A las doce del
mediodía el Papa Benedicto XVI se asomó a la ventana del Palacio Apostólico y
decenas de miles de feligreses que lo esperaban con carteles y vítores, se
mantuvieron atentos a las que serían sus últimas palabras en el Ángelus, en condición
de Sumo Pontífice de la Iglesia.
Ramón Antonio Pérez
@GuardianCatolic
El Vaticano,
24 de febrero de 2013.- “Renunciar no
significa abandonar la Iglesia. Si Dios me pide esto es para que yo pueda
continuar sirviéndola con la misma dedicación y el mismo amor con el que he
tratado de hacerlo hasta ahora, y de manera más adecuada a mi edad y a mis
fuerzas”.
De esta manera el Papa Benedicto XVI pronunció su
último Ángelus dominical ante una multitud que abarrotó la plaza de San Pedro, estimándose
según cálculos oficiales una asistencia de más de doscientas mil fieles
católicos que le recibieron con fuertes ovaciones y aplausos, especialmente cuando
se refirió a su renuncia que hará efectiva el jueves 28 de febrero.
El Sumo Pontífice centró su mensaje en el pasaje de
la Transfiguración contenida en el Evangelio de San Lucas.
“En la Cuaresma aprendemos a dar el tiempo justo para
la oración personal y comunitaria, que da respiro a nuestra vida espiritual”, e
insistió en que “la oración no es un aislarse del mundo y sus contradicciones,
como habría querido hacer Pedro, sino que la oración nos reconduce al camino a
la acción”, leyó.
Agregó que la “existencia
cristiana consiste en ascender continuamente el monte para reencontrarse con
Dios y luego descender para llevar el amor y la fuerza de modo que sirva a
nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de dios”, añadió el Pontífice.
Durante su enseñanza la multitud le interrumpió con
aplausos al afirmar: “siento en modo particular estas palabras en este momento
de mi vida. Gracias”.
El Papa se dirigió a los presentes en varios idiomas y
cuando se dirigió “a los peregrinos de lengua española”, fue interrumpido por
la ovación cerrada de los asistentes, y agradeció “tantos testimonios de cercanía
y oración en estos días”.
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Texto completo del Santo Padre a
la hora del Ángelus:
Queridos
hermanos y hermanas:
“En el segundo domingo de Cuaresma la Liturgia nos presenta
siempre el Evangelio de la Transfiguración del Señor. El evangelista Lucas
resalta de modo particular el hecho de que Jesús se transfiguró mientras oraba:
la suya es una experiencia profunda de relación con el Padre durante una
especie de retiro espiritual que Jesús vive en un monte alto en compañía de
Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos siempre presentes en los momentos
de la manifestación divina del Maestro (Lc 5, 10; 8, 51; 9, 28).
El Señor, que poco antes había preanunciado su muerte y
resurrección (9, 22), ofrece a los discípulos un anticipo de su gloria. Y
también en la Transfiguración, como en el bautismo, resuena la voz del Padre
celestial: “Éste es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo” (9, 35).
Además, la presencia de Moisés y Elías, que representan la
Ley y los Profetas de la antigua Alianza, es sumamente significativa: toda la
historia de la Alianza está orientada hacia Él, hacia Cristo, quien realiza un
nuevo “éxodo” (9, 31), no hacia la tierra prometida como en tiempos de Moisés,
sino hacia el Cielo.
La intervención de Pedro: “¡Maestro, qué bello es estar
aquí!” (9, 33) representa el intento imposible de demorar tal experiencia
mística. Comenta san Agustín: “[Pedro]… en el monte… tenía a Cristo como
alimento del alma. ¿Por qué habría tenido que descender para regresar a las
fatigas y a los dolores, mientras allá arriba estaba lleno de sentimientos de
santo amor hacia Dios que le inspiraban, por tanto, una santa conducta?”
(Discurso 78, 3).
Meditando este pasaje del Evangelio, podemos aprender una
enseñanza muy importante. Ante todo, la primacía de la oración, sin la cual
todo el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo.
En la Cuaresma aprendemos a dar el justo tiempo a la oración,
personal y comunitaria, que da trascendencia a nuestra vida espiritual.
Además, la oración no es aislarse del mundo y de sus
contradicciones, como en el Tabor habría querido hacer Pedro, sino que la
oración reconduce al camino, a la acción. “La existencia cristiana – he escrito
en el Mensaje para esta Cuaresma – consiste en un continuo subir al monte del
encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza
que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el
mismo amor de Dios ” (n. 3).
Queridos hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios la siento
de modo particular dirigida a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama
a “subir al monte”, a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero
esto no significa abandonar a la Iglesia, es más, si Dios me pide esto es
precisamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma entrega y el
mismo amor con que lo he hecho hasta ahora, pero de modo más apto a mi edad y a
mis fuerzas. Invoquemos la intercesión de la Virgen María, que ella nos ayude a
todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la caridad activa”.
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Nota Final: Benedicto XVI
volverá a dirigirse a la feligresía católica el próximo miércoles 27 de febrero,
en la última audiencia pública que se espera tenga una asistencia masiva, razón
por la que se ha decidido trasladarla de la Sala Pablo VI a la Plaza de San
Pedro.
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