repite en eco. “¡Activémonos!”.
Hay un grupo junto a la fuente que practica lanzamientos y atrapadas de bombas
lacrimógenas. Entrenan con una pelota. En sus brazos tienen unos escudos hechos
con pedazos de zinc, con unas siglas en azul: “Grie” (Guarimberos de Respuesta
Inmediata Élite). Bajan en desbandada. Jóvenes con pasamontañas, máscaras de
Guy Fawkes (conocida como de Anonymous), gente vestida de trabajo, estudiantes.
Los que tienen spray con Maalox se ubican al lado de los “frenteadores”, en la
línea de fuego.
Hay una rutina. Como si
ensayaran, los manifestantes dan el primer paso y lanzan piedras y bombas caseras,
para abrirse paso hacia la autopista. Algunos días los militares intentan
disuadirlos con palabras; otros, apuran el final, que siempre es el mismo. Una
lluvia de lacrimógenas provoca una neblina tóxica que dificulta la respiración;
hace que ardan piel y ojos. Hay desmayados. Los primeros en la línea de fuego
aplican el entrenamiento. Patean las bombas. A medida que los manifestantes se
debilitan, los militares empujan hacia arriba. Pasan horas.
La oscuridad. Todas las
noches los manifestantes trasladan sus protestas hasta la avenida San Ignacio
de Loyola en Chacao. A veces la GNB actúa, otras no. A las 6:00 pm colocan
sofás, colchones y hasta neveras viejas. La jefa de Gobierno del Distrito
Capital, Jacqueline Faría, dijo que desde el 12-F hay un descenso en la
cantidad de desechos que llegan a La Bonanza.
“Yo vivo en el 23 de Enero y
es verdad que pasan los colectivos con altoparlantes en la noche amenazándonos.
Pero si me consiguiera 30 chamos para guerrear desde allá, ni me lo pensara”,
dice Lis (19).
Cada noche hay al menos
cuatro tanquetas que en la parte superior tienen ocho cañones de los que salen
bombas lacrimógenas. También hay efectivos con escopetas. Por encima de las
detonaciones se escuchan mentadas de madre y unos sonoros “¡hijos de puta!” salen
de las ventanas. Lanzan piedras y botellas. Ellos responden con más bombas y
perdigones. En ocasiones directo a los apartamentos. En otras, tanquetas chocan
los carros estacionados. Uno de los verdes comenta que su compañero perdió la
audición de un oído por un “tumbarrancho”.
De la ballena se escucha la
voz de Chávez entonando “Patria querida”. Los uniformados explican que sirve
para “levantar la moral de la tropa”, y que no significa estar partidizados.
Antes de la medianoche vuelve la calma. Un GNB joven cuenta: “Mi mamá, del
Zulia, tiene que calarse la misma cola que la que hacen estos chamos, para
comprar cualquier pote de aceite. Yo creo que ellos tienen razón, pero a veces
se pasan”. Se arregla el chaleco antibalas. Mañana será otro día.
Detrás de la careta
El estudiante: Tiene entre
17 (y a veces menos)_y 25 años. Es atlético. Usa pasamontañas, camisas
amarradas detrás de la cabeza o máscaras. Pide un cambio en el Gobierno. Aduce
que están en la calle en la búsqueda de un futuro mejor. Viene de todas partes
de la ciudad (y del país). Estrato social: clase media y popular. Las mujeres
son bien activas. Pero los varones son más.
El guarimbero: Incita a la gente a tomar la
autopista. Se visten igual que los estudiantes, aunque es de mayor edad. Le
gusta el color negro y está a favor de radicalizar la protesta. Tiene muy
arraigado el discurso anticomunista y aboga por una salida rápida. No debate,
da órdenes y se va a la acción. Denigra de todos los que no lo acompañan, sea
de la tendencia que sea.
El farandulero: Considera la plaza Altamira
como un lugar de encuentro. Antes de que empiece la refriega se toma fotos a sí
mismo con la multitud detrás, como si estuviera participando; pero la verdad es
que apenas se calienta el ambiente, pica la milla. Generalmente va en moto.
También está el mirón. Gente enfluxada o con trajes de trabajo que caminan por
la plaza o se sientan en las aceras sin hacer otra cosa que observar.
La acompañante: Es casi
siempre mujer. Madre de adolescente que no prohíbe a su hijo participar en las
protestas, pero también le da nervios quedarse en la casa. Entonces lo acompaña
y cantan consignas. Lleva pancartas. También está la mujer que protesta porque
la situación del país ha obligado a sus hijos a irse al exterior. Hay una que
se hace llamar “Mamá Terrorista”.
Los alerta: “No tomes foto” y
“muéstrame tu carnet” son algunas de las frases que usan. Señalan a los
supuestos “sapos” y ven infiltrados hasta donde no los hay. Aunque han
encontrado a algunos que trabajan en inteligencia policial, periodistas y
ciudadanos han sido víctimas de sus falsas acusaciones.
LAS CONSIGNAS:
·
“¡Maduro, vete ya!”
·
“¿Por qué mejor no reprimen
a los malandros?
·
“Aquí me quedo hasta que
haya un cambio”
·
En Caracas hay trincheras de
este tipo no solo en Chacao y Altamira; también en otras zonas como Macaracuay,
La Boyera, El Cafetal, Candelaria, Manzanares y Colinas de Bello Monte. La
Policía de Baruta pasa por las avenidas para despejar la vía pero, a partir de
las 5 pm, vecinos del sector vuelven a instalar barricadas. Las guarimbas
trajeron enfrentamientos verbales entre la comunidad. Aunque algunos apoyan la
protesta, se oponen al cierre de calles. Manuel da Silva, dueño de una
licorería de Bello Monte, asegura estar “obstinado” y revela que sus ventas han
bajado entre 60 y 70%. Blanca González
Saldo mortal
La palabra “guarimba” no
aparece en el diccionario, pero en Venezuela es de uso común. El activista
político Robert Alonso, vinculado al caso de los supuestos paramilitares
(2004), se atribuye su creación. La describe como el “bloqueo de la calle
frente a las casas” con desperdicios, basura o cauchos. Hasta el momento, y
desde el 12 de febrero, 17 personas han muerto en eventos relacionados con las
guarimbas. Siete fallecieron porque su vehículo perdió el control por una
barricada y los otros 9 fueron asesinados mientras intentaban levantarla o
estaban alrededor de ella. El Gobierno ha señalado a supuestos francotiradores.
En otro caso, responsabilizaron a la guarimba por impedir el paso a tiempo de
una ambulancia. Estas muertes forman parte de las 28 que han ocurrido desde que
iniciaron las protestas. El resto fueron por cuerpos de seguridad del Estado o
motorizados no identificados que dispararon.
Trincheras valencianas
Desde hace un mes aumenta el
número de manifestantes en la avenida Río Orinoco de Valencia. Con el
transcurrir de los días los vecinos consolidaron sus barricadas. Los más osados
permiten que sus hijos los acompañen. Los radicales aprovechan para contar sus
épicas batallas. Los coordinadores de la cuadra controlan la logística y las
provisiones. Las mujeres se dedican a mantener alimentados a los integrantes de
la célula en una cocina comunitaria. Los gariteros se toman su trabajo en
serio. holgazanean solo cuando son relevados. “El que se cansa pierde”, reza
una pancarta. Gustavo Rodríguez.
Margariteños entre cachivaches
Julián es el encargado del
centro de acopio de una guarimba margariteña. Cuenta que reciben donaciones de
la sociedad civil. “No recibimos nada de los partidos”. Un estudiante explicó
que son entre 40 y 45 personas los que montan las barricadas. Dayana dijo que
la mayoría de los cachivaches los consiguen en basureros de edificios y
urbanizaciones. “Las barricadas son una forma de resguardarnos de los
colectivos, porque protestamos de manera pacífica”, comentó un estudiante. Al
recordarle los derechos de otros, afirman que la situación del país afecta a
todos. Sascha Moncada.
A solicitud de los entrevistados todos los
nombres fueron cambiados por protección.
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